MINUETO. Tensa espera, por José Antonio Molina

Su majestad divina, el Hijo del Cielo, veía con preocupación cómo crecían las víctimas de la peste invisible. Los arrozales se abandonaban, los ganados se recogían sin pastor; los recaudadores de impuestos encontraban aldeas vacías. El ejército, antes disciplinado, estaba viendo su capacidad mermada. Los generales se mostraban preocupados a causa de las crecientes bajas entre sus tropas por las continuas deserciones que debilitaban la defensa en las fronteras del norte. Inquietantes noticias llegaban desde la provincia de Guo Shung, pueblos feroces y confederaciones de guerreros nómadas con sus familias, tribus subyugadas y ganados completos estaban en plena efervescencia. Los exploradores destacados informaban que a lo lejos, por la noche, los fuegos de campamento se movían constantemente y con una velocidad sorprendente. De pronto, entre los numerosos pueblos de las estepas, se escuchó un rumor nuevo. Un pueblo desconocido venía, los xiongnu, quizá salidos de lo más profundo del infi...