Punto de fuga. Un recuerdo a María Manzanera, por Charo Guarino



Escuché por primera vez el eufónico nombre de María Manzanera asociado al CRAV (Centro de Recursos Audiovisuales) de la Universidad de Murcia hace justamente tres décadas, cuando comenzaba mi docencia como profesora Ayudante en la Universidad de Murcia y me disponía a preparar material para mis clases de la asignatura de Mitología en la titulación de Historia del Arte. Mi compañera María Teresa Beltrán Noguer, hoy jubilada, me habló de ella y de su buena disposición a ayudar dentro del que era su ámbito: el audiovisual. Becarios del Departamento de Historia del Arte cuyo nombre no recuerdo me auxiliaron entonces fotografiando imágenes de libros con carretes para luz de tungsteno cuyas diapositivas aún conservo y que me permitieron generar una base documental para ilustrar episodios de dioses y héroes grecolatinos. 


Años más tarde, en el año 2000, en el que alcancé la Titularidad  tuve ocasión de tenerla como profesora en un curso de fotografía en blanco y negro que disfruté mucho, que impartió cuando yo estaba embarazada de mi hija Irene. Como ella me recordaba cuando le anuncié su desaparición de la que me enteré mientras visitaba la antigua ciudad de Olimpia, en 2013 ambas estuvimos en su casa de la playa donde nos recibió hospitalariamente para atender a una entrevista sobre su obra que puede verse en YouTube  en el canal «Cocinando Fotos» del fotógrafo cartagenero Fructu Navarro

(https://www.youtube.com/channel/UCx9WiuQ99o_oVFNKUSqy1fw/videos).


Asistí más adelante a alguno de sus cursos que bajo el sugerente título de «Aprender a Mirar» llevó a cabo en la Universidad de Murcia. 







En cierta ocasión quedamos para ir a hacer fotos por la huerta, ya que ella no conducía. Buscábamos casas torre y llegamos hasta Alquerías, donde nos encontramos con el pintor Zacarías Cerezo —otro enamorado de la belleza y de los rincones de nuestra geografía, que tan bien sabe reflejar con sus pinceles— después de pasar por Llano de Brujas fotografiando rincones, mientras se lamentaba de la situación de la huerta, su deterioro y abandono, la falta de atención que amenazan con hacerla desaparecer, con el menoscabo que ello supondría para la etnografía de la región.


De su condición de fotógrafa, coleccionista, docente e investigadora ha tratado in extenso Laura Cano Martínez en su reciente Tesis Doctoral dirigida por Fernando Vázquez Casillas. En colaboración con María organizó también Laura en 2022 en la Sala Glorieta Uno del Ayuntamiento de Murcia la exposición «Lo llamaron Mar Menor» de la que emanó un libro homónimo, con fotografías antiguas de Guirao Girada, del cual María poseía una amplia colección. 


En 2017, con motivo del IV centenario en Homenaje a Miguel de Cervantes, Javier Lorente y Santiago Delgado coordinaron la muestra «Cautivo de la hermosa herida», en la que participaron 30 escritores y 30 fotógrafos y artistas plásticos de la región. En ella tuve ocasión de colaborar con María, yo con un texto inspirado en La Galatea, ella con una fotografía en la que inmortalizaba un sendero festoneado por palmeras. Curiosamente el mismo día de su óbito, el 3 de abril, pocas horas antes, había publicado en Facebook un post en el que aparecían unas palmeras en un roal de la huerta del Llano de Brujas, acompañado de una reflexión sobre el clima en la que reivindicaba justicia para la situación de los huertanos y la huerta: «hagamos lo que podamos por que la huerta esté en armonía y las abejas puedan continuar su tarea».


Ha querido la fortuna que en el momento de su despedida del mundo se encuentre montada y en exhibición una exposición antológica sobre su obra en ese mismo lugar: la sala de exposiciones temporales del Museo Arqueológico de Murcia, comisariada por Laura Cano, que podrá visitarse hasta el 19 de mayo, y que, al igual que el catálogo de la muestra «María Manzanera a través de la cámara», ha corrido a cargo del diseñador gráfico José Luis Montero. El libro está dedicado a su nieta Elisa, porque algún día —dice— querrá saber lo que hizo su abuela, y también lo mucho que la quiere, y en él se recogen desde sus primeros trabajos a los más recientes, como el de «Dentro y fuera del agua», entre los que destacan los dedicados a la huerta de Murcia y a su ciudad favorita, París. Todos sus temas estaban abiertos, porque, citando sus propias palabras, que pueden leerse en el mencionado catálogo: «me gusta que sea así, no pasemos la vida despidiéndonos». 


En la obra de María Manzanera hay belleza, sabiduría y amor, y es, entre otras muchas cosas, un testimonio de la fotografía murciana desde la segunda mitad del siglo XX a nuestros días. Ojalá su afán por reflejar la belleza de nuestra huerta, de nuestro Mar Menor, como parte de la belleza universal, consigan concienciar de la necesidad de su preservación y no se conviertan en el testimonio de lo que fue y dejó de ser.

Acabo con un texto suyo que ilustra maravillosamente su meritorio empeño:


Hace años comencé a tomar fotografías de la huerta porque mi vocación es fotografiar la belleza donde exista.Quiero dar testimonio de esa belleza, mostrando la hermosura de naranjos y limoneros, de los caballones alineados con un tiralíneas invisible, del agua que salta en las acequias, de palmeras elegantes que bailan con el viento, de la humilde belleza que queda en nuestra frágil huerta, para que la cuidemos amorosamente y nunca deje de existir.


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