Todos recordamos la visita de Dante a los infiernos donde, junto al poeta Virgilio, descendió los nueve anillos que el autor aseguraba que este tenía. En su alegoría, cada uno de los inquilinos de este siniestro lugar, pagaba su particular precio por sus pecados. De esta manera, Dante Alighieri nos regaló su particular visión del infierno a principios del siglo XIV. Nunca olvidaremos el famoso Satán, prisionero de su propio reino, cuyas tres cabezas masticaban, respectivamente, las de Bruto, Casio y Judas Iscariote, que según el autor, eran los mayores traidores de la historia. Pero, Dante no fue el primero en atravesar las puertas del inframundo. Siglos antes, héroes griegos como el propio Hércules, ya habían pasado por el cálido Hades. En esta ocasión, la visita del hijo de Zeus no se alargó demasiado. Bajo la imposición de las famosas pruebas de Euristeo, el semidiós tuvo que atravesar el río Aqueronte y plantarse en las puertas del infierno. Su misión era la de hacerse con Cancerbe