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Mostrando las entradas etiquetadas como mar

MINUETO. Un castillo encantado bajo el mar, por José Antonio Molina

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  Había desaparecido para el mundo muchos años atrás. Todos dieron por sentado que ni él ni su   navío habían podido sobrevivir al maelstrom . Las noticias del extraño monstruo cuya presencia había sembrado de incertidumbre y terror los mares habían cesado; el misterioso atacante de los más poderosos buques de guerra, sea lo que fuera aquel nuevo Leviatán mecánico que se hundía en las profundidades para emerger muchas millas después, había dejado de existir. Quienes fueron sus rehenes durante veinte mil leguas de travesía submarina solo podían sentir piedad por el enigmático ser humano que fue su carcelero y cuyo sufrimiento habían llegado a comprender, sin compartir por ello sus ansias asesinas de venganza, su cegadora aversión por los demás habitantes del mundo. El comandante de la nave, a la que generaciones de lectores habían de conocer bajo el nombre de Nautilus , era un personaje como extraído de alguna tragedia clásica, un ser a quien el dolor y la injusticia habían ll...

MINUETO. Cementerio marino, por José Antonio Molina Gómez

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El tres de octubre de 2013 un barco cargado de inmigrantes  que iba a Italia desde Libia naufragó frente a la isla de Lampedusa.  Se estima que murieron más de 360 personas. Las aguas están tranquilas en Lampedusa. El leve oleaje provoca un movimiento de ondas que van y vienen en un ciclo de repetición casi hipnótico, un retorno eterno semejante a sí mismo. La espuma blanquecina que corona las olas forman una imperceptible línea de separación entre el azul del mar y el azul del día; una blancura que confrontada con los jirones de nubes que arañan el cielo provocan el efecto de un espejo. La repetición de la imagen azulada y el vaivén de las ondas marinas genera una eternidad inmóvil Descendemos por un momento bajo las aguas, leves corrientes acarician algas, bancos de peces nadan en caprichosos y recurrentes evoluciones cíclicas. Vida en calma y onírica. Descendemos y descendemos hacia el lecho arenoso formado por puntos innumerables imposibles de calcular, imagen de la repeti...

LOS POETAS INMUNDOS. III Aguas sonámbulas, por Vicente Llamas

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Ni las aguas ni los monstruos tienen edad. Nunca fueron niños los monstruos, ni las aguas fueron crisálida. Su infancia es la estación opaca de los ídolos. Nacieron mezclados con el frío de la piedra y el llanto de los hombres, ocultos en el germen de su vanidad, su miedo o su soberbia, escondidos en oscuras oraciones, en pasiones inconfesadas u obstruidas por algo más sórdido que la pureza mitigada del horror. Adán vio quebrarse sobre las aguas primordiales una rama del árbol de la ciencia, y vio después al reflejo del hijo alzarla contra el pastor. Vio Caín hundirse en la región del destierro la imagen de su crimen, arrastrada por las primeras aguas que descendían hacia el este para ser espejo constante de su estirpe. Y de las aguas primordiales brotaron los espejos, pavorosas criaturas insomnes cuya existencia se basa en los reflejos. Nunca enmudecen, susurran sin cesar vejez, ángulos del salón con arpas olvidadas, vientres que vertieron su fruto para que ya sólo los días anidaran e...

CRONOPIOS. Vivir en el mar. Una historia real, por Rafael Hortal

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En recuerdo de Antonio Lorente Rubio, “El Cabo La-Isla” Fue suficiente conocerlo durante una entrevista en el año 2007 para que su personalidad y sus vivencias nos quedaran grabadas para siempre. A la periodista María José Cárceles y a mí nos sorprendió cómo recordaba sus penurias de juventud con la naturalidad que da la distancia de su extensa vida y el alivio de su madurez. Nunca habíamos conocido a alguien así, alguien que no sale en los libros de navegantes famosos, pero su historia es digna de recordar como homenaje a todos los marinos que pasaron penurias al enfrentarse a la furia de Poseidón, y en muchas ocasiones con el estómago vacío. Antonio Lorente Rubio ha muerto a los 94 años; me ceñiré a contar su vida en el mar, hasta que lo destinaron en tierra, a la comandancia de San Pedro del Pinatar, donde se jubiló como Contramaestre, aunque siempre se le recordará como “El Cabo La-Isla” Antonio nació en Mazarrón, a los 9 años ya trabajaba en las minas, los dos primeros años en lo ...

EL VERDE GABÁN. Despedir a un barco, por Santiago Delgado

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De Trieste, partimos a fatigar el Adriático, sur adelante, hasta quebrar al Egeo y ganar el helénico piélago. Y allí, en el muelle triestino, frente al Gran Hotel Savoia Excelsior, a un paso de la Piazza de l’Unitá, una centena de nativos nos vino a despedir, al caer la tarde y perder su luz el día. Asistí, desde la acristalada popa del monstruoso paquebote al evento. Devolví el saludo con brazo alzado y la mano como vela de molino, agitada por el viento de cierto comedido, aunque sincero, entusiasmo. Es hermosa la despedida en barco. Más que la del tren. Por supuesto, dejo aparte los llantos causados por la partida de innumerables paquebotes que, desde Europa entera, izaban velas y quemaban carbón para hacer las Américas y prosperar, en el penúltimo cambio de siglo. Aquellas lágrimas son el lado oscuro de las sonrisas de hoy, que aquesta prosa quiere memorar. Unas sonrisas que, además de saber el periplo feliz que nos espera a los embarcados, conocen el rito festivo, y heredado, de de...

CRONOPIOS. Vestida de neopreno, por Rafael Hortal

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Rita es una chica especial, es diferente. Esas cosas se aprecian enseguida. Rita no presume de sus cualidades, no se fija en quién la mira, va por ahí tan tranquila, libre. Pero ella es totalmente consciente de que levanta pasiones. Cuando está en la ciudad siempre le falta una prenda que las amistades solemos apreciar. Si no lleva el sujetador se marcan los pezones, si no lleva bragas los pantalones finos se ajustan a sus pronunciadas curvas sin costuras. Cuando va al camping nudista de El Portús en Cartagena nunca va desnuda. Lleva una camisa ajustada a la cintura que acentúa el movimiento de sus glúteos al andar, o una elegante boina, o un cinturón, o una pulsera en el tobillo. Rita es de esas chicas que son naturales, que parece que nunca envejecerán. Me gusta observarla cuando está leyendo en la playa, cuando nada en la piscina dejando flotar su culo, cuando escala desnuda la pared vertical junto al mar… Rita es mi novia y pasamos este verano tranquilamente en el camping, en nuest...

Mar adentro, por Gedi Máiquez

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Vivía en la incertidumbre infinita de decidir cuándo sería el momento de terminar con la vida que ya no le pertenecía. Se sentía un impostor engañado por sí mismo, donde sus gritos ahogados pedían salir a raudales a un mundo desconocido y atrayente como el canto de una sirena.   La culpa, la pena, ambas las había hecho suyas, eran sus acompañantes solitarias que marcaban sus días y sus noches anhelando un pasado que no volvería. Atrás estaban quedando días donde la ilusión por un nuevo comienzo le daba sentido a la vida o al menos eso quería creer, pero ahora todo se tambaleaba en su interior rugiendo como una tormenta que sabe que a su paso todo será destrucción pero también renovación.   Su mirada era limpia e inteligente, enmarcada en un difuso círculo violáceo que cambiaba de intensidad como un termostato que indica la temperatura de la tristeza. Sus ojos traicionaban el silencio de su voz y las noches de insomnio lo convertían en un ser lejano, a veces inalcanzable, como ...

LAS ANTOLOGÍAS DE DULCINEA: Charles Baudelaire y la música

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  LA MÚSICA* (LXIX) ¡ A menudo la música como un mar me subyuga! A mi blanca estrella, bajo un techo de bruma, o por un vasto éter mis velas despliego; el pecho hacia adelante y henchidos los pulmones igual que la tela, escalo por el dorso de amontonadas olas que oculta la noche; yo me siento vibrar con todas las pasiones  de un bajel que sufre; la tormenta con sus convulsiones, la brisa en la sima inmensa me mecen. Otras veces, calma chicha, alto espejo de mi desespero * Las flores del mal , edición bilingüe de Alain Verjat y Luis Martínez de Merlo, traducción de Luis Martínez de Merlo, Madrid ed. Cátedra, Mil Letras, 2008, página 287.