EL ARCO DE ODISEO. El ángel perdido, por Marcos Muelas

Lucille Smith se desplazaba en su silla de ruedas a través de su imponente mansión. Su mano artrósica dirigía la silla mecanizada, un costoso aparato hecho a medida para ella. Lentamente atravesaba los largos salones e interminables pasillos dedicando toda su atención a las obras de arte que la rodeaban. Algunas de ellas tenían un valor incalculable. En conjunto, un tesoro conservado por la familia Smith durante décadas. Lentamente dejaba atrás hermosas pinturas y esculturas, cada una de ellas poseedora de una peculiar historia. Orígenes, estilos y épocas distintas, todas ellas bajo un mismo techo y un mismo dueño. Lucille recorría su galería privada con bastante regularidad. Siempre pendiente de posibles cambios, presta a regañar a sus sirvientas si encontraba una mota de polvo o desperfecto en ellas. Así era la labor de la incansable guardiana del tesoro Smith. Las obras que poseía no estaban disponibles para el mundano público. Sus antepasados...