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Mostrando las entradas etiquetadas como olvido

Reflexionar, por María Dolores Palazón Botella

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Se siente tan extraño como antes, cuando no entendía nada, quizás porque el tiempo no cura la sensación de no tener el control sobre lo que ocurre a tu alrededor, y los años te hacen ver que el pasado se repite de forma constante sobre un presente que se dedica a arrojarte con fuerzas renovadas hacia un futuro que ya sabes que no tiene nada de prometedor. No se lo tienen que decir a él, tiene la lección más que aprendida, lo que está por venir no es más que un mal reflejo de lo caduco y denostado de lo vivido, de eso que otros creen haber superado pero que él, por pura experiencia vital, sigue viendo en los ideales de las nuevas generaciones, esas que creen que están en el lado bueno de la historia sin saber muy bien qué es eso realmente, las mismas que han patentado el lema de que los viejos, como llaman en señal de respeto a los mayores, están todos seniles y no hay que hacerles caso porque ellos ya no saben nada y son incapaces de ver más allá de lo que vivieron. Pero él no acepta e...

PUNTO DE FUGA. Omnia mutantur, nihil interit, por Charo Guarino

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Desde la tarde de ayer, viernes 19 de mayo, a tan solo cuatro días de que se cumpla el año de su partida, las cenizas de mi madre reposan en el cementerio de Cobatillas, al pie del Cabezo Bermejo, junto a los restos de sus padres, mis abuelos Paco y María, fallecidos hace treinta y cinco y veintiocho años respectivamente.   Su recuerdo seguirá vivo y presente cada día en mi padre y en sus tres hijas. Aún me parece mentira y me estremece tomar conciencia de la realidad de su muerte, de la nefasta enfermedad que se la llevó y el terrible mal del Alzheimer, tan cruel, que años antes empezó a desdibujar el mundo para ella. Mi madre, como muchas madres, fue el espíritu del hogar, los cimientos de la familia, nuestro consuelo y sostén con su entrega y abnegación. Su amor a mi padre y a todos los suyos, desde sus padres a sus hijas y nietos, hermanos y sobrinos se revelaba en sus actos y gestos. Cuantos la conocieron coinciden en que fue una mujer bondadosa, hacendosa y honrada. Con la so...

MINUETO. Donde empieza el olvido, por José Antonio Molina

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El vacío crece y el paso de los días es la mayor condena. Las casitas minúsculas y un poco avejentadas que salpican linealmente la carretera del pueblo estaban habitadas por ancianos de edades bíblicas que conocieron otros campos y otra existencia. El color blanco o azul claro de sus ahora deterioradas fachadas un día se combinó con los tonos dorados del limonero y con los variopintos destellos que hacía brotar del alféizar de las ventanas la presencia de claveles, petunias y begonias. Todo bajo la sombra protectora de una parra que había crecido alta y fuerte propiciando una sensación acogedora; sus racimos, que ahora se comen los pájaros, daban una imagen de abundancia y confianza. Al tener que prescindir de los pequeños paseos una diminuta y frágil figura cargada de años, leve espíritu, último habitante de aquellos lares, había pasado a recluirse en el interior. Se adivinaba su persona tras los visillos, sentada en un sillón frente a la televisión o la ventana; más tarde solo yacent...

Nadie nos recordará, por María Dolores Palazón Botella

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Como todos los primeros de noviembre viste el luto de las grandes ocasiones, el que no lleva el parduzco del lavado, sino el brillo de lo nuevo. En su cuello cuelga la medalla con su efigie en blanco y negro. Y con el paso cadente del tiempo, acompañada por la banqueta de los veranos pasados, se dirige andando a visitar a quien se fue sin llevarse sus recuerdos. «Así no se puede olvidar», se dice. Las campanas le marcan el tiempo en cuartos, y con ellas sus ansias por llegar se van impacientando. Por fin lo consigue. Besa su foto y acaricia su nombre fijado en letras de frío acero inoxidable. Poco a poco recupera el aliento y repasa que todo esté en su sitio. «Igual de brillante y blanco que lo dejé ayer, y eso que cayeron unas gotas anoche. Las flores frescas en su sitio, que temía que me pasara como aquella vez, menudo disgusto me dieron, señor», se cuenta así misma mientras se sienta frente a él. Desde allí ve un mar de cruces y poca gente. «Qué distinto era todo cuando las cosas er...

MINUETO: El artista sin nombre, por José Antonio Molina

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Los últimos cinco años habían pasado veloces como el olvido. Al estudio del viejo pintor ya no acudía la alegre compañía de antaño, ni eran tan frecuentes las visitas de críticos, había desaparecido la mayoría de los compradores interesados en sus cuadros. Ya no venían otros artistas. Ni ruido de pasos, ni música ni conversaciones animadas. En su lugar, la estancia se había llenado de rostros desconocidos, gente molesta que asegura conocer al artista de tiempo atrás y hablaba en voz baja; pero, que le mataran sin mentía, el anciano jamás los había visto, o al menos, no era capaz de reconocerlos. Cruzaban la puerta con total soltura y tranquilidad, como si todos tuvieran la llave y aquella fuera en realidad su propia casa, se sentaban junto a él o miraban sus cuadros y el gran espejo colocado en la pared que utilizaba para llevar a cabo sus autorretratos desde que los médicos determinaron que era mejor para él no salir a espacios abiertos sin ayuda.   -“¿Cómo se encuentra, maestro?”...