EL VERDE GABÁN. Despedir a un barco, por Santiago Delgado

De Trieste, partimos a fatigar el Adriático, sur adelante, hasta quebrar al Egeo y ganar el helénico piélago. Y allí, en el muelle triestino, frente al Gran Hotel Savoia Excelsior, a un paso de la Piazza de l’Unitá, una centena de nativos nos vino a despedir, al caer la tarde y perder su luz el día. Asistí, desde la acristalada popa del monstruoso paquebote al evento. Devolví el saludo con brazo alzado y la mano como vela de molino, agitada por el viento de cierto comedido, aunque sincero, entusiasmo. Es hermosa la despedida en barco. Más que la del tren. Por supuesto, dejo aparte los llantos causados por la partida de innumerables paquebotes que, desde Europa entera, izaban velas y quemaban carbón para hacer las Américas y prosperar, en el penúltimo cambio de siglo. Aquellas lágrimas son el lado oscuro de las sonrisas de hoy, que aquesta prosa quiere memorar. Unas sonrisas que, además de saber el periplo feliz que nos espera a los embarcados, conocen el rito festivo, y heredado, de de...