CRONOPIOS. Juegos prohibidos, por Rafel Hortal







En recuerdo de Asensio Piqueras, 

promotor de la Feria del Libro de Murcia



Al comandante Carlos le gustaba emular a su tocayo Arguiñano en aquellos programas de hace décadas. Ahora todo era más sintético en la base española de la estación lunar controlada por Inteligencia Artificial. Entre vigilancias de tráfico interestelar, proyectos biogenéticos y tareas de mantenimiento, Carlos se ponía el uniforme de gala para cocinar frente a la cámara del canal TeleLuna. 

Rosa era la especialista informática, sin graduación militar pero respetada por todos. Le gustaba leer a los clásicos; su biblio terabyte contaba con los mejores ejemplares rescatados y reconstruidos de las bibliotecas de Alejandría y la del Vaticano, de las que sólo quedaron cenizas tras la Guerra Mundial Terminal del pasado siglo XXI.

Todo estaba resuelto en la base lunar, el sexo era extremadamente placentero, pero individualizado. Rosa, en su habitación, se conectaba al orgasmatrón y bastaban unos segundos para descargar toda la tensión acumulada durante la jornada de trabajo y sentir placer. La Inteligencia Artificial se inspiró en El dormilón de Woody Allen y jodió las relaciones interpersonales por el bien de la conservación de la raza humana; sólo se clonaba a las personas perfectas; el sueño de Hitler hecho realidad.

Rosa llamó a Carlos por el codificador privado.

—Carlos, estoy viendo en el plasma cómo preparas la bechamel para croquetas de pollo y jamón. Me gustaría probarlas mañana. Ahora tengo ganas de sexo, pero estoy cansada de la maquinita.

—Desde luego, el orgasmatrón da tanto placer que han conseguido que nos olvidemos hasta de aquello que llamaban masturbación.

—¿Has leído El amante de lady Chatterley? Un clásico muy bueno.

—No.

—Eran tiempos maravillosos, en 1928 la tecnología más avanzada era el avión de hélice, pero la relación entre Constanza y el guardabosques era muy excitante, hasta le ponían nombres a sus sexos. Me estuve acariciando mientras lo leía y creo que sentí placer. Te lo transfiero ahora mismo, y también: La Venus de las pieles y Los diarios de Anais Nin ¡Cómo disfrutaban!

En la base lunar, era habitual seguir el desarrollo de un agujero negro comiéndose a una estrella de neutrones, pero se había perdido el placer del coito, el cunnilingus y la felación. Todo allí era blanco, impoluto, a salvo de pandemias y otros contagios como sufrían los pocos habitantes que quedaban en la Tierra. En el comedor, escogieron una mesa un poco apartada del resto, aunque también controlada por el robot de I.A. que podía leerles el pensamiento.

—Rosa, antes de dormir, vi en el canal clásico la película Cuando Harry encontró a Sally. Ahora ni nos planteamos lo que llamaban follamigos.

—Debía ser fabuloso ¿Te hago la escenita del orgasmo fingido? Creo que deberíamos retomar lo de follar ¡Estoy cansada del orgasmatrón!

—Y yo. ¿Por qué no escribes algo erótico? La imaginación es muy importante para activar el deseo.

—Podemos hacerlo juntos, como los del legendario libro “Juego de sexos” de María Jesús Marín y Asensio Piqueras, dos grandes del erotismo. Por más que lo leo no consigo saber quién escribió cada cosa, si él o ella. Sugiéreme una historia.

—Tendría que ser algo novedoso, déjame pensar.

El comandante Carlos estaba al tanto del material desclasificado por el ejército americano, sobre las naves tripuladas por seres de otros planetas. Entraban y salían de nuestra galaxia a diez veces la velocidad de la luz. En 1940 le llamaban OVNIS y pensaban que venían de Marte. Ahora sabemos que sus leyes de la materia no están encorsetadas como las nuestras. Al día siguiente entró en el habitáculo de Rosa y le propuso escribir una historia. 

—¡Ya lo tengo! Será una historia de amor entre un humano y una alienígena.

—Carlos, Ahí no puede haber amor, en todo caso sexo extremo y raro, depravado, más allá de la zoofilia. ¿Acaso has visto a alguna alienígena? Te las imaginas como las tías buenorras de la película Spermula, pero en realidad eran entes que ocuparon los cuerpos de las humanas más esculturales.

—Venga, vamos allá, empiezo la historia, la situaremos en…

—Espera, tranquilo; lo haremos a cuatro manos en el mismo teclado estando desnudos, a ver si nos entonamos, que hoy no me he descargado en el orgasmatrón.

Se despojaron de sus monos de trabajo. Por primera vez se veían desnudos, Rosa acarició la espalda de Carlos, sus musculosos brazos. El primer contacto con la piel le causó una sensación agradable. Agarró el pene y comenzó a crecer, algo que Carlos ya tenía casi olvidado. Los pezones de Rosa se endurecieron cuando él acarició sus pechos.

—Continúo —dijo Rosa sentándose ante el teclado—. Situaremos la historia en una cabaña en la selva amazónica en el 2033. Un explorador estaba desayunando cuando sintió un gran deseo sexual…

—Escribe: una alienígena se materializó detrás de la cortina, lo tiró al suelo y se lo folló.  

—Eso no puede pasar así, hay que darle algo de intriga, emoción y erotismo; describiendo el lugar, el clima, si llovía o no, contar cómo eran él y ella… Todo eso, como en las buenas novelas.

Rosa se arrodilló ante el pene de Carlos, lo estimuló con la boca hasta conseguir la dureza para sentarse encima y cabalgarlo lentamente frente a él; mientras le acariciaba los hombros y frotaba sus pechos contra su torso.

—Creo que ya lo entiendo. Esto me gusta.

—Tú sigue con tus recetas de cocina, que yo haré un tutorial de sexo con sentimiento ¡Si la hija de puta de la Inteligencia Artificial me deja!


      





“Trópico” de Luis Marino. 

Obra nominada en 7ª edición del Fine Art Photography Awards.





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