MINUETO: La isla del náufrago, por José Antonio Molina

Camino con mi hija de la mano por estas removidas y maltratadas parcelas abandonadas del campo y la huerta; la imagen sobrecoge y fantaseo con La carretera, la obra de Cormac McCarthy en que padre e hijo atraviesan un mundo desolado. Estos antiguos terrenos abancalados de oliveras y frutales se vieron olvidados conforme avanzaba la edad de sus dueños. La tierra, madre nutricia, quedaba viuda y sola; los árboles, sus hijos, huérfanos y desatendidos. Entonces llegó una de tantas oleadas de espejismos económicos, la propiedad se vendió y fue arrasada para levantar unos edificios que jamás se construyeron. Pero quedaron las heridas abiertas de la tierra. Las terrazas destruidas y los desniveles rebajados daban al suelo el aspecto misterioso de una desconocida y fosilizada morrena glacial. Canales y sifones que un día debieron irrigar las parcelas estaban ahora cegados por la tierra destripada. En la periferia las máquinas habían cesado su actividad antes de alcanzar una hilera de olivos qu...