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Mostrando las entradas etiquetadas como nazis

EL ARCO DE ODISEO. El baile del ahorcado, por Marcos Muelas.

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Cargando una pesada piedra llegó hasta el árbol elegido. Él mismo comprobó la resistencia de la áspera soga de cáñamo que colgaba de una de sus ramas más gruesas. Se subió sobre la piedra y ató la cuerda con un precario nudo alrededor de su cuello. No se detuvo para meditar en sus últimos segundos en la tierra, pues ya estaba todo más que decidido. Judas Iscariote inspiró profundamente y cerró los ojos, después avanzó un paso para caer al vacío. Con el peso de su cuerpo al que se sumaba la carga de sus pecados y la culpa, el efecto de la gravedad hizo el resto. No sabemos si se partió el cuello y murió en el acto, o por el contrario murió asfixiado tras una agónica espera. Lo que sí sabemos es que con este acto se creó un precedente en el que la horca, quedó vinculada durante lo consecutivos siglos a la muerte del traidor. Y no fue una traición cualquiera, por unas monedas de plata había vendido a un amigo, su maestro y para más inri, el hijo de Dios. Si lo pensamos, la horca, ese inst...

EL ARCO DE ODISEO. Quince minutos, por Marcos Muelas

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¿Cuánto duran quince minutos? Cualquiera respondería que nada, solo es un momento fugaz, una minúscula gota de agua en ese océano interminable que es el tiempo. Pero si durante ese tiempo escuchas los gritos y estertores de los condenados, esos quince minutos se convierten en eternos. Perdón, me estoy anticipando. Esta historia comienza mucho antes. Como cada mañana los compañeros del Sonderkommando nos levantamos temprano, antes que salga el sol, para iniciar los preparativos. Nos movemos siempre con rapidez y eficiencia, procurando no llamar la atención sobre los nazis que nos vigilan sin descanso. Y no es tarea fácil, ya que el mínimo error o el simple capricho de nuestros captores, nos puede llevar sin remedio al lado equivocado de la fila. El tren llega con puntualidad. Una vez más la maquinaria nazi aparece haciendo gala de su eficacia, controlando cada punto y cada coma en las zonas ocupadas. Pero no se trata de un tren de pasajeros. Los asientos ocuparían demasiado espacio, y ...

EL ARCO DE ODISEO. París 1944, por Marcos Muelas

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Las calles se encontraban vacías. Los pocos habitantes que, ya fuera por curiosidad o extrema necesidad, se aventuraron a moverse por ellas, lo hacían cautos, sin saber qué podían encontrar al doblar cada esquina. Las banderas con esvásticas aún se agitaban, colgadas en los edificios más emblemáticos como recordatorio a más de cuatro años de ocupación. Camille era una de las pocas atrevidas que cruzaron ese día las calles parisinas. Sus stilettos resonaban por las calles silenciosas, convirtiéndola forzosamente en el foco de todas las miradas. Una ventana se abrió un piso más arriba. Camille levantó la cabeza para encontrar a una anciana que le dedicó una mirada cargada de rencor. Sabía perfectamente quién era ella, la puta de los nazis. Pero la anciana, temerosa y cauta por los recientes acontecimientos, reprimió los insultos que le hubiera gustado dedicarle. Nadie sabía dónde estaban los nazis. Decían que habían huido ante proximidad de los aliados que avanzaban cada día recuperando ...

EL ARCO DE ODISEO, Pecado original, por Marcos Muelas

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En mis primeros recuerdos la protagonista es mi madre. Grita y patalea desesperada mientras me arrancan de su lado. Su cara está borrosa y ni siquiera sabría decir de qué color es su pelo. Esto se debe a que quizá no sea un recuerdo real, sino fruto de cómo me imagine la escena durante los años de mi infancia. Sea como sea, yo debía de ser apenas un bebé cuando esto sucedió, así que no debería fiarme de esos recuerdos. Lo que sí que puedo recordar con total seguridad fue el orfanato donde me criaron. Un lugar inmoral, un limbo creado para nosotros, considerados niños sin alma o peor aún, el fruto del mayor de los pecados. Nuestro pecado original no podía ser redimido, o al menos reducido, con el bautismo. No, el pecado que se nos impuso fue el de nuestros padres y su condena, quedó ligada a nosotros para siempre. Una bola y una cadena invisible atada de por vida a nuestros pequeños tobillos. Pero su peso era totalmente real y tantas décadas después, aún nos arrastra. A mi padre nunca l...