ALAS DE MARIPOSA. Carta a Adela, por Gedi Máiquez







 Mi querida Adela:


Me dirijo a ti sabiendo que cuando leas esta carta mi cuerpo habrá descansado después de tanto sufrimiento. Espero que mi alma tenga también la paz que no tuvo en vida y que Dios haya perdonado todos mis pecados. En mis últimos días he querido sentir la tranquilidad de no quedarme por más tiempo todo lo que me ha roto por dentro, y así, he podido hablar tras mucho tiempo de ausencia, con tu padre una última vez, para informarle de la decisión de dar luz a lo que por tanto tiempo ha estado en la oscuridad, al menos para ti. 

Siempre llevaré conmigo el momento que llegaste al mundo. Ese caluroso día del mes de agosto fue el más feliz de mi vida y tenerte en brazos, un sueño hecho realidad. Me ofrecieron un ama para amamantarte pero yo me negué, quería sentir tu respiración y tus deditos agarrando los míos en perfecta unión. No te descubro nada nuevo si te digo que, a la vez que esto pasaba, tu padre se fue distanciando de mi y depositando su atención en otras mujeres. Yo iba advertida, pero pensé ilusa de mí, que conmigo iba a ser diferente. Pronto las habladurías llegaron a mis oídos, y gota a gota, un mar de rencor y desconfianza se instaló en mi corazón. Cada encuentro con tu padre era un torrente de reproches que hacía de nuestras vidas un lugar inhóspito y gélido de afecto y que él alimentaba con continuas mentiras y promesas sin cumplir.

Fuiste creciendo, convirtiéndote en una niña despierta, curiosa y muy silenciosa. Me di cuenta tarde de que tus silencios provenían del miedo a mis reacciones desproporcionadas. Eras un espíritu libre atrapado en un mundo carente de afecto, donde tu sonrisa brillaba para sacarnos de la oscuridad. Conmigo sonreías poco, cuánto siento el no haberte tratado mejor. Distinguía tu risa entre la de los otros niños, entre ellos nuestro apreciado Fermín y tu querido Antonio. Te hacía mucha gracia Candela, la hija de la panadera y yo en ese tiempo intentaba apartarte de su compañía. El motivo eran mis celos hacia esa niña, fruto de la relación de tu padre con la madre de Candela. Ella es tu hermana. 

Es probable que ahora estés perpleja después de esta confesión. Candela es una buena mujer, lo sé por tu padre que a su manera egoísta la ha intentado cuidar, igual que a ti. Estudió lo imprescindible, ya sabes que a ella lo que le gustaba era cantar y bailar, y así sigue siendo. Vive a orillas del mar, en Sanlúcar, donde muestra su arte todas las noches en un tablao flamenco.

En tu adolescencia ya se podía intuir el tipo de mujer que serías. La afición a la lectura te llevó a esconder los libros que sabías que yo encontraría inapropiados para una señorita que estaba destinada al matrimonio. Me sorprendía a la vez que me enfadada tu capacidad para hacerlos desaparecer de mi vista. Más tarde me enteré que quién te los proporcionaba era Antonio cada vez que os veíais. Yo sabía que él era tu ventana al mundo, esa que se abría como las páginas de los libros que leías. Un día entré en tu cuarto y vi un recorte de periódico, sólo leí Notas Femeninas firmado por Colombine, no sabía quién era, pero el peligro acechó cuando me di cuenta que eras una mujer con ideas propias.


Cuando te fuiste esa fatídica noche, el mundo que yo había creado se derrumbó. Te culpé, igual que cuando eras niña te acusé de la lejanía de tu padre. Ahora sé que nada de todo eso era cierto. Durante años estuve muy enfadada contigo, pero la vuelta de Fermín al pueblo y las confesiones con él me ayudaron a verte de otra manera. Empecé a leer todos los recortes de periódicos que habías dejado en tu cuarto. Vi que las ideas feministas te nutrieron durante años. Conocí la obra de Emilia Pardo Bazán defendiendo los derechos de la mujer o sabiendo de la historia de Concepción Arenal y su lucha por asistir a la universidad vestida de hombre. Entonces lo vi claro. Tu valentía y determinación por ser tú misma me han hecho pensar en todo el tiempo que he estado sometida a las decisiones que otros tomaban por mí. Lo que me dijiste la última noche era cierto, he sido una infeliz que ha vivido amargada durante años pensando que ese era mi destino. Tú me has demostrado que se puede elegir el futuro, si dejas los miedos del presente. Me gustó la sensación que despertó en mí tu logro, a pesar del coste que fue perderte. Me hacía sentir orgullosa de ti y que tu libertad  formaba parte de mi, haciéndola mía.

Hija, perdóname por no ser la madre que necesitabas, no supe hacerlo y solo ahora he conseguido liberarme de esa carga. Sé que no es suficiente y que las dos nos hemos hecho daño, pero conociéndote, harás de todo esto una nueva parte de tu vida, más sabia y sin lastres del pasado que te impidan avanzar hacia ese bonito presente que has construido. 


Yo ya me voy. Confío que seguirás cuidándote, como siempre lo has hecho.

Siempre tuya, tu madre que te quiere.


Continuará…


Nota de la autora: Dedicado a todas las mujeres que rompieron barreras en España, dando paso al movimiento feminista. En especial a Carmen de Burgos Seguí.1867-1932 (Colombine).


Comentarios

  1. "Eras una mujer con ideas propias" (buenas, afortunadamente). Enhorabuena por el relato.

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  2. Una maravilla, gracias. Eres una gran mujer.

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  3. Otro apasionante relato que nos mantiene inquietos hasta el siguiente. A por ello mi querida amiga.

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  4. Conmovedora carta. Una historia de reconciliación y descubrimiento, de intensa humanidad. Tiene todos los ingredientes para hacerla reconocible y real. Consciencia de uno misma, libertad y un intenso amor frustrado por una situación familiar y social que ahora toda posibilidad de ser una misma, de ser feliz.
    Enhorabuena. Espero pronto el documento capítulo.

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  5. Gracias a todos por seguir la estela de Adela…continuará 🦋

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