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PUNTO DE FUGA, De males, remedios y consuelos, por Charo Guarino

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Abro uno de los últimos libros de mi admirado profesor Michael von Albrecht, A d scriptores latinos. Epistulae et colloquia (Queridos clásicos. Cartas y diálogos) publicado por Áurea Clásicos en 2023, con textos en latín y traducción al castellano del profesor Antonio Mauriz Martínez, y para el que me cupo el honor de escribir el prólogo a petición suya.   Lo hago para releer el diálogo con Catulo del profesor, que comienza así: «Ante diem revocant, nimium quem numina amarunt.» («Antes de hora reclaman nuestros dioses/ a quien aman de más», en traducción libre de Mauriz), pues Catulo murió con apenas treinta años (treinta y tres según algunas fuentes). El ateniense Menandro, que vivió entre el siglo IV y principios del III a. C., escribió «ὅν οἴ θεοί φιλοῦσιν ἀποθνήσκει νέος» (Aquel a quien los dioses aman muere joven), y aproximadamente un siglo después el comediógrafo latino Plauto escribió en su pieza teatral Báquides «Quem di diligunt adulescens moritur» (A quien aman los dio...

PUNTO DE FUGA. El punto de la felicidad

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Que el estado anímico influye en la salud queda fuera de toda duda, como está claro que las personas antes o después acaban siendo víctimas de circunstancias desfavorables mantenidas en el tiempo, situaciones que hacen mella en el espíritu y debilitan el sistema inmunitario, la defensa con la que cuenta el cuerpo para luchar contra potenciales infecciones.  Las plantas medicinales y la homeopatía contribuyen junto con los medicamentos desarrollados en laboratorio a preservar la salud, a restituir el vigor perdido o a paliar los efectos adversos de la enfermedad o del implacable paso del tiempo. La alimentación adecuada, la práctica de un ejercicio físico saludable, así como el cultivo de aficiones que nos satisfagan son imprescindibles para que el engranaje biológico funcione. Pero hay algo más que no depende estrictamente del individuo, que trasciende sus límites corporales y que resulta necesario para una existencia plena: la relación con el otro. Porque, como dijera Aristóteles,...

ALAS DE MARIPOSA. Adela II, por Gedi Máiquez

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Las pocas farolas encendidas en esa fría noche de noviembre, salpicaban la calle como luciérnagas desorientadas. Pensó que así era como se sentía cuando llegó al lugar que la vio nacer. Jerez en 1925 era una ciudad próspera y adinerada gracias a las bodegas y a los inversores extranjeros que habían ido llegando paulatinamente desde el siglo XVIII. Su padre era uno de ellos, había nacido en Inglaterra pero pronto llegaría a la ciudad llamado por su familia paterna afincada en el sur de España. Adela se parecía mucho a él. Su pelo rojizo y ensortijado en bucles rebeldes había provocado más de un tirón de pelos de su madre, frustrada por no poder domar ni a su melena ni a ella. Era delgada y no muy alta. En su figura destacaba un generoso pecho que asomaba curioso a través de sus medidos escotes y de los vanos intentos de mantenerlo en un discreto segundo plano para evitar las miradas recriminatorias de doña Angustias, su madre. Sus brillantes ojos color miel, enmarcados en un amplio aban...

MINUETO. La calle, por José Antonio Molina

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Fue una calle populosa y animada, aquella de mi infancia, al menos para las condiciones habituales de una minúscula ciudad balnearia en una provincia pequeña. Una imprenta, cuatro carpinterías, una fábrica de conservas, un bar de fama dudosa (después transformado en sede de un conocido partido político), una papelería y el almacén de una empresa de construcción. No siempre había sido así. Hubo una época inmediatamente anterior a la mía en que mi calle no existía. Relatos de vecinos y familiares contaban cómo antes no había nada edificado. Existía un palmeral, arboledas y un rincón sin cultivar, que le daba un aspecto boscoso, con pequeños árboles y matorrales, siempre verdes por la presencia de aguas freáticas que durante años fueron apareciendo cada vez que se ponían los pilares de un nuevo edificio. Al paisaje agreste, que en mi imaginación infantil siempre era semisalvaje, pertenecía un cuartel, con sus centinelas y con sus cuadras que albergaban a los caballos para las patrullas. N...