La Parrala, por María Dolores Palazón




Volvamos a dejar las cosas claras: Aunque la realidad supera la ficción, esto es solo ficción


Buscaban una solución y aumentaron el problema, así podemos resumir el ruido que ensordece estos días, sin el cual muchos no podrían vivir porque, seamos sinceros, a nadie le interesa estar al margen del conflicto, eso no reporta nada. Mucho mejor una lucha encarnizada que para ser perfecta debe ser fratricida, de esas en las que todo se postula entre dos opuestos, caso de un sí o un no, donde solo se permite la supervivencia de una opción, pues las medias tintas tienen el peligro de desteñir y eso no es bueno, porque puedes cambiar de idea al mezclarte con otras y no estamos para disparates de ese tipo. 

Por ello, seguros de su posición, sin atisbo de prudencia y con toda la fanfarria que acompaña a quienes se creen dueños de la verdad absoluta, algo que postula de un lado a otro de los extremos, anunciaron al mundo que todo sería más fácil para las víctimas y más difícil para los verdugos. Era lo que se esperaba, por fin el tiempo de la esperanza parecía dar paso al de los resultados, y eso gustaba más porque las aspiraciones las marca el sufrimiento y superarlas supone alcanzar la prosperidad. Pero ¿realmente podría ser tan efectiva la medida?, se cuestionaron los que inseguros dudaban de su eficacia, pues dudar de lo que impulsa tu reverso es una estrategia opositora muy reconocida. Con templanza respondieron sus contrarios, pues su seguridad no les permitía ver sus dudas, diciendo que el tiempo, ese imponderable que todo lo puede, les daría la razón. Justo lo que no había, porque el problema persiste, no pierde fuerza y golpea cada vez con más violencia. Bastaba, dijeron, esperar a que la justicia respondiera con las cartas de la baraja nueva que le fue entregada. Naipes limpios y sin manosear con nuevos palos que defensores y acusados comenzaron a tirar al tapete del juego que al final es la vida, donde se pierde más veces de las que se gana. Así, pronto llegaron las sentencias del experimento, expectantes todos esperaban que sus pronósticos se cumplieran en base a las dos, de nuevo, únicas opciones que barajaron: que fuera un éxito o que fuera el mayor de los fracasos. Lo último fue lo que ganó, así lo anunciaron los medios de comunicación con total rigor e independencia. Los que nunca estuvieron de acuerdo en nada, con nuevos toques de fanfarria para acompañar su verdad absoluta y sin prudencia alguna, dijeron traición, no les importa nada, no piensan en las consecuencias de sus actos. Los que esperaban el reconocimiento, apelaron al coraje para enfrentarse a sus contrarios, pues todo tenía como origen una conspiración contra ellos, contra la igualdad, contra su ideología, contra el mundo en general.

Comenzó así un mal sueño para algunos que para otros fue un ya te lo había dicho, que lo llenó todo del ruido anunciado que atronó oídos y enturbió la mente con un soniquete con tintes de copla pretérita, de aquellos tiempos en los que el drama, como ahora, tenía género de mujer, y bastaban unas pocas estrofas y un estribillo cargados de intenciones para entonar el dolor, como cantó tantas veces la Piquer desde los discos que reproducían las radios españolas. Fue el caso de su versión de “La Parrala”, donde la vida de Trinidad Parrala se contaba alternando un sí y un no que impedía con certeza saber la causa de sus pesares. Alternancia siempre vigente, pues ha demostrado adaptarse con facilidad a cualquier situación, incluyendo la de dar respuesta a grandes cuestiones, pues todo depende siempre del sentir desde donde se mire, por eso la justicia se vendó los ojos, aunque sus oídos quedaron abiertos para escuchar y su mente puede interpretar como es de esperar. 

Por eso hubo que redoblar el esfuerzo de sus intenciones con proclamas sencillas, donde se defendió como gran argumento que sí es sí y se acabó, frente a los que se decantaron por afirmar un que no podía ser y punto. El enfrentamiento estaba enquistado sin atisbo de solución, mientras la calle se iba haciendo eco del hastió de la falta de sentido común y del miedo por las consecuencias de actos embadurnados de las miserias del protagonismo, cuando se abrió una tercera vía en la forma de un sí pero no donde se consideraba ajustar solo lo que se consideraba error. Cabía esperar que, por fin, esa fuera la solución y se pusieran a ello, pero no, era mejor esperar que el acuerdo beneficia a todos y eso perjudica porque al final no eres tú, eres un nosotros y no estamos aquí para compartir.

Mientras eso ocurre, el sufrimiento perdura dejando sin fe a las víctimas pasadas y mantiene latente el miedo en una sociedad que no logra frenar las agresiones sexuales, donde solo vigilar y castigar se consideran medidas eficaces, no adentrándose en cuestionar el patrón educativo y social en el que germinan las mentes que provocan tanto daño. Víctimas que ven la incapacidad que hay para solventar cualquier tema que tenga que ver con lo femenino, a las que el consuelo de pedir por caridad se les ha agotado, porque solo quieren ser libres y sentirse respetadas, deseos no consolidados como derechos por muchas virtudes en las que se apuntalen los nuevos argumentos. Mientras, como decía la copla, se mantiene la agonía, los hombres siguen riñendo, la justicia debe aplicar los beneficios y se cuestiona si la mujer tiene parte de responsabilidad. Hay cosas que no cambian, como poner trabas para agrandar el dolor y el sufrimiento, como aferrarse al sí y al no...


¿Quién me compra este misterio?

Adivina, adivinanza

¿Por quién llora, por quién bebe?

¿Por quién sufre La Parrala?


Dos hombres riñeron una madrugá

Dentro del colmado donde ella cantaba

Y el que cayó herido dijo al expirar

Por tu culpa ha sido, Trinidad Parrala

Los jueces, al otro día

A la Trini preguntaban

Si aquel hombre conocía

Y la Trini contestaba

Yo no lo he visto en mi vida

Ni sé por qué se mataban

Unos dijeron que sí

Otros dijeron que no

Y para más que decir

La Parrala así cantó


Que sí, que sí, que sí, que sí

Que La Parrala tiene un amante

Que no, que no, que no, que no

Que ella no quiere más que a su cante

Que sí, que sí, que sí, que sí

Que si no bebe no pue cantar

Que no, que no, que no, que no

Que sólo bebe para olvidar

(Fragmento “La Parrala”)








 

 


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