Soren-Neros, por Rafael Hortal
¡Publica, publica, por favor! Es lo que todos le decimos al poeta y escritor Soren Peñalver, que guarda cientos de cuadernos manuscritos con textos y poesías entre sus diarios.
Mi osadía es infinita: atreverme a escribir sobre el maestro solo es perdonable por mi admiración hacia él. Allá por los 70, cuando pisaba la ciudad de forma ocasional, o mejor dicho, circulaba en bicicleta, pues nunca se interesó por conducir coches, alguien me habló de él como una persona singular, viajero y culto poeta. En casa de Ponciano recitaba versos y se expresaba con un lenguaje selecto ante los jóvenes estudiantes de Filosofía y alguno de Económicas como mi amigo Juan Plaza. Eulogio Villena, José Olmo y los demás también lo escuchaban como alumnos peripatéticos. Siempre lo quise conocer, pero no me presenté a él hasta el mismo momento que recuperado de los dos ictus del 1 de noviembre de 2010, le dedicaban un homenaje en la plaza de Santa Catalina, con el fondo del Museo Gaya, su querido museo. Soren recuerda y agradece los cuidados que durante su convalecencia le ofrecieron sus amigas Diana de Paco e Inma Guarinos. (no voy a citar más nombres de las personas que quieren a Soren y llenaron la plaza porque la lista sería interminable e incompleta). Me atreví a acercarme a él y regalarle mi primera novela erótica: “Armónicos”. Nunca lo habría hecho si no es porque mi amigo Pinetti me había asegurado que le iba a gustar, que él había compartido noches de poesía y conversaciones de altura política y social con Soren en el bar de La Puerta Falsa de Murcia, y sabía que era benevolente con los escritores primerizos. Lo fue, me animó a seguir escribiendo con unos sutiles consejos. Desde entonces mantenemos la amistad y he conocido el mundo literario gracias a él, porque le pasaba a word las crónicas para el diario La Opinión. Hemos colaborado en proyectos suyos y míos, también soy el enlace entre los correos electrónicos de sus admiradas Clara Janés, académica de la RAE y la escritora Elvira Navarro, con la que bastó coincidir un par de veces para sentir una fascinación mutua.
En mi interés por conocer al poeta y a la persona, seguimos manteniendo largas conversaciones en torno a un café, él normalmente toma agua con gas (como Lord Byron). El primer poema que vio publicado en papel fue gracias a la petición que le hizo Aurora Gil Bohórquez para una revista del instituto; le gustó verlo impreso. En sus largas estancias en Grecia firmaba como Neros, su nombre al revés. Neros es un personaje de mi novela “Historia de Lo”. Dice: “Desde pequeño me di cuenta que tenía un don especial, escuché a mi maestra -que era republicana- decirle a otra maestra que yo era un genio; fui corriendo a casa a decírselo a mi padre que me miró incrédulo… Más tarde, viendo la escena en la que Clark Gable toma en brazos a Vivien Leigh en Lo que el viento se llevó, surgió de repente el deseo de que él me trasportara en brazos a mí”. En el París de su juventud, convivió con sus dos amigos íntimos, Edla Maria Støre y Mickaël; le llamaban “Aliseos”, como el viento suave que acariciaba los tres cuerpos en verano.
En los años 80 se descubrieron unos Tituli picti en la Cueva Negra de Fortuna. Soren se encontraba entre los prestigiosos arqueólogos, epigrafistas, paleógrafos y latinistas que reconocieron textos en latín de Las Geórgicas y de Las Églogas de Virgilio. Era uno de los pocos Tituli picti encontrados en la península Ibérica. Uno de los textos dice: “Tu, deudor, entrega tu promesa a Venus y tus reproches a las ninfas. Las aguas en nada fallan. Aplaca a la pafia: sanarás”. Recuerdan que Soren los deleitó recitando versos en griego.
Soren ha traducido sonetos en inglés de George Santayana y poemas en dialecto friulano de Pasolini. Cuando me sorprendo de su memoria y de todo lo que sabe sobre literatura, poesía, música, cine, teatro… me dice que de lo que más sabe es de plantas, y que su madre murió a los 103 años y tenía más memoria que él.
Soren en casa rodeado de libros, fotografía del autor
Tanto me gustó uno de sus poemas personales, que me lo dedicó (lo adjunto al final del texto). No pretendo escribir su biografía, eso lo dejo en manos de un amigo y premiado escritor que desde aquí le sugiero que continúe con ese proyecto interrumpido por la pandemia.
Rodeado de gatos y libros en su zona de lectura, me permite que le haga una foto y la publique en este blog ¡Gracias Soren!
EXTREMA OPCIÓN. Dedicado a Rafael Hortal
Inauguré esta vida con una culpa involuntaria.
Mi padre, al yo nacer, poseía
una Harley Davidson WLC 1942.
El color de la motocicleta era de un hermoso azul celeste;
el modelo, de los llamados “forty-five”, con motor
versátil, robusto y fiable, como proclamaba
la publicidad, disponía de tres faros.
Aquellos eran tiempos de belleza y miseria manifiestas,
elegancia y ostentación.
De mi padre heredé o aprendí la habilidad
de encarar cualquier contratiempo
o circunstancia.
Él era un hombre guapo; me parezco yo más a mi madre,
y quiero creer que, como el de ella, mi natural es bondadoso
aunque a veces soy irascible como mi progenitor,
militar antes y durante la guerra civil,
a cuyo término vivió el deshonor de la derrota con dignidad,
refugiado en un hermetismo triste.
Mi padre vendió la Harley Davidson WLC 1942,
capricho de su juventud, al venir al mundo
yo, su retoño, tan rubio como todos los de su estirpe.
La espléndida moto resultó ser una ganga
para los vástagos de un vencedor. Su importe,
cubrió las necesidades de los primeros años
de la infancia del hijo del vencido.
SOREN PEÑALVER
Brava glosa de Soren. Tu escrito es documento biográfico para el Maestro.
ResponderEliminarSoren es enigmático, único. Me parece imprescindible e interesante conocer momentos de su vida. Gracias.
ResponderEliminarGenial. Qué lujo.
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