LOS SONIDOS Y EL TIEMPO. El vínculo da Ponte, por Gabriel Lauret






Después de hablarles en artículos previos de Mozart, de Martín y Soler y de Salieri, parece obligado que hoy deba dedicar mi atención a un personaje crucial en la carrera de cada uno de estos compositores. Este vínculo común es Lorenzo da Ponte, el libretista con el que realizaron sus óperas más logradas. Da Ponte tuvo una vida tan larga como intensa en la que desarrolló actividades muy diversas y en la que recorrió a lo largo de sus nueve décadas de vida distintas capitales europeas hasta llegar a los Estados Unidos. De hecho, fueron menos de veinte años los que dedicó a la preparación de libretos de ópera, en los que colaboró con un total de diez compositores, de muy distinta consideración. También podríamos decir que fue un vividor o un superviviente, según cómo queramos mirarlo. Que disfrutó de la vida es innegable.

Emmanuele Conegliano nació en 1749 en Cèneda, la actual Vittorio Veneto, dentro de una familia judía. Con la conversión familiar al catolicismo en 1763 por imperativo paterno, para poder casarse con una joven veinte años menor, adoptó el nombre del obispo que le bautizó, Lorenzo da Ponte, que se convirtió en su protector. Estudió en el seminario de Portogruaro y se ordenó sacerdote en 1773. Allí enseñó retórica al igual que en Treviso, hasta que fue despedido por defender ideas de Rousseau, prohibido por aquel entonces. Se trasladó a Venecia, donde ejerció como sacerdote en la iglesia de San Luca, dio clases de literatura y se hizo gran amigo de Giacomo Casanova, prototipo de seductor y aventurero. Su carácter y amistades peligrosas como la anterior le convirtieron en un libertino, con amante y dos hijos. Tras un juicio, en 1779 fue desterrado durante quince años de la República de Venecia.

Llegó a Viena en 1781 con una carta de recomendación para el compositor Antonio Salieri. Pronto consiguió el favor del emperador José II, gran aficionado a la música, que reflotó la compañía italiana y le nombró poeta del teatro de la corte. La facilidad de Da Ponte para versificar y su gran conocimiento de los idiomas le convirtieron en un poeta ideal para el teatro. Traducía textos del francés al italiano, reelaboraba viejos libretos, adaptaba a otros autores o creaba nuevas obras. Para ello tenía un profundo conocimiento de las tradiciones literarias y dramáticas: admiraba a Metastasio y estaba familiarizado con la poesía renacentista de Dante, Petrarca o Ariosto. Hizo suya la idea de Carlo Goldoni creando un nuevo tipo de drama que mezclaba la seriedad y la comedia, y de ahí su enorme éxito.

Los tres compositores que contribuyeron a su fama en su época fueron, como comentaba al inicio, Salieri, Martín y Soler y Mozart, pero ha pasado a la posteridad como el libretista de tres obras maestras de este último: Le nozze di Figaro, Don Giovanni y Così fan tutte. Aunque, por descontado, era un admirador de Mozart y elogiaba a Salieri, su compositor favorito parece que fue Martín y Soler ya que consideraba L'arbore di Diana como su mejor libreto.

La muerte de José II en 1790 supuso una auténtica tragedia para la ópera italiana en Viena, especialmente para Salieri y Da Ponte, quien tras caer en desgracia se vio obligado a partir. Se estableció en Londres, ya que por entonces estaba compartiendo su vida con Nancy Grahl, una mujer inglesa, donde enseñó italiano y escribió libretos para el King's Theatre. Allí colaboró nuevamente con Martín y Soler, a quien convenció para ir desde San Petersburgo y con quien consiguió enemistarse en sólo dos óperas.

Aparte de para la poesía, Da Ponte tenía un don especial para el fracaso empresarial. Se declaró en quiebra y acabó emigrando (o más bien huyendo) a los Estados Unidos con 56 años, perseguido por los acreedores. No hay que olvidar que él seguía siendo sacerdote, a pesar de que no ejerciera como tal, de sus relaciones amorosas y de sus hijos. Trató de ganarse la vida comerciando con té, tabaco y alcohol. Más tarde abrió una tienda de comestibles, complementando sus ingresos dando clases particulares y con el comercio de libros italianos, decidido a llevar la cultura italiana a su país de adopción. A partir de 1819 algo mejoró su situación cuando ejerció de tutor de italiano de los hijos de familias adineradas de Nueva York y se hizo amigo de escritores, pintores e intelectuales que sabían que había trabajado con Mozart. Desde 1825 se convirtió en el primer profesor de italiano en Columbia. Introdujo la música de Rossini y produjo Don Giovanni en 1826, con la compañía lírica del tenor sevillano Manuel García en la que participaba una hija de éste, que con posterioridad sería mundialmente conocida con el nombre de María Malibrán.

Acabó sus Memorias en 1830, por las que conocemos su vida y avatares, al menos lo que él quiso que supiéramos y de la forma que consideró oportuno. Ocho años más tarde, murió en Nueva York. Todavía le había dado tiempo a una nueva aventura con la creación (y cierre) del primer teatro de ópera italiana en Nueva York. Su epitafio, en una tumba que ya no existe, bien pudo haber sido esta estrofa del segundo acto de Don Giovanni: ¡Larga vida a las mujeres! ¡Viva el buen vino! ¡Que por siempre sustenten y exalten a la humanidad!


   
 Retrato de Lorenzo da Ponte. ca. 1820.
 Autor Anónimo. Universidad de Columbia.




Comentarios

  1. Estupendo!esperando ya el próximo.

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  2. Muy bien! Cuántas cosas que no sabía!!!

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  3. Qué placer leer tus artículos. Espero impaciente el próximo

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  4. Sabíamos que Da Ponte fue el libretista de la trilogía operística de Mozart, pero desconocíamos el resto de su agitadísima vida! Gracias Gabriel por dárnoslo a conocer

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