EL ARCO DE ODISEO, Un mundo en guerra, por Marcos Muelas

Durante la Segunda Guerra Mundial, poderosos políticos se empeñaron en redibujar los límites de las fronteras. En ambos bandos podíamos encontrar a un puñado de hombres cuyo poder les otorgaba la capacidad de definir el futuro de millones de personas. Algunos demostraron ser brillantes, otros simplemente eran tiranos que, ebrios de poder, acabaron estrellándose contra el muro de la justicia o, incapaces de detener la maquinaria que habían creado, cayeron en el abismo arrastrando a sus naciones. Y es que, al igual que hoy día, no hacía falta ser un buen político para que las masas te siguieran de forma incondicional. Bastaba con saber mentir o incentivar a la nación, buscar tus instintos más deplorables o simplemente dar dirección a ese odio que arrastraban desde hacía años. Hablamos de políticos, que sin haber pisado jamás un campo de batalla ni escuela militar, se vistieron de generales afianzando sus guerreras con galones y medallas autoimpuestas sin ningún mérito. Atila, Alejandro M...