Lengua y literatura. Las preposiciones







Las preposiciones, qué modestas. Nunca tienen derecho a mayúscula inicial por sí mismas. Siempre al servicio de los sustantivos. Casi todas ellas monosílabos insignificantes. Aunque ellas tienen, o tuvieron, música por sí mismas. Para cantarlas, en mi escuela nos poníamos todos de pie. Y empezábamos la cantinela, con la pobrecita “a”. Algunos hacían con los dedos de ambas manos la señal de la A mayúscula. Buen comienzo. Luego, “bajo”, en la que todos nos agachábamos. “Cabe”, se hacía hueco entre las manos, asintiendo muy eficazmente. “Con”, se tomaba algo que se acercaba al pecho propio. “Contra”, se rechazaba eso atraído. Ahora venía el baile: “en, entre; de, desde”, y los brazos y manos hacían vaivén, en acompañamiento a la cabeza, que también iba y venía a la par. En “hacia”, casi que echábamos a andar en pos de ese final prometido por la preposición. “Hasta”, era que ya habíamos llegado, y alzábamos la mano a modo de visera por la frente. “Para”, se hacía caracolear al dedo índice de la derecha (los zurdos, el otro), lanzando el dicho índice hacia adelante. “Por”, como una interrogación, nos hacía fruncir el ceño, y llevarnos la mano a la barbilla. “Según” era un encogerse de hombros, como identidad de la duda misma. “Sin” era la vaciedad absoluta; las manos vueltas, como mostrando la nada. “So”, en realidad, era el anticipo de sobre, y, desde luego, no tenía nada que ver con parar a un carro tirado por mulas. Puede que algún Maestro Ciruela hiciera gestualizar como tal; pero no fue mi caso. “Sobre”, las dos manos una encima de otra, como mandaba la letra. Y, tras alargar la última sílaba de la anterior, se levantaba la mano de arriba y, a la vez que el palmetazo, se soltaba un grito tremendo: ¡TRAS!

Luego, venían las preposiciones impropias, que eran algo aristocrático, porque eran muy pocas, y, además, no eran un número exacto y eran proposiciones traidoras al pueblo, pues podían camuflarse de adverbios. Y más luego todavía, las locuciones prepositivas, que se las daban de frase. Pero esto es ya para nota. Saber las preposiciones es saber cantarlas y gestualizarlas, lo demás, estructuralismos estériles y mandarinescos. 

Pueden recoger y salir.

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