EL VERDE GABÁN. Despedir a un barco, por Santiago Delgado




De Trieste, partimos a fatigar el Adriático, sur adelante, hasta quebrar al Egeo y ganar el helénico piélago. Y allí, en el muelle triestino, frente al Gran Hotel Savoia Excelsior, a un paso de la Piazza de l’Unitá, una centena de nativos nos vino a despedir, al caer la tarde y perder su luz el día. Asistí, desde la acristalada popa del monstruoso paquebote al evento. Devolví el saludo con brazo alzado y la mano como vela de molino, agitada por el viento de cierto comedido, aunque sincero, entusiasmo.

Es hermosa la despedida en barco. Más que la del tren. Por supuesto, dejo aparte los llantos causados por la partida de innumerables paquebotes que, desde Europa entera, izaban velas y quemaban carbón para hacer las Américas y prosperar, en el penúltimo cambio de siglo. Aquellas lágrimas son el lado oscuro de las sonrisas de hoy, que aquesta prosa quiere memorar. Unas sonrisas que, además de saber el periplo feliz que nos espera a los embarcados, conocen el rito festivo, y heredado, de despedir al que, a bordo ya, deja el puerto, tierra firme y anclada a una Historia inamovible.

Los perfiles de la ciudad iban perdiendo nitidez, por causa, tanto de la lejanía, paulatinamente acrecida, como por la tarde última, que vistiendo iba su manto gris, hilado con lanas de oveja invisible. Pero, aun con el casi cernido ocaso, los adioses pervivían. Los pañuelos desechables de feble papel, para otros menesteres pensados, no eran hábiles, en la triestina mentalidad, para agitar en despedida, y así, solamente las nobles palmas de sus manos parecían impeler la debida lentitud que las aguas de la bahía libraban para la ocasión.

Eché de menos el adiós del enorme crucero nuestro, en forma de ronca bocina breve y doble, como mandara la tradición de antaño. No hay vapor de agua que liberar para que enuncie en el idioma propio, una doble frase: “¡Adiós, gracias por vuestra despedida!”. Eso, ya digo: dos veces: ¡Adiós, gracias por vuestra despedida”!

Con esto, nos volvimos al camarote.





Barcos en el puerto, Monet

Comentarios

  1. Qué contraste tan auténtico y real entre la tristeza de antaño y la alegría de hoy. Delicada descripción de una despedida.

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