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Mostrando las entradas etiquetadas como historia

RELATOS DE UNA MOSCA. De memoria y tragaderas, por Pedro H. Martínez

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Debo confesar que… nunca he ido a pie a ninguna parte, moverme andando sí, pero andar, lo que se dice andar… nunca, no. Es uno de los privilegios de ser una mosca. Vas de un lado a otro volando, ello te permite ver las cosas con vista cenital, de manera panorámica y con un punto de vista completamente distinto a ustedes. Es lo que toca.   También tengo ventajas, en el comer, por ejemplo, a mí me gusta todo, me lo como todo, y cuando digo todo es todo. Perdónenme, acabo de darme cuenta que ustedes también lo trituran todo, y para dentro. Aunque algunos de ustedes son intolerantes a la lactosa, o a la cebolla, toleran muy bien que les roben, que les manipulen y que les dejen viendo noches enteras “ Tú cara me suena ”, sirva como ejemplo. Lo cierto es que tienen grandes tragaderas a la sumisión mediática, a la bronca facilona, a tertulias que no llevan a ninguna parte, a creerse cuentos, que ríete tú, más increíbles que los de los Hermanos Grimm. Quizás mi ansia viva venga por la esca...

PUNTO DE FUGA. Citas en el museo, por Charo Guarino

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El pasado jueves el antiguo cuartel de artillería estalló de besos. Se presentó en el Museo de la Universidad de Murcia, sito en el pabellón número cuatro, como homenaje a Catulo, el libro Besos para Catulo . Sus 171 versiones del Carmen V , obra de 166 autores, evidencian la imposibilidad de contener los besos en el receptáculo limitado de una cifra. Y esta es solo una pequeña parte del proyecto más amplio en que se insertan, pues con el nombre genérico de Da mihi basia mille sigo embarcada en la misión de recopilar 1000 versiones contemporáneas en distintos idiomas (interesados, escribid a charoguarino@gmail.com ). Seguiremos trabajando por evidenciar la validez universal y atemporal de los autores clásicos, aquellos que, como dijo Italo Calvino “nunca dejan de decirnos lo que nos tienen que decir”. Y, hablando de Calvino, a él estará dedicada la siguiente cita en el Museo (confiamos en que con los citados problemas de sonido resueltos) el próximo jueves, 23 de enero, también a las...

LOGOSFERA: El gran reencuentro de Najib, por Isaac David Cremades Cano

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  Najib intentaba retenerlo todo antes de su inminente migración hacia el norte. Al caer la tarde, decidió recorrer las calles de su barrio natal sin apenas parpadear, con la intención de que sus retinas quedaran impregnadas de la luz y del movimiento, siluetas a intervalos con vivos colores y sombras. Agotado observador se dispuso entonces a cerrar lentamente los ojos e inspirar con fuerza por la nariz todo el aire posible, reteniendo en sus pulmones esa parte invisible que le invadía el pecho y quería llevarse con él. La pituitaria percibía ese aroma a café que, mezclado con el suave pero intenso olor a incienso, perfumaba su entorno y tal estímulo, en conjunción con el hipotálamo, le permitía almacenar lo impalpable en su memoria. Del mismo modo, el bullicio de un zoco cercano acariciaba sus oídos, conseguiendo retener la musicalidad de los fonemas de su lengua materna, que extrañaría tanto como las oraciones del almuecín a viva voz desde el cercano minarete. Hasta el tacto de s...

El VERDE GABÁN. La Torre de Leandro, por Santiago Delgado

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La llaman Torre de Leandro, pero debería decirse la Torre de Hero. Y, con más propiedad aún la Torre del Padre de Hero. Y con justicia poética pura la Torre de Hero y Leandro. Está enfrente del viejo Estambul. Es un faro de situación, que delimitaba territorio gálata del constantinopolitano; todo ello antañazo, claro. El machismo, en este caso otomano, decidió conceder el apelativo al varón, lógica de los tiempos. Es harto difícil encontrar correlato verosímil al triste suceso de los dos amantes del Bósforo. Por eso, resistamos el envite. Hero –ella–, y él –Leandro–, en tiempos helénicos, se quieren. Sus familias no. Leandro es bizantino, Hero es gálata. O montesca ella y Capuleto él, no me acuerdo bien. El muchacho, cruza a nado todas las noches para festejar a su moza, y festejarse él. El mito dice que, buen conocedor de las corrientes, desde acá o allá de la barriada de Besiktas, Leandro batía con sus brazos las aguas nerviosas del Bósforo. Bien, una vez, aciaga noche, el viento aus...

Rosas para recordar, por Gedi Máiquez

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El tedio de las largas tardes de verano era interrumpido a veces por mi abuela Rosa. Su nombre hablaba de ella, de la sencillez en el habla y en sus gestos sin ornamentación, de ese olor a limpio que aun recuerdo en su ropa, como si con ese gesto quisiera rebelarse ante toda la suciedad y oscuridad que había rodeado su vida. Ella también tenía espinas, esas que sobresalían de su corto tallo recordando a las rosas de Mendel. Sus espinas habían crecido alimentadas por el dolor, por la temprana pérdida y por los sueños truncados de su juventud.   Su carácter era seco como el camino de tierra que rociaba todas las tardes en un ritual hipnótico que yo aprendí a hacer de tanto observar. Sentada a la puerta de su casa, en el primer escalón y moviendo mis piernas haciendo un baile imaginario, le pedía con curiosidad de niña silenciosa y observadora que me contase más historias de ese terrible monstruo que entró en sus humildes vidas para cambiarlas por siempre, no había conocido algo más t...

EL VERDE GABÁN. En Arjonilla, con Macías O Namorado, por Santiago Delgado

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He estado en Arjonilla, donde mataron al Trovador. Corría el siglo XIV, en sus finales, y los bardos gallegos aún bajaban la península, por ver de encontrar mecenas. Mecenas a quien servir y damas a las que amar. Macías encontró ambas cosas: El Maestre de Calatrava, un Villena, y una dama: Elvira. “Cativo de amor”, según su propio verso, marchó a la guerra con el moro fronterizo. Cuando volvió, supo que habían casado a su dama con un Calvillo, par del Maestre. Macías era plebeyo; por eso había marchado a la guerra. Mas el gallego no se amilanó, y siguió componiendo versos de amor imposible, en su idioma materno, tan del gusto de los trovadores. Y la Corte de los Villena los leía, entre admiración y regocijo. El marido fue entonces, “cativo” de celos, que no de amor. Consiguió que el feudal de Calatrava encerrara al trovador en la torre de la muralla del castillo de Arjonilla, sita en el mismo y alto cerco, lejos del resto de dependencias de la fortificación. A gritos, entonces, siguió ...