Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como familia

ALAS DE MARIPOSA. Carta a Adela, por Gedi Máiquez

Imagen
  Mi querida Adela: Me dirijo a ti sabiendo que cuando leas esta carta mi cuerpo habrá descansado después de tanto sufrimiento. Espero que mi alma tenga también la paz que no tuvo en vida y que Dios haya perdonado todos mis pecados. En mis últimos días he querido sentir la tranquilidad de no quedarme por más tiempo todo lo que me ha roto por dentro, y así, he podido hablar tras mucho tiempo de ausencia, con tu padre una última vez, para informarle de la decisión de dar luz a lo que por tanto tiempo ha estado en la oscuridad, al menos para ti.  Siempre llevaré conmigo el momento que llegaste al mundo. Ese caluroso día del mes de agosto fue el más feliz de mi vida y tenerte en brazos, un sueño hecho realidad. Me ofrecieron un ama para amamantarte pero yo me negué, quería sentir tu respiración y tus deditos agarrando los míos en perfecta unión. No te descubro nada nuevo si te digo que, a la vez que esto pasaba, tu padre se fue distanciando de mi y depositando su atención en otras...

ALAS DE MARIPOSA. Adela II, por Gedi Máiquez

Imagen
Las pocas farolas encendidas en esa fría noche de noviembre, salpicaban la calle como luciérnagas desorientadas. Pensó que así era como se sentía cuando llegó al lugar que la vio nacer. Jerez en 1925 era una ciudad próspera y adinerada gracias a las bodegas y a los inversores extranjeros que habían ido llegando paulatinamente desde el siglo XVIII. Su padre era uno de ellos, había nacido en Inglaterra pero pronto llegaría a la ciudad llamado por su familia paterna afincada en el sur de España. Adela se parecía mucho a él. Su pelo rojizo y ensortijado en bucles rebeldes había provocado más de un tirón de pelos de su madre, frustrada por no poder domar ni a su melena ni a ella. Era delgada y no muy alta. En su figura destacaba un generoso pecho que asomaba curioso a través de sus medidos escotes y de los vanos intentos de mantenerlo en un discreto segundo plano para evitar las miradas recriminatorias de doña Angustias, su madre. Sus brillantes ojos color miel, enmarcados en un amplio aban...

PUNTO DE FUGA. La tía Lola, por Charo Guarino

Imagen
La guerra civil que atravesó su infancia como un rayo y la sucesión periódica de hermanos con un lapso aproximado de dos años entre uno y el siguiente la hicieron madurar precozmente. Eran tiempos de penurias, en los que los Reyes Magos se hacían notar con discreción, cuando lo hacían. Mi padre recuerda cómo volvió a convertirse en el benjamín tras morir de forma prematura el sexto hermano (el primero al que llamaron Tomás, como su padre) –contaban que porque a mi abuela se le había agriado la leche, al asustarse cuando la avisaron mientras lo estaba amamantando de que a su hija María la había atacado un perro—, y cómo al quedar encinta de nuevo, esta vez de mi tía Consuelo, que en paz descanse, Lola le espetó en tono burlón “Manolillo, ya no eres el pequeño. Se te han acabado las gachas…”.   Y aún habría de llegar el nuevo Tomás, mi padrino, que puso punto final a la lista de la progenie Guarino Bueno. Homero hubiera podido inspirarse en ella para pintar el azafranado velo de su E...

Inteligencia Artificial (cuarta parte), por María Dolores Palazón Botella

Imagen
El profesor de universidad ha pasado de estar cansado de escuchar la clásica preguntita del mes de julio «ya de vacaciones, ¿no?», a estar hasta los cojones de oírla de boca de «maliciosos, envidiosos y ociosos que no tienen ni puñetera idea de lo que hago y dejo de hacer». Por eso está buscando una respuesta adecuada «proporcionada a la desfachatez de los preguntones» para dejar clara su postura. Piensa en lo correcto de una explicación en plan catedrático para argumentar, cargado de razones, la diferencia entre periodo lectivo, no lectivo y vacaciones, «aunque realmente eso da igual, el trabajo no se interrumpe en ningún momento». Pero eso solo lo sabe él y los suyos. El resto, la sociedad en su amplio conjunto, sigue con la cantinela de llevar con verdadera rigurosidad la cuantificación de sus vacaciones en tres meses exactos al sumar «julio y agosto íntegros, y quince días en navidad y semana santa», afirmación de la que se sirven para juzgarlo como beneficiario de un sistema donde...

Inteligencia artificial III, por María Dolores Palazón Botella

Imagen
El estudiante lo primero que hace al abrir los ojos es coger su teléfono para ponerse al día con los asuntos que abandonó hace menos de dos horas. «El tiempo que duermes estás muerto», se dice con cada despertar. Lleva unos días contento y aunque literalmente no lo pueda hacer porque sus manos están ocupadas, está frotándose las manos como se decía en la edad analógica. Ha superado el último curso del bachillerato, se ha presentado a la EBAU y ha sacado una nota que no es para tirar cohetes, pero sí suficiente para acceder a una carrera que le permita estudiar algo que en un futuro próximo le facilite el acceso a lo que en su círculo familiar llaman un trabajo con posibilidades, manera de aludir sin nombrar a estudios que te llevan por el camino de las finanzas, la economía, el derecho o la política, sectores siempre ávidos de buenos postores con los escrúpulos en niveles mínimos. Lo ha logrado con lo que su madre llama mucho sacrificio, «descansa, que te dé el aire que estás mustio de...

Inteligencia artificial, segunda parte, por María Dolores Palazón

Imagen
El tutor del último curso en el instituto se siente aliviado mientras se ve reflejado en el trozo de cristal que ha sobrevivido del espejo del baño del primer piso del centro. Hombre y fragmento comparten un semblante que es reflejo de una victoria amarga. El primero es un rostro pálido, con marcadas bolsas bajo sus ojos y unas manos que al recibir el agua del lavabo no logran calmar el ligero temblor que empieza nada más flanquear la puerta del centro. El segundo se mantiene por puro azar en un espacio que con cada año académico suma pintadas que aúnan declaraciones de amor, dibujos grotescos, confesiones inconfesables, insultos y motes de los de hoy y ayer. Pero ambos han superado otro curso. Para el tutor ya son 25 en una cara que ha ido dejando en cada uno de ellos jovialidad y alegría. «No tengo claro cómo puedo aguantar, supongo que los antidepresivos ayudan de verdad». Para el baño son algunos más, pero ha tenido reformas puntuales. Quizás el truco sea una mezcla de fármacos y e...

Inteligencia artificial, por María Dolores Palazón

Imagen
Primera parte La madre siempre lo ha sabido, nunca ha tenido ninguna duda: su hijo es el más listo y punto. «Lo que pasa es que hay mucha envidia en el mundo y más en este barrio, donde todos se las dan de alta alcurnia», comenta alzando la voz para que la escuchen mientras le hacen las uñas en un local que quiere imitar el diseño moderno con madera de palés desarmados a la vez que reivindica el uso de materiales reciclados. Tiene incontinencia verbal como toda madre cuando comienza a enumerar las bondades de su niño, así ha sido desde que abrió los ojos nada más nacer, cosa que para ella es una proeza y es marca para reconocer a los que vienen con la estrella del prodigio. Y eso que hoy a quien sigue llamando su niño tiene 18 años, pero es que él no sabe vivir sin el cola-cao con sus grumos correspondientes que ella le prepara para desayunar, ni ella se queda tranquila si no se lo hace con sus propias manos aunque lo haga a horas que la norma llama la tarde. Siempre ha estado orgullos...

PUNTO DE FUGA. En la calle del Rocío, por Charo Guarino

Imagen
“Veinte años no es nada”, cantaba Gardel en “ Volver ”, el tango compuesto por Alfredo Le Pera para la película “ El día que me quieras ”, que se estrenó en La Habana pocos días después de la muerte de ambos en un trágico accidente de aviación.   Si veinte años no es nada, cuarenta son dos nadas. Como las dos nadas a las que se refieren Mario Benedetti y Francisco Brines, entre las que se encuentra, como un paréntesis, la vida. Entre dos nadas se titula precisamente uno de los poemarios del valenciano, al que se concedió el premio Cervantes 2020 poco antes de su muerte. Con la nada me ocurre como con el cero. Se me antojan conceptos, más que difíciles, imposibles de imaginar. Me envuelven en vértigo. Igual que el adverbio ‘siempre’ o su opuesto, ‘nunca’. De tan absolutos se me atragantan. Recuerdo mi perplejidad en el colegio de niña cuando al aprender las tablas de multiplicar cualquier cantidad, por abultada que fuera, resultaba cero si se multiplicaba por ese circulito con apar...