CRONOPIOS. Invisibles, por Rafael Hortal

Eya Miller escribía como los ángeles, como los ángeles negros, podríamos decir, ya que su trabajo era de “negro literario”, y todo el mundo sabe que los ángeles cantan muy bien… y también escriben. Nadie la relacionaba con ese seudónimo, ni siquiera el coordinador de la editorial la conocía. Su rostro era ajeno al mundo literario; además de escribir para los demás, también había escrito una novela erótica muy subida de tono firmada como Eya Miller. Ese anonimato tras un nombre de mujer —que realmente lo era— le daba un plus de morbosidad a los lectores, que se la imaginaban como una femme fatale , una espléndida modelo intelectual capaz de dejar exhausto a cualquiera en la cama o en cualquier sitio. Por supuesto, que por las cosas que relataba, también se la imaginaban promiscua sin renunciar a hombres, mujeres y transexuales. Realmente no era así, aunque de inteligencia e imaginación iba sobrada. En el último curso de Filosofía en la universidad de Berkeley, un profesor se fijó ...