CRONOPIOS. Encuentro con Camila, por Rafael Hortal



 

 —Dime, arráez, ¿eres turco de nación o moro o renegado?

A lo cual el mozo respondió, en lengua asimesmo castellana:

—Ni soy turco de nación, ni moro, ni renegado.

—Pues ¿qué eres? —replicó el virrey.

—Mujer cristiana —respondió el mancebo.

—¿Mujer y cristiana y en tal traje y en tales pasos? Más es cosa para admirarla que para creerla.


Es un diálogo del capítulo LXIII de la Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (1615). No sólo se viste de hombre la valerosa Ana Félix, hija del moro Ricote, sino que su amado, el bello mancebo, don Gaspar Gregorio, anda vestido de mujer y oculto en el serrallo, donde se hace pasar por una de las moras más guapas del harén. Un joven guapo corría mucho peligro, pues es sabido de los gustos de los turcos por la belleza masculina; pero el sufrimiento del joven Gaspar no termina ahí, pues seguro que las concubinas disfrutaban de su hombría día y noche.


En la naturaleza existen muchos animales ginandromorfos, con sexo masculino y femenino, los humanos son personas hermafroditas. Transgénero es el término para aquellas personas que no se identifican con su sexo de nacimiento. Pero el travestismo (palabra utilizada a partir de 1910) es el uso de prendas de vestir asignadas socialmente al sexo contrario. Pueden hacerlo por varios motivos, simplemente para ocultar su identidad, ya sea por necesidad o por imposición, como ocurría en los actores de teatro cuando interpretaban a mujeres, ya que en España, hasta 1587, estaba prohibido que una mujer subiera a un escenario. También puede ser por transgredir la norma como en las fiestas de carnaval, y por supuesto por placer sexual. Así comenzó Einar cuando su esposa le pide que se vista de mujer para sustituir a la modelo que estaba pintando. Las medias de seda y los zapatos de tacón despertaron en Einar Wegener el placer por el travestismo, que tras una larga vida de sufrimiento sicológico le llevó a someterse a una operación de cambio de sexo. Es una historia real que podemos leer en la novela La chica danesa, escrita por David Ebershoff en 1925.




 

Geda y Einar Wegener, 1924


A lo largo de la historia, en muchas culturas del mundo, los hombres y mujeres cambian su vestuario de forma esporádica, no perpetua, son llamados crossdressers. Los hombres heterosexuales crossdressers sólo buscan sentirse bien cuidando su cuerpo como lo pueden hacer las mujeres: ropa, complementos, maquillaje, zapatos… en el mejor de los casos son aceptados por sus parejas y familiares.

Barbette nació en Texas en 1899 con el nombre de Vander Clyde Broadway. Desde pequeño le gustaba vestirse con ropa de mujer, de adolescente le gustaban las acrobacias circenses. Viajó a París donde triunfó con espectáculos de mujer equilibrista. Al final de las actuaciones se quitaba la peluca y descubría su masculinidad con un torso sin pechos. El poeta y cineasta Jean Costeau lo admiraba y le escribió a un amigo:


La semana que viene, en Bruselas, verán un número de music-hall llamado Barbette  que me tiene cautivado desde hace quince días. El joven americano que hace este número en el alambre y el trapecio es un gran actor, un ángel y se ha convertido en el amigo de todos nosotros. Vayan a verlo... y díganle a todo el mundo que no es un simple acróbata vestido de mujer, ni solo un gracioso temerario, sino una de las cosas más bellas del teatro. Stravinsky, Auric, los poetas, los pintores y yo mismo no hemos visto una muestra de arte comparable en el escenario desde Nijinsky.


Jean Cocteau le hizo una sesión fotográfica a Barbette donde mostraba la esencia de su misticismo, la belleza que fluía entre ambos géneros. Son muchos los hombres que se ven atraídos por esa androginia. Barbette fue amante de Jean Cocteau cuando participó en su película La sangre de un poeta (1930). Entre las innumerables obras literarias de Cocteau está Dos travestis (1947)  




Barbette / Vander Clyde



Decidí visitar la casa de Jean Cocteau, convertida en un museo abierto al público. La villa de Santo Sospir está en la Costa Azul, frente al mar. Paseando por sus cuidados jardines encontré a Camila, que también admiraba el arte de Cocteau y más después de haber interpretado en el teatro El bello indiferente, que Jean Cocteau escribió para Édith Piaf en 1940.

—Buenas tardes, ¿es usted actriz?

—Sí, también soy escritora, dramaturga y, a veces, cantante.

—Artista…

—He sido muchas cosas más, que tú ni te imaginas.

—¡Qué interesante! Me gustaría conocer su vida.

—¿Qué quieres saber? Pregúntame. —Se sentó en un banco de piedra y señaló para que me sentara a su lado.

—No tiene acento francés.

—Soy de Córdoba, Argentina. Nací en una familia muy pobre hace más de 40 años.

—¿Cómo recuerda su infancia?

—Desastrosa… mi padre no admitía que me comportara como una niña. Recuerdo que con cuatro años lloraba en silencio, mi padre se emborrachaba y le tenía miedo. Cuando tenía 13 años aún no sabía que pasaba dentro de mí, entonces vi en la televisión a Cris Miró, la primera vedete travesti de Argentina; se hizo muy famosa y la entrevistaban las bellas presentadoras en todos los canales, pero ella sobresalía con su pelo largo y encrespado que enmarcaba su hermoso rostro. Yo quería ser así.

—¿Le gustaba vestirse de mujer?

—Más que nada en el mundo. Comencé vistiéndome con la ropa y tacones de mi madre, más adelante compré ropa de mujer y la guardaba con las pinturas en una casa abandonada cerca de la mía, formé un grupo de baile erótico con dos amigas, a veces hacíamos striptease en algún local. Mi padre me despreciaba y me decía que mi futuro sería la muerte, que un día me encontrarían sin vida en una cuneta de la carretera. Sentía vergüenza de mí misma, me daba vergüenza ponerme tetas postizas, ser inculta. A los 18 años me fui de casa, estudiaba periodismo durante el día y me prostituía durante la noche, con todo el peligro y miedo que puedas imaginar. Me alojaba en la pensión de La Tita Encarna, un travesti mayor que nos cobijaba y ayudaba a la hermandad de travestis.

—¿Cómo es el perfil de los clientes de las travestis?

—Mucho más heterogéneo que los clientes de prostitutas. Hombres heterosexuales que sienten el morbo de estar con una chica que tiene pene, otros que le gustan que los sodomicen, pero no quieren sentirse homosexuales… No te puedes imaginar lo que atraemos las travestis. 





Camila Sosa Villada


  

—Me ha dicho que cuando era joven se avergonzaba de su vida, ¿Ahora también?

—No puedo renunciar a mi pasado, de hecho, lo cuento en una obra de teatro que escribí: Carnes toledanas, retrato escénico de un travesti. Al final de la obra me desnudo físicamente frente al público, porque mi vida la desnudé antes, como cuando accedí al chantaje de que tres policías me desvirgaran y no le dijeran a mi padre que iba vestido de mujer:


 Casi no podía caminar, en parte por el dolor, los músculos desgarrados, y en parte por el peso del secreto y de la culpa, la sensación de traición irreversible a mí misma. Pensaba que si realmente hubiera tenido coraje, tendría que haber ido a comisaría con los zapatos en la mano y esperar a mi papá hasta que viniera a buscarme. Sin embargo, cedí a la manipulación. Estuve ahí, participé de eso. Elegía ser la culpable de mi propio dolor, de esa sangre que me salía del culo cada vez que iba al baño, por haber sido penetrada por primera vez por tres hombres consecutivos.


—¿Sois más sentimentales que los hombres y las mujeres?

—Creo que sí. Fíjate cómo describí lo tristes que nos pusimos en la pensión cuando nos enteramos que había muerto un amigo que era muy buena persona con nosotras:


Afuera, en el patio, con las lágrimas que escurrimos de nuestros vestidos y que seguimos derramando por él, llenamos una pileta de plástico y nos dimos un baño largo y pacífico, en silencio, desnudas, mientras la tarde se iba poniendo roja y nuestro dolor la enrojecía aún más.


—Gracias. No la entretengo más.

—Ha sido un placer. Ahora me llamo Camila Sosa Villada, si quieres conocer mi vida completa y la de mis compañeras travestis puedes leer mis libros: Las malas (2019), Soy tonta por quererte (2022) y Tesis sobre una domesticación (2023)


 


  

Palabras clave: Travestismo. 

Foto 1: Geda y Einar Wegener, 1924

Foto 2: Barbette / Vander Clyde

Foto 3: Camila Sosa Villada

 

    


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