EL VERDE GABÁN. El escultor y la modelo, por Santiago Delgado.








Después de los dos fulgores, acudió el dios del reposo y la cordura. Apaciblemente, descansan, gloriosamente desnudos, artista y modelo, contemplando el busto de la bella. Miran, luego hablan. Más tarde, celebran callados la hermosura que ha surgido de las manos del escultor, sobre el fuste de modelar. El paisaje, asomado a la ventana, descubre un horizonte de sierra, con un cielo azul que, de tan puro, no precisa color. Un jarrón apenas, un par de flores, como cuello y cabeza de un cuerpo de agua y transparencia, es testigo, desde el alféizar, de la sagrada intimidad del mágico triángulo del taller del apolíneo demiurgo, que hace formas ciertas de la informe y dudosa materia. Sentado en el feble lecho por el suelo tendido, el habilidoso barbudo ampara, con su diestra, la mano de la dama, que se coloca, coqueta, la guirnalda que aureola su testa. Antes, ha dispuesto otra, asimismo floral, sobre la del creador, debelador de su inmarcesible beldad. La desnudez canta la epifanía del amor, del arte y de la eternidad. Con la otra mano, el noble varón extiende las yemas de sus dedos sobre la ebúrnea piel de la diosa humana a la que ha emulado el alma de su ser juvenil e inmortal. Los sexos duermen, engalanados por su desnudez, un sueño de níveos albores, hechos con la niebla del silencio y con la luz tranquila de un paisaje mediterráneo.




El escultor y la modelo, Picasso (Suite Vollard)
Fundación Cajamurcia, Sala de Las Claras, febrero 2023

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