Pálidas criaturas, por Vicente Llamas

Pálidas criaturas de superficie acechan en el tiempo de derrubios que nos aguarda.

Ellas heredarán la tierra, como los versátiles mamíferos, mejor adaptados, heredaron la tierra de los extintos saurios terribles.

El ritmo frenético que impone la tecnología, su avance constante absorbe la atención del individuo que no puede quedarse rezagado si desea pertenecer al mundo, sentirse partícipe de él, no relegado como una sombra a la fría periferia hacinada en desvanes, obstruye el reposo que requiere el ejercicio profundo del pensamiento. La actividad "contemplativa" es un lujo fuera del alcance del moderno ideal de vida: no confundamos al viajero inmóvil, introspectivo, sumido en una plácida soledad, con el voraz devorador de paisajes, ávido de escenarios exteriores en los que exorcizar una soledad que le resulta abrumadora, una pesada carga que no sabe soportar bien ... Las nuevas y variadas liturgias del ocio conjuran ese peligro.


Y el mal se extiende a la infancia, es en ella donde más lesivamente arraiga: niños abducidos por escenarios virtuales (concebidos para que el "ello", la facción más primaria de la topografía psíquica en clave freudiana, despliegue su sintaxis a placer), incapaces de detenerse ante un árbol o reparar en una piedra de su entorno. 

Niños huérfanos de esa mirada. Peor: niños que no se aburren (cuántas quimeras alumbramos, de niños, en los momentos de aburrimiento, marginados de una reunión de adultos, sin otro recurso que nuestra propia imaginación para evadirnos o pasar ese tiempo impostado de presencia forzada entre ellos, ajenos a sus códigos).


Al exiguo estímulo del desarrollo de la memoria (facultad que contribuye decisivamente a la conformación del sujeto) por la fácil accesibilidad de la información (no habitamos el tiempo de la información, sino el de la disponibilidad de información, liofilizada, descontextualizada a menudo) se suma una tibia llamada al autónomo desarrollo de la imaginación individual, casi todo dado en esos golems domésticos. Una infinita oferta de abismos, una emergente mitología para un tiempo que no alienta transcendencias pero está saturado de monstruos.


Al salir de una sala oscura que frecuento, la escena se repite sin cesar: una pareja de adultos, apenas finalizada la película y abandonado el amenazado santuario, comentando aspectos de ella. Detrás, a escasa distancia, un adolescente, absorto ya en la pantalla de su móvil, ni pájaros que desvelar, ni noche que hollar, ni suave lluvia de la que huir o a la que regresar ... Un zombie inmerso en un mundo virtual, sin transición de una pantalla a otra.


Me pregunto siempre qué pensaría Descartes si asistiese a este tipo de escenas ... Su obsesiva prevención contra la dificultad para distinguir vigilia de sueño. Y ahora, un régimen de falacias oníricas celebrado como el reino de promisión.

Sin duda, la tecnología brinda posibilidades enormes al futuro, pero sin un lógos externo (no un lógos fagocitado por ella: techné + lógos), un lógos rector de sus usos y gestor de sus dominios de aplicación, de su alcance, un mundo privado de la luz de una razón crítica que tenga algo de humanista, no rendida a la ciega inmanencia y a los cauces de la vocación transhumana de la ciencia... ¿Es un logro?







Comentarios

  1. Muy pertinente reflexión sobre los males que nos acechan. Tecne no es sino condición de posibilidad de la tecnología, absorbida en su propia lógica. Lloraremos a nuestros caídos en las guerras del progreso...

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