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Mostrando las entradas etiquetadas como amor

CRONOPIOS. El afortunado escribidor, por Rafael Hortal.

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ALAS DE MARIPOSA: Lola, por Gedi Máiquez

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El robot aspirador se deslizaba suave, pero firme, sobre la tarima de madera del piso en el que vivía desde hacía unos años. Dibujaba líneas perpendiculares, imaginarias y perfectas, en su objetivo mecánico de colaborar en las tareas domésticas de un hogar repleto de vida. Brumm…emitía el motor, mientras chocaba contra la pata de la mesa del salón y cambiaba de dirección algo enojado con el obstáculo. Brumm…giraba sobre sí mismo en su aparente desconcierto por volver a redirigir el rumbo de su misión. Me detuve a observarlo. Lo suficiente para desenchufarme del piloto automático de la cotidianidad en el que andaba inmersa. Así pude recordar las palabras de Josep María Esquirol en su ensayo, La resistencia íntima , cuando hace referencia a la casa como entorno seguro. El filósofo afirma que, la casa nos salva, es nuestro refugio. Nos protege de la inmensidad, entendida en su concepto de hacernos sentir diminutos e insignificantes, en un universo que sabe que solo somos cuerpos corpuscul...

PUNTO DE FUGA: Razones de un viaje a los orígenes, por Charo Guarino

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En Los cantos de Maldoror , su autor, Isidore Lucien Ducasse, bajo el pseudónimo de Conde de Lautréamont escribió que «la poesía debe estar hecha por todos, no sólo por uno» . De acuerdo con esto, acaba de ver la luz y de presentarse en sociedad el libro coral Besos para Catulo. CLXXI versiones del Carmen V de Catulo , el tercero de la colección «Diálogos del Mundo Antiguo» que edita la Fundación Teatro Romano de Cartagena, bajo la coordinación de la directora del mismo, Elena Ruiz Valderas. La obra de Lautréamont, impresa en 1869 el editor belga Albert Lacroix se ha considerado inclasificable, a medio camino entre la confesión y la poesía en prosa, y sabemos que Lacroix, temeroso de la censura por el contenido blasfemo, obsceno y provocador de la. misma, decidió no distribuirla a librerías, y los ejemplares quedaron abandonados en los sótanos de una imprenta. Su autor, hijo de un diplomático francés, murió de tuberculosis apenas un año después, sin llegar a cumplir los 24 años y su ...

ALAS DE MARIPOSA. Estrella, por Gedi Máiquez

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A Fran. En recuerdo de Estrella. La madrugada siempre es el momento en el que me siento más libre. Sin los convencionalismos del día, los pensamientos discurren plácidamente por el cuerpo, aceptándolos sin prejuicios que enturbien la naturaleza para lo que han sido creados. Esa noche, además, el escenario era propicio para la función. La luna llena iluminaba con descaro las nubes que pasaban con sigilo a su alrededor. El movimiento, lento y ondulante del esponjoso nimbo, tenía la intención de acariciar al cuerpo celeste, responsable de millones de promesas sin cumplir y culpable de mi creativo desvelo, por esa tendencia mía a disfrutar de su presencia. Sentada en la butaca del salón, acariciaba el cuerpecito blanco y suave de quien reposaba en mi regazo. Estrella ronroneaba complaciente al tacto de mis dedos sobre su cuello, sabiendo que en cualquier momento, las caricias terminarían por Real Decreto gatuno. Mientras Estrella decidía si marchar a explorar los sonidos que de momento sol...

CRONOPIOS. Encuentro con Thérèse, por Rafael Hortal

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  Violette Leduc escribió en 1955 una novela inspirada en su biografía, pero la censura de los capítulos de amor lésbico la obligó a esperar hasta 1966 para ver su obra completa. Thérèse e Isabelle es la historia contada por Thérèse durante su estancia en un internado francés, cuando descubrió su primer amor. La autora hace un alegato al deseo juvenil de una forma sutil, describiendo la pasión con una excelente prosa poética.  —Thérèse, con el paso del tiempo, ¿no cree que su relato es muy inocente? —Yo era inocente con 17 años. Ten en cuenta que estaba en esa edad en la que se alborotan las hormonas. Isabelle era la mejor estudiante, al principio su indiferencia hacia mí me molestaba, era un año mayor que yo. Su seguridad, su forma de recogerse su pelo largo, sus movimientos, me atrajeron. Sentíamos que había una seducción mutua.  —¿Quién dio el primer paso? —En el internado teníamos celdas individuales sin puerta, tan solo cerrábamos con una cortina, que permitía a la ...

ALAS DE MARIPOSA. Carta a Adela, por Gedi Máiquez

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  Mi querida Adela: Me dirijo a ti sabiendo que cuando leas esta carta mi cuerpo habrá descansado después de tanto sufrimiento. Espero que mi alma tenga también la paz que no tuvo en vida y que Dios haya perdonado todos mis pecados. En mis últimos días he querido sentir la tranquilidad de no quedarme por más tiempo todo lo que me ha roto por dentro, y así, he podido hablar tras mucho tiempo de ausencia, con tu padre una última vez, para informarle de la decisión de dar luz a lo que por tanto tiempo ha estado en la oscuridad, al menos para ti.  Siempre llevaré conmigo el momento que llegaste al mundo. Ese caluroso día del mes de agosto fue el más feliz de mi vida y tenerte en brazos, un sueño hecho realidad. Me ofrecieron un ama para amamantarte pero yo me negué, quería sentir tu respiración y tus deditos agarrando los míos en perfecta unión. No te descubro nada nuevo si te digo que, a la vez que esto pasaba, tu padre se fue distanciando de mi y depositando su atención en otras...

PUNTO DE FUGA. La tía Lola, por Charo Guarino

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La guerra civil que atravesó su infancia como un rayo y la sucesión periódica de hermanos con un lapso aproximado de dos años entre uno y el siguiente la hicieron madurar precozmente. Eran tiempos de penurias, en los que los Reyes Magos se hacían notar con discreción, cuando lo hacían. Mi padre recuerda cómo volvió a convertirse en el benjamín tras morir de forma prematura el sexto hermano (el primero al que llamaron Tomás, como su padre) –contaban que porque a mi abuela se le había agriado la leche, al asustarse cuando la avisaron mientras lo estaba amamantando de que a su hija María la había atacado un perro—, y cómo al quedar encinta de nuevo, esta vez de mi tía Consuelo, que en paz descanse, Lola le espetó en tono burlón “Manolillo, ya no eres el pequeño. Se te han acabado las gachas…”.   Y aún habría de llegar el nuevo Tomás, mi padrino, que puso punto final a la lista de la progenie Guarino Bueno. Homero hubiera podido inspirarse en ella para pintar el azafranado velo de su E...