CRONOPIOS: Sublimación, por Rafael Hortal


Isabelle ascendió a los cielos y escudriñó todos los infiernos tras el rastro del cuadro que perturbó su vida, la pintura que presintió siempre. Cuando descubrió esa obra por casualidad ya tenía 35 años de edad; ese momento supuso la clarividencia donde encajaban todas las piezas de su obsesión. Soy su compañera de cuarto, escritora; nos conocimos hace un mes, y ya me ha nombrado su biógrafa.

De pequeña, Isabelle, sentía la necesidad de observar su entorno desde la altura. Se escondía en la torre de la aldea que mandó construir la reina María Antonieta, o le quitaba la escalera al jardinero para subirse a un árbol; sus padres eran guardeses allí, en Versalles. En primero de Bellas Artes, convenció a un compañero para hacer el amor entre las ramas de un árbol, le gustaba sentir que flotaba, que levitaba como Santa Teresa mientras llegaba al éxtasis. Ya fuere misticismo o epilepsia, Isabelle buscaba la sublimación, ser etérea. Todos los días observaba a los cientos de turistas que visitaban Versalles y escogía una pieza fácil, variada en sexo, raza y edad, para subirla a su casita secreta en un árbol del bosque, como cuando una pantera trepa al árbol con su presa en los dientes para saborearla con tranquilidad. Años después descubrió el maravilloso mundo de la danza aérea y montó un gimnasio. Cuando cerraba al público, invitaba a sus amigas a trepar desnudas por las telas colgadas; le gustaba que sus amigas la vieran y oyeran gemir en lo más alto de la nave, balanceándose en el aro mientras acariciaban su cuerpo con manos y lenguas. Para sentir el máximo placer necesitaba sentir su cuerpo libre, alejándose del mundo terrenal con los ojos cerrados. Compró un columpio sexual que estreno con un chico gimnasta, pero quería más; se convirtió en una adicta al sexo aéreo, lo que fortaleció su musculatura y desarrolló su libido.

Isabelle no supo explicarme con certeza como conoció el cuadro que daría el sentido a su existencia. Es posible que alguien le mostrara una foto en las clases de Historia del Arte. Se trata de “La Femme Damnée”, un cuadro de Nicolas-Francoise Octave Tassaert de 1859. Se ve a una mujer elevada por tres seres, que podrían ser ángeles, mientras le dan placer. Se reconoció en ella inmediatamente, pensó que era la reencarnación de la mujer que posó para el pintor, hasta recordó que se llamaba Annette en su vida anterior. Isabelle sufrió un desmayo, y cuando recobró el conocimiento relataba su experiencia en el estudio de Nicolas mientras tres personas tocaban y chupaban su cuerpo por todas partes. También contaba como el pintor fue repudiado por la sociedad, a pesar de haber alcanzado la fama con sus cuadros anteriores, lo que ocasionó que cayera en el alcoholismo y se suicidara.

Isabelle juraba que no era una ensoñación, sino su vida pasada en el cuerpo de Annette que al morir le transfirió su alma. Dedicó su tiempo a buscar el cuadro por todo el mundo; visitó los museos donde el pintor tenía obras:  Musée d'Orsay, el Musée Fabre, hasta viajó al Cleveland Museum of Art. Investigó en colecciones privadas, pero no encontró ni rastro del cuadro prohibido. Su obsesión le llevó a representar varias veces la escena, con tres mujeres a veces, otras con hombres, o con otras combinaciones. Tenía la firmeza de pensar que el amor sublime no tiene sexo, buscaba ángeles o seres andróginos. Consultaba con estudiosos de teología, con ingenieros genéticos; quería experimentar el placer supremo que le llevara a la muerte; hasta abordó a un famoso escritor, Hourllebecq se llamaba, porque pensaba que sabía el secreto de la reencarnación. Él la miró fijamente mientras no paraba de fumar… allí se quedó embelesado y fumando sin decir nada, pero Isabelle insistía una y otra vez contándole su historia, hasta que comprendió que era él el que le sacaba la información de su mente, mientras se llevaba el cigarrillo a la boca una y otra vez de forma extraña. La humareda los envolvió como en una ensoñación. Seguro que ya tramaba escribir otro libro de éxito robándole su historia. Isabelle pensó que Michel podría ser la reencarnación de Nicolas, que murió asfixiado, y por eso sus vidas se volvieron a cruzar en el Campo de Marte.

Hace un mes que la policía la detuvo intentando trepar desnuda a la parte más alta de la torre Eiffel, casi llegó a la antena de radio. Somos buenas amigas aquí en el hospital psiquiátrico de la Pitié-Salpêtrière. Yo la creo, y estamos planeando amarnos en la torre del reloj sobre la cúpula de la capilla.

 

 La femme damnée, por Nicolas-Francoise Octave Tassaert (1859)

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