LOGOSFERA. Horizonte ovalado, por Isaac David Cremades Cano






Un estrecho sendero pavimentado con rocas volcánicas se adentra en el húmedo bosque, abriendo una pequeña brecha entre tal abundancia de árboles y plantas. Pocos son los rayos de sol que logran atravesar tanta vegetación superpuesta, sin impedir que la luz juegue con las hojas multiformes, creando siluetas y sombras a diferentes alturas. En este jardín pantagruélico, bajo su dosel de verdes variados, el aire se vuelve de repente espeso y templado. La leve inclinación del terreno anuncia el gran ascenso que, de pronto, se traduce por el zigzagueo de una ruta habitada por variados cantos de aves exóticas. Esta irreconocible armonía lo envuelve todo entre vocalizaciones de reclamo y de proclamación territorial, pero las que más destacan por cercanía e intensidad son los graznidos de alarma, cuando comunican la proximidad de esos seres coloridos, erguidos sobre sus patas traseras.

Igualmente sugestivo es ese leve zumbido que emite el frenético aleteo de un pajarito, curioso y siempre hambriento, acercándose. La presencia del huidizo colibrí, en su incesable búsqueda del rico néctar, facilita la localización de llamativos bijaos de colores cálidos. Pues, tal es la vecindad forestal que son difícilmente perceptibles por el ojo inexperto, a pesar de los naranjas vivos, los potentes tonos rojizos y amarillentos que proyectan estas zoomórficas inflorescencias. Al contraste del metálico color de sus plumas sobre el verde sólido, se añade el de estas plantas rizomáticas con forma de pinza de langosta, donde este liliputiense ser volador de pico puntiagudo introduce su larga lengua, revelándonos la ubicación precisa de la flor. Seres aéreos en imagen caleidoscópica que, ajenos a la seguridad del duro suelo empedrado, evitan el barro que lo rodea, base inestable tejida por raíces emergentes y oscurecida por la perenne descomposición.

Llegados a cierta altitud, el espeso y húmedo bosque es sustituido por matorrales, palmistes y bromeliáceos de poca altura, que van desapareciendo al ascender a la cumbre deshabitada. El silbido de una irregular brisa al pasar entre sus ramas suplanta los acordes ornitológicos. La sombría bóveda arbórea da paso a una claridad casi cegadora. En esta sabana de altitud con escasa cobertura vegetal, las algodonadas nubes corretean veloces y cambiantes, siendo moldeadas al antojo de los vientos. A desiguales cotas, algunas incluso chocan con la colina cónica, otras hasta atraviesan el trazado e invaden por completo el entorno con el fresco gris que transportan. Limitados momentáneamente del amplio campo visual que se intuye ya cerca de la cima, una gran roca, testigo de la violencia de la última erupción, hace su aparición durante una breve tregua entre los gaseosos cúmulos. Se percibe, en efecto, la brutal fuerza de este cataclismo renovador. Su energía destructiva, al mismo tiempo que creadora, queda esbozada en el paisaje, así como magistralmente expresada en el universo metafórico del gran Aimé Césaire. Pinceladas esmeraldas y glaucas puntillistas destacan sobre los ocres y grises rocosos que, a su vez, discrepan de los matices azul cobalto del cielo y su reflejo turquesa en el mar.

Justo aquí, como si de un hito se tratase, el oscuro peñasco advierte que el sendero se bifurca, para así poder rodear el punto culminante de las Pequeñas Antillas. A la derecha, se puede además descender hacia Matouba recorriendo el mítico camino trazado por el valeroso paso sólido de cimarrones y revolucionarios, opuestos al restablecimiento del yugo esclavista. Intuyendo en vano la huella de los mulatos Louis Delgrès y Solitude, poco más de dos siglos después, sus mártires pasos perduran y no cesan de retomar la marcha alentados por un grito silenciado, que aún resuena en los ecos del paisaje: “¡No a la esclavitud, viva la muerte!”. Al avanzar por la derecha, el ascenso se acentúa y, poco a poco, el olor emanado por las fumarolas marca el límite de acercamiento al cráter, ombligo humeante de la isla caribeña de Guadalupe. Ya alcanzando casi los 1.500 metros de altitud, una caprichosa racha de aire despeja el cielo por completo, dejando al descubierto un fascinante horizonte. Al descender con la mirada a través de la silueta sinuosa dibujada por las últimas coladas, se percibe la costa, litoral arbitrario de esta isla-mariposa en mitad del azulado lienzo. En frente de tal inmensidad, el ojo finalmente elevado parece percibir la convexidad de la superficie terrestre. Un horizonte ovalado como el que intuyó Eratóstenes cuando imaginaba esa misteriosa línea lejana y su aparente inclinación. La misma que Colón recorrería hacia el oeste, más allá de los límites divisados, para arribar a estas costas en su primer viaje al Nuevo Mundo.

La cercanía del ocaso anuncia el descenso, la luz se atenúa con rapidez, es el momento de entrar de nuevo en el bosque. La noche atrapa escalonadamente el entorno y la música se detiene por unos instantes. En sincronía con el sol sumergiéndose, surge entonces el croar ininterrumpido de cientos de minúsculas ranas entonando su genuino “huit-huit”, arrullo del autóctono e insomnio para el extranjero. Se ocultan entre las hojas del suelo, ocupan cavidades de grandes troncos y de flores diversas, habitan entre los portentosos contrafuertes de ceibas, allí donde moran seres nocturnos que despiertan con la ausencia del canto apaciguador de los pájaros. Sumidos ya en la oscuridad, el flujo de las emanaciones de la montaña calienta un riachuelo cercano, prueba irrefutable de que sigue viva a pesar del sueño profundo en el que está sumida hoy la Soufrière. El terreno se allana de nuevo y a través de un claro se vislumbra, sobre la superficie líquida de una poza de aguas termales, un asombroso e inquieto reflejo plateado. Es un guiño inesperado de la luna, que invita a concluir esta excursión sumergiéndose en la pureza y vitalidad de esa energía amniótica tan umbilical como primitiva.

Comentarios

  1. Francisco Miguel Lucas13 de mayo de 2023, 12:26

    Narrativa que te construye el espacio y la trama con sumo cuidado. Interesante de leer.

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  2. Magnífico!! Sabes crear la sensación de estar ahí!! Enhorabuena!!

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  3. Que claridad Isaac al escribir.ME ENCANTALO A SENCILLO QUE LO PONES PARA LEERLO.ENGORABUENA.

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    1. Me ha encantado esa firma de describir cada momento y a cada uno en su espacio y habitat

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