EL ARCO DE ODISEO. Otra vez en Japon, III, por Marcos Muelas

En 1984, Alekséi Pazhitnov, sorprendió al mundo con un invento tan sencillo como adictivo. Se trataba de una creación diabólica, un ladrón de horas, un secuestrador del sueño. Lo bautizó como Tetris y pocos son los que no hayan jugado al mítico videojuego. Piezas de varios colores y formas caían desde la parte superior de la pantalla y nuestra misión era encajarlas para formar líneas. Pero el Tetris no sólo sirvió para pasar las horas muertas, no. También nos sirvió para desarrollar la capacidad espacial y lógica. Si no, que se lo digan a aquel taxista de Kioto que nos vio aparecer con cuatro maletas gigantes. Con mirada cansada bajó del sedán mientras se enfundada unos impolutos guantes blancos. Si sintió alguna aversión hacía nuestra monstruosa carga, no lo manifestó. En un principio temí que fuera imposible que ese taxi pudiera transportar nuestras maletas, al menos si queríamos viajar también nosotros en el mismo. Pero, para mi sorpresa, el veterano taxista pudo encajar dos maletas...