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Mostrando las entradas etiquetadas como Lengua y literatura

CLASE DE LENGUA Y LITERATURA, Los acentos, por Santiago Delgado

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Cuando yo empecé a estudiar gramática en el Bachillerato, la palabra acento se refería tanto al ortográfico como al sonoro (luego, éste último se llamó fonético; bien); pero al primero, al que se escribe, comenzaron a llamarle tilde. Esta palabra, tilde, en aquellos tiempos de mi pubertad, se usaba solo para el garabatillo de la eñe. La invasión fue imparable. Hoy, hay que llamar tilde a todo acento presente en la escritura. Vayamos, pues, con las tildes. Para empezar, una norma, si se quiere dogmática: la palabra verbal “fue” no se acentúa nunca. O dicho a la moderna, no lleva tilde nunca. Veamos, hay dos tipos de acentos ortográficos: los fonéticos y los diacríticos. Los primeros han de traerse aprendidos de la Escuela. Los segundos, no. Observen que no se han mencionado los acentos enfáticos. Es el caso de “fue”. Únicamente porque con el énfasis se ha dejado su cuidado a los signos de exclamación: “¡!”. No hay énfasis en medio de las palabras. Y no es el caso del afirmativo “s...

LENGUA Y LITERATURA. Los artículos gramaticales, por Santiago Delgado

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¡Ay, qué mal nos enseñaron en los sesenta, y no sé hasta cuándo, los artículos) Nos dijeron, hay dos tipos de artículos; el determinado y el indeterminado. El, la, lo, los, las, para la primera categorización; un, una, unos, unas, para la segunda. Pues no. La forma “lo” no es artículo; es partícula sustantivadora. A lo que acompaña, lo convierte en sustantivo. Del adjetivo bello, hace el sustantivo “lo bello”. Y así. Con todo, sucede que en la Región de Murcia, y en su costa, por secuencia histórica, se ha convertido en artículo toponimizador: Lo Pagán, Lo Poyo, Lo Ferro, Y otros. La cosa viene de la eliminación de un par de palabras. Así, Lo Pagán sería la simplificación de “Lo de Pagán”. Y ese “lo” sería pronombre (en lugar de el terreno, la finca…). Así, con la simplificación, habríamos cambiado la naturaleza gramatical de la partícula. De pronombre a toponimizador, con perdón. “Un”, y toda su familia de singulares, plurales y femeninos es de la familia de los adjetivos indefinidos...

LENGUA Y LITERATURA. Transitividad e Intransitividad, por Santiago Delgado.

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Los gramáticos hablan de verbos transitivos e intransitivos (dejando aparte a los copulativos). La verdad es que se puede hablar de  T ransitividad e  I ntransitividad en el Cosmos . S i  fuéramos pedantes serios, así hubiéramos titulado  aquesta  prosa, pero apenas somos competitivos en esa lid.  Nos defendemos solamente. La soledad de Dios antes de la Creación era la  I ntransitividad categóricamente pura. En cuanto  Dios  se desperez ó y se marcó un  BIg-Bang , comenzó a gozar de la Transitividad. Lo mismo con los verbos , Con el Big- Bang  salieron inmediatos la luz, el espacio y el tiempo, que como demostró  Eisntein  son  hermanos de leche. Un momento después, la luz y los otros dos chocaron y formaron la materia, que es lo más grosero de la Transitividad. Pero ah í estamos. Esto es, lo Intransitivo se basta a sí mismo; no precisa de objeto posterior para definirse y expresarse. Lo Trans itivo, en cambio, no es ...

LENGUA Y LITERATURA. Garcilaso en Ratisbona, por Santiago Delgado

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La ortodoxia estructuralista que asoló las universidades en el cambio de siglo último prescribió que las biografías de los autores literarios no deberían ser objeto de estudio. Sólo debería de haber actantes, esquemas estructurales y otras cosas de las que celebro no acordarme. Bien, así las cosas, me recuerdo cuando en Bachillerato se me explicó que Garcilaso de la Vega, el toledano, “sufrió exilio en una isla del Danubio”. ¡Válgame Dios, qué cosa pasmosa y tremebunda! Yo me imaginé al pobre caballero vestido de pieles, cabellera y barba hirsuta abandonado en parva cueva fluvial, penando sus culpas imperiales. Y que allí escribió su Canción III, casi exclusivamente dedicada, en abstracto, a su isla misteriosa. Luego, me hago mayor, e indago en esa laguna bachilleril. Saco conclusiones: de exilio, nada; de isla dejada de la mano de Dios, tampoco. Su pecado fue firmar como testigo en la boda de su sobrino Pedro Lasso, excomunero y condenado a vivir fuera de los amparos imperiales. Ademá...

LENGUA Y LITERATURA. Metáfora, anáfora y catáfora, por Santiago Delgado

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Es imposible escribir sin estilo. Todos tenemos un estilo al escribir. No existe un estilo cero. Escribir con llaneza o sin dar pábulo a estilema alguno no es dable.  –O sea, jefe, que todos tenemos estilo lingüístico sin saberlo. Exactamente, como aquél que escribía en prosa sin saberlo. En prosa y con estilo. Imposible no hacerlo así. Lo contrario es el silencio. Aunque, bien contextualizado, el silencio es un estilema formidable. Así las cosas, el estilema más usado es la metáfora. Decía Lorca que al decir “alero”, todos usamos una metáfora (socializada, eso sí). Los edificios no tienen alas, pero sí alero, que es casi lo mismo. La metáfora es la sustitución de una palabra o idea, por otra cuyo significado tiene semejanza (sobre todo visual), con la sustituida. Ojo, no vale que ambas figuren en el enunciado. Si están presentes ambas, estamos ante una imagen. La metáfora hay que adivinarla, cueste poco o mucho la adivinación. Por ejemplo, si yo digo “perlas del amanecer”...

LENGUA Y LITERATURA. Sujeto del enunciado y sujeto de la enunciación, por Santiago Delgado

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  El enunciado es lo que decimos o escribimos. La enunciación es el conjunto de condicionantes del autor para escribir el enunciado: objetivos, modos, efectos seductores o lo contrario… Por ejemplo, un vocativo es siempre pura enunciación. Normalmente, el sujeto de la enunciación no aparece explícitamente. A veces sí. El sujeto del enunciado está en el mismo papel o en la pantalla. El sujeto de la enunciación está, casi siempre, muy encima del papel, arriba, o enfrente de la pantalla, a unas decenas de centímetros. Somos nosotros, los firmantes del texto. Ejemplifiquemos con el párrafo más famoso de toda la Historia de la Literatura Española: E n un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor . El sujeto de la Enunciación es Cervantes, que aparece dos veces en el enunciado. Una, la principal, en el morfema “o” del verbo de la Oración Subordinada Adjet...

LENGUA Y LITERATURA. Lítote, por Santiago Delgado

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Aunque a simple vista parece el nombre de alguna fruta caribeña de la selva profunda de Costa Rica, se trata de una figura de pensamiento de la antigua Retórica. Cuando yo llegué a la Filología, ya era Estilística. Hoy en día usamos mucho el lítote o atenuación. Son tiempos en los que se rehuye el compromiso y el hablar apodíctico. Por eso décimos: “no está mal”, ante un adefesio, en el campo de la realidad que sea, para no humillar al perpetrador del bodrio. O, ese continúo; “yo diría…”, y estamos diciendo, sin esperar a los parámetros de la forma condicional del verbo usada; todo para eludir responsabilidades. Somos litotéticos. Es un tiempo litotético. La frase adverbial “un poco” se lleva la palma. La ponemos entre el pronombre personal utilizado, y la forma verbal.  El caso es quitarle potencia a la frase, valentía. Hoy es tiempo, ya digo, de cobardicas que se esconden detrás del lítote, San Lítote que debían decir algunos. Hablar sin lítotes, o atenuaciones, resulta hasta agr...

Lengua y literatura. Las preposiciones

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Las preposiciones, qué modestas. Nunca tienen derecho a mayúscula inicial por sí mismas. Siempre al servicio de los sustantivos. Casi todas ellas monosílabos insignificantes. Aunque ellas tienen, o tuvieron, música por sí mismas. Para cantarlas, en mi escuela nos poníamos todos de pie. Y empezábamos la cantinela, con la pobrecita “a”. Algunos hacían con los dedos de ambas manos la señal de la A mayúscula. Buen comienzo. Luego, “ bajo ”, en la que todos nos agachábamos. “Cabe”, se hacía hueco entre las manos, asintiendo muy eficazmente. “Con”, se tomaba algo que se acercaba al pecho propio. “Contra”, se rechazaba eso atraído. Ahora venía el baile: “en, entre; de, desde”, y los brazos y manos hacían vaivén, en acompañamiento a la cabeza, que también iba y venía a la par. En “hacia”, casi que echábamos a andar en pos de ese final prometido por la preposición. “Hasta”, era que ya habíamos llegado, y alzábamos la mano a modo de visera por la frente. “Para”, se hacía caracolear al dedo índic...