ALAS DE MARIPOSA. Volver a casa, por Gedi Máiquez

El sonido del agua, envuelto en la oscuridad de la noche, invitaba a desnudar el alma. Adela esperaba a Candela observando el arenal de las marismas que estaba en su finca y donde crecían espectaculares, frutos que pronto recolectarían de la huerta de navazo, típica de tierras sanluqueñas.- Es muy curioso cómo crecen con agua salada de las mareas ¿verdad?- Dijo Candela, con un marcado acento gaditano, a modo de bienvenida. La bailaora había deshecho el moño que sujetaba su frondosa melena, dejando a la vista una ondulada cabellera negra, que enmarcaba las facciones que tan parecidas eran a las de Adela, si no hubiera sido por la mirada felina que desprendían sus ojos verdes. Su figura era poderosa. El cuerpo de bailarina, quedaba debajo de un vestido de tirantes y gasa blanca. Ceñido a la cadera con una delicada cinta de pasamanería, unos pequeños azabaches salpicaban el tejido y donde el largo de la falda, llegaba por debajo de la rodilla. Sus tersos brazos envolvieron a Adela en un a...