¿Qué decir de Diana?, por Mercedes González

¿Qué escribir sobre Diana que nadie haya dicho? ¿Qué decir de Diana que nadie sepa? ¿Cómo resumir casi 30 años de amistad en tan breve espacio?

Treinta años han transcurrido desde que nuestras vidas se cruzaron en Bérgamo, nuestra querida Italia, que nos ha unido para siempre, cual Thelma y Louise –como cariñosamente nos llamamos, empleando ese léxico familiar solo nuestro–, en una aventura vital llena de experiencias compartidas, de complicidad, de risas, de inmenso afecto y de empatía, que ha creado un lazo indestructible entre nosotras, imposible de sintetizar en tan breve espacio, que ni siquiera la distancia física que, por desgracia, nos separa ha podido ni podrá romper jamás. Porque nos basta un mensaje, una llamada, o un esporádico reencuentro para retomar el capítulo de nuestra historia común, como si tal distancia no hubiera existido nunca.

Descubrir aspectos que nadie sepa o que nadie haya dicho sobre tan gran persona, especialmente a nivel académico, no es cosa simple, pues sus muchas cualidades ya han sido, son y serán estudiadas y plasmadas por escrito por los más diferentes investigadores que, asiduamente, se interesan por su figura y su obra. Su gran talento, archi demostrado en sus interesantes clases y en sus maravillosas obras teatrales –que te cautivan desde la primera página, sin poder interrumpir su lectura, hasta el final– es sobradamente conocido y se refleja no solo en los muchos estudios que sobre ella se han realizado, sino también en los numerosos reconocimientos que ha recibido y en la admiración que tantos sienten hacia ella.

¿Qué podría añadir yo, por tanto, que nadie sepa…?

Que es una excelente profesora y una excelente dramaturga lo sabemos todos aquellos que la estimamos, incluso quienes la envidian –si es que los hay–, y también aquellos que aún están por conocerla y que, inmediatamente, la apreciarán y se sentirán deslumbrados por su brillo.

Que es una excelente persona, bellísima, bondadosa, generosa, sensible, dulce, cariñosa, simpática a raudales, con un gran sentido del humor y de la ironía, que arrasa por donde va sin pasar nunca desapercibida, pese a esa extraordinaria sencillez y humildad con las que intenta encubrirse, también lo sabemos todos los que hemos tenido la suerte de encontrarla en nuestros caminos.

Quizás, me atrevo a decir, tras tantos años a su lado, en la cercanía y en la distancia, que la única que aún no es consciente plenamente de su inmenso valor es ella misma. Su modestia se lo impide, pero también su generosidad, que la hace mirar más a los demás que a su propia persona, ignorando lo valiosa que es y la joya tan preciada que lleva consigo. Esa joya se llama Diana, que ilumina y que cautiva, con la fuerza arrolladora de una diosa de la caza, fiel portadora de su nombre.

La última vez que nos vimos fue el pasado mes de octubre, en un congreso sobre la misoginia que organicé en Oviedo –porque afinidad en nuestro trabajo y en nuestros intereses de investigación tampoco nos falta–, en el que, como no podía ser de otro modo, ella fue una invitada de honor, junto con la representación de su fantástica y simbólica obra Casandra; ninguna más adecuada para la ocasión, como reflejo de todas aquellas mujeres maltratadas, víctimas de los hombres, que sufren sometidas al oprimente patriarcado. Porque Diana, cabe también decirlo, es una gran luchadora, defensora de las mujeres y muy crítica contra las injusticias cometidas contra estas, a las que plasma con profundo realismo en sus obras, liberándolas y dando rienda suelta al desahogo de sus pasiones e inquietudes más recónditas, mostrando sus virtudes, sus defectos, sus sufrimientos, sus “locuras”, sus contrariedades, sus muchos sueños e ilusiones... Mujeres en su más plena esencia, desnudas ante su lector/espectador, a las que Diana reivindica, dándoles voz y un merecido espacio donde ser, finalmente, protagonistas de sus propias vidas, ofreciéndoles fortaleza, estímulos, comprensión, compañía y, en muchas ocasiones, el suficiente humor para afrontar la adversidad.

Lamentablemente, ahora es ella, prima donna de su amplio catálogo femenino, quien necesita esos ánimos, apoyo, compañía y mucho amor, pues el inesperado y cruel destino también ha querido ponerla a prueba, como a muchas de las protagonistas de sus obras. De todo eso tiene a borbotones y desde aquí queremos brindárselo públicamente, gritando a los cuatro vientos lo orgullosos que estamos de ella y de su fortaleza.

Lucha Diana guerrera, amiga querida, bella por dentro y por fuera, que tenemos que retomar muy pronto esos capítulos de la vida aún por escribir, y reír y llorar y apasionarnos y sorprendernos a tu lado. Nosotros estamos contigo, ansiosos de seguir ocupando un espacio en el maravilloso libro de tus experiencias.

La continuación de esa semana tan fantástica de octubre, impaciente, nos espera.




Tu siempre amiga, Merche

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