Un nuevo regreso a las aulas, por Carmen Pujante
Que la del docente pueda ser más una vocación que una profesión no significa que sea incontestada o incontestable. Bien lo sabrán quienes alguna vez se han visto acechados por las dudas, las crisis, por ejemplo, en ocasión de la vuelta a las aulas después de un paréntesis cualquiera. Pero, ya se sabe, la palabra “crisis” en su esencia etimológica griega alude al cambio, a la metamorfosis, pero también a la rotura o la grieta, física o metafórica, la que puede provocar una salud que no es de hierro o, precisamente, una crítica que se vierte sobre el ser humano o sus obras, entre ellas, las artísticas en general y las literarias en particular. Porque el ejercicio de la crítica literaria tampoco debe olvidar ese origen etimológico por el que “crisis” significa juicio e implica justamente una actitud crítica. Por ello, me ha interesado la figura que representan los profesores que se muestran críticos y los críticos que ejercen de profesores. Sobre profesores críticos y críticos profesores se me brindó la oportunidad de reflexionar bajo el auspicio de otras lecturas inquietas recogidas en un libro que era inaugurado por un prólogo de Nuccio Ordine: https://www.cervantesvirtual.com/obra/lecturas-inquietas-1134463/
Un nuevo regreso a las aulas tiene lugar un año más por el mes de enero, mes que en este 2023 también viene marcado por la fecha de la esperada visita a la Universidad de Murcia del humanista calabrés Nuccio Ordine. Sus ensayos reivindican la eternidad de los clásicos, el ejercicio de la memoria, la utilidad de la lectura, la calidad de la enseñanza, el sosiego del estudio, frente a la caducidad contemporánea, la didáctica hedonista, la acumulación capitalista, la rapidez consumista, la cantidad vacía. Los lectores españoles lo conocerán especialmente por las traducciones de La utilidad de lo inútil, Clásicos para la vida o Tres coronas para un rey (publicados en Acantilado en 2013, 2017 y 2021 respectivamente), libros a los que se ha sumado a finales de 2022 Los hombres no son islas. Ahora que volverán los estudiantes en las aulas sus apuntes a tomar, este último ensayo del profesor italiano también se puede leer en “clave profesoral”, especialmente desde el mundo universitario de hoy: los docentes no podemos estar aislados, aunque la gestión y la investigación en ocasiones parezcan construirnos una especie de Alcatraz. Como he podido confesar en algún que otro lugar, ese de Ordine es un libro que hubiera soñado escribir, comentando los textos, comentando los comentarios de los textos, comentando los comentarios de los comentarios… porque eso es la tradición de la lectura y de la escritura, y vive y se alimenta de ser compartida.
Al rescate de las cuestas de enero ha venido otro ensayo suyo, George Steiner. L’ospite scomodo, publicado en abril de 2022 en Italia (mientras tanto, valga este comentario a sus comentarios como –ojalá– un adelanto de lo que vendrá a España). Dos años después del fallecimiento del insigne crítico profesor/profesor crítico que fue Steiner, Ordine rescata algunas conversaciones mantenidas con quien acaba construyendo una sólida amistad. Concretamente, incluye una “entrevista póstuma” (así concebida por deseo expreso de Steiner) y cuatro publicaciones del periódico Corriere della sera, no sin antes dedicar casi una centena de páginas, escanciadas en breves capítulos, a realizar una suerte de elogio de ese “incómodo huésped”. Porque, como hebreo, fue consciente de su condición de huésped en el mundo, pero no por ello condescendiente, silenciado. Ordine apela a la vis oratoria de Steiner y a su defensa de la dificultad y la memoria como caminos para llegar a una meta, del valor gratuito del conocimiento y de aprender “de memoria” (par coeur, by heart), y, claro, de la enseñanza como vocación y del “critico-postino”. También lanza interrogaciones, por ejemplo, sobre si los estudios humanísticos nos hacen realmente más humanos (a la vista del siglo XX y sus desastres especialmente), o sobre si Steiner se acaba volviendo contra Steiner, o sobre cómo se puede sobrevivir en el infierno. A estas cuestiones se dedica la docena de breves ensayos de la primera parte, antes de dar paso a los artículos acerca del científico frustrado que fue, de la ruptura con el New Yorker, de Sebastiano Timpanaro a propósito de corregir los errores del mundo y de la deriva de Europa.
Pero este libro bien vale una lectura por parte de los estudiantes y de sus profesores. Como recuerda Ordine, “imparare ha un prezzo. E solo chi lo paga potrà conquistare il diritto alla parola” (pág. 33). Y por fin he leído algo que siempre me he dicho: un profesor no deja de ser nunca un alumno, es un eterno estudiante: “un vero docente non può non essere, a sua volta, uno studente a vita” (pág. 29).
Ante las dudas (y) críticas, siempre nos queda volver al texto, a la lectura, a la palabra.
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