Reflexionar, por María Dolores Palazón Botella




Se siente tan extraño como antes, cuando no entendía nada, quizás porque el tiempo no cura la sensación de no tener el control sobre lo que ocurre a tu alrededor, y los años te hacen ver que el pasado se repite de forma constante sobre un presente que se dedica a arrojarte con fuerzas renovadas hacia un futuro que ya sabes que no tiene nada de prometedor. No se lo tienen que decir a él, tiene la lección más que aprendida, lo que está por venir no es más que un mal reflejo de lo caduco y denostado de lo vivido, de eso que otros creen haber superado pero que él, por pura experiencia vital, sigue viendo en los ideales de las nuevas generaciones, esas que creen que están en el lado bueno de la historia sin saber muy bien qué es eso realmente, las mismas que han patentado el lema de que los viejos, como llaman en señal de respeto a los mayores, están todos seniles y no hay que hacerles caso porque ellos ya no saben nada y son incapaces de ver más allá de lo que vivieron. Pero él no acepta esa máxima, él no está equivocado, por mucho que no entienda nada, eso no lo pone en duda, porque lo que ve ahora ya lo ha visto y sabe como acaba, aunque no entienda los motivos. 


Porque él sabe que lo que dicen ahora unos lo dijeron otros hace años, tenían otros rostros, eso es cierto, pero los gestos, las palabras y hasta las proclamas son similares, lo jura cada vez que escucha en las noticias los trozos de mitin que los periodistas desmenuzan según el ideario que defiendan, para que no le digan que está loco ha hecho su particular quiniela, le va sumando equis cada vez que repiten lo mismo, aunque sean de colores distintos, eso ya da igual, ahora todo está desteñido. No callan, tienen ideas para todo, resucitan fantasmas del pasado y prometen solucionar los mismos problemas que lleva escuchando décadas con tal facilidad que asusta pensar que no sepan por qué no lo hicieron antes. Pero lo que le da miedo de verdad es verlos sacar las banderas y pronunciar con perversión las palabras patria, libertad y justicia. Porque él, en un pasado que ojalá pudiera olvidar con la amnesia de la senectud, ya vio la ciudad arrasada, leyó pintadas en los muros marcadas por la revancha, escuchó sentencias de muerte y recuerda banderas de colores diferentes batallando en cimas de ideales que rompieron vidas que provocaron heridas que el tiempo todavía no ha curado. Cuando piensa en ello su cuerpo se tensa, siente escalofríos y la náusea vuelve a su boca, por eso a los suyos les pide que piensen, que se tomen su tiempo, que no actúen sin recapacitar, que reflexionar no es malo. Pero ¿quién hace caso a un viejo que agita sus batallitas estos días hasta el cansancio? Abuelo, eso paso hace décadas, le dicen. Él lo sabe, incluso va más allá, porque con certeza dice que entonces nadie ganó, lo mismo que va a pasar ahora. Tocará simplemente volver a empezar, con lo bueno y lo malo. Quizás él ya no esté para verlo, pero espera que su pasado no sea nunca más el futuro de otros. 





Fotografía de la autora, elaborada a partir de El zulo de Víctor Ochoa.


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