CRONOPIOS, las vidas de Verónika, por Rafael Hortal

Muchos años después, sentada desnuda en el taburete de su cocina, Verónika Buendía recordaba su infancia en Macondo, al tiempo que se servía un vaso del tetrabrik de arándanos que sacó de un gran arcón frigorífico. Atrás dejó la pobreza de su tierra natal para codearse con las estrellas de California. Su verdadero nombre era tan secreto como su edad, ya que hace un par de años decidió quedarse en los 40. Su nuevo ático en un lujoso barrio de Los Ángeles tenía una decoración minimalista, todo era luminoso y pulcro. Desde la cocina contemplaba el musculoso cuerpo de un hombre desnudo sobre el gran sofá blanco del salón, cuando unas gotas de líquido se derramaron por la comisura del labio, el hilillo rojo siguió su curso hasta el pezón erguido. La noche había sido muy larga tras la cena que el fornido Peter había preparado. Los sabores exquisitos, la luz tenue y la música Chill Out encendieron la pasión, concretamente en el gran sofá blanco donde ahora permanecía inmóvil, y que había serv...