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SUMARIO DEL 21 DE ABRIL DE 2024

  ¡Salud y República de las Letras! Fieles a su cita dominical los amigos de Dulcinea os traen buena literatura. Profundos pensamientos con Vicente Llamas, un viaje a los infiernos con Marcos Muelas, una incursión en el erotismo más atrayente con Rafel Hortal, y con Santiago Delgado litotizaremos todo lo que haga falta. Disfrutad de la vida y de la literatura. Los colores del Monte Taihang, por Wang Hui

LENGUA Y LITERATURA. Lítote, por Santiago Delgado

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Aunque a simple vista parece el nombre de alguna fruta caribeña de la selva profunda de Costa Rica, se trata de una figura de pensamiento de la antigua Retórica. Cuando yo llegué a la Filología, ya era Estilística. Hoy en día usamos mucho el lítote o atenuación. Son tiempos en los que se rehuye el compromiso y el hablar apodíctico. Por eso décimos: “no está mal”, ante un adefesio, en el campo de la realidad que sea, para no humillar al perpetrador del bodrio. O, ese continúo; “yo diría…”, y estamos diciendo, sin esperar a los parámetros de la forma condicional del verbo usada; todo para eludir responsabilidades. Somos litotéticos. Es un tiempo litotético. La frase adverbial “un poco” se lleva la palma. La ponemos entre el pronombre personal utilizado, y la forma verbal.  El caso es quitarle potencia a la frase, valentía. Hoy es tiempo, ya digo, de cobardicas que se esconden detrás del lítote, San Lítote que debían decir algunos. Hablar sin lítotes, o atenuaciones, resulta hasta agresiv

CRONOPIOS. Encuentro con Thérèse, por Rafael Hortal

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  Violette Leduc escribió en 1955 una novela inspirada en su biografía, pero la censura de los capítulos de amor lésbico la obligó a esperar hasta 1966 para ver su obra completa. Thérèse e Isabelle es la historia contada por Thérèse durante su estancia en un internado francés, cuando descubrió su primer amor. La autora hace un alegato al deseo juvenil de una forma sutil, describiendo la pasión con una excelente prosa poética.  —Thérèse, con el paso del tiempo, ¿no cree que su relato es muy inocente? —Yo era inocente con 17 años. Ten en cuenta que estaba en esa edad en la que se alborotan las hormonas. Isabelle era la mejor estudiante, al principio su indiferencia hacia mí me molestaba, era un año mayor que yo. Su seguridad, su forma de recogerse su pelo largo, sus movimientos, me atrajeron. Sentíamos que había una seducción mutua.  —¿Quién dio el primer paso? —En el internado teníamos celdas individuales sin puerta, tan solo cerrábamos con una cortina, que permitía a la supervisora en

EL ARCO DE ODISEO. El infierno en la tierra, por Marcos Muelas

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Todos recordamos la visita de Dante a los infiernos donde, junto al poeta Virgilio, descendió los nueve anillos que el autor aseguraba que este tenía. En su alegoría, cada uno de los inquilinos de este siniestro lugar, pagaba su particular precio por sus pecados. De esta manera, Dante Alighieri nos regaló su particular visión del infierno a principios del siglo XIV. Nunca olvidaremos el famoso Satán, prisionero de su propio reino, cuyas tres cabezas masticaban, respectivamente, las de Bruto, Casio y Judas Iscariote, que según el autor, eran los mayores traidores de la historia. Pero, Dante no fue el primero en atravesar las puertas del inframundo. Siglos antes, héroes griegos como el propio Hércules, ya habían pasado por el cálido Hades. En esta ocasión, la visita del hijo de Zeus no se alargó demasiado. Bajo la imposición de las famosas pruebas de Euristeo, el semidiós tuvo que atravesar el río Aqueronte y plantarse en las puertas del infierno. Su misión era la de hacerse con Cancerbe

LOS POETAS INMUNDOS: VIII. La vida circular de los caballos, por Vicente Llamas

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  Caballos con las patas dislocadas, mecidas por un soplo irreal, una inacción abstracta, semejante a la renuncia o al letargo de las semillas retraídas en sus lechos invernales ( Thou Harmony of Nature’s art! Thou Mirror …) Vientres desgarrados por los que asoman mechones de hebras híspidas, casi hilos de alambre, el cerco de frío que oprime las almas sigilosas de los árboles.  Órganos irresueltos, sin límite ni desnudez definitiva, en masas bulbosas, de estraza, y algunos belfos hendidos. Pupilas vacías, ni rastro de las formas que rumiaron. Colores apáticos, desordenados, resbalan sin norma sobre ellas componiendo una máscara exangüe. Exactamente como la luz resbala por los surcos aposemáticos en el rostro de una mujer usada (sabemos que caemos por la corrupción de los colores, y porque ya no queda aire sobre el que alzar plegarias: semillas agostadas en sus secas égidas, vueltas hacia dentro, hacia su propia sed o hacia su íntimo fundamento, revertidas en su tenaz escombro sin fr