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EL ARCO DE ODISEO. Nieves Fernández, por Marcos Muelas

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  Todos recordamos a esa primera profesora que tuvimos en primaria. Con afán, nos mostraba el mundo de las letras y los números. A través de juegos y canciones implantaba en nuestros cerebros conocimientos que, tantos años después, aún recordamos. Nos cuidaba y educaba, a menudo más allá de su deber. Pero, las enseñanzas de nuestra profesora fueron aún más lejos, se llamaba Nieves Fernández y nos enseñó a matar al soldado invasor.     En 1942, el archipiélago filipino, incluido la isla de Leyte donde vivíamos, fue invadido por las fuerzas niponas. Dentro del mapa del Pacífico, este archipiélago representaba una posición estratégica privilegiada. Con su posesión, Japón aseguraba el suministro de caucho y petróleo, tan necesario para su desarrollo bélico.     Como en cada territorio ocupado por Japón, los habitantes de la isla de Leyte sufrieron los abusos de los soldados. La ideología de los japoneses estaba apoyada en el bushido, el cami...

EL ARCO DE ODISEO, Pecado original, por Marcos Muelas

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En mis primeros recuerdos la protagonista es mi madre. Grita y patalea desesperada mientras me arrancan de su lado. Su cara está borrosa y ni siquiera sabría decir de qué color es su pelo. Esto se debe a que quizá no sea un recuerdo real, sino fruto de cómo me imagine la escena durante los años de mi infancia. Sea como sea, yo debía de ser apenas un bebé cuando esto sucedió, así que no debería fiarme de esos recuerdos. Lo que sí que puedo recordar con total seguridad fue el orfanato donde me criaron. Un lugar inmoral, un limbo creado para nosotros, considerados niños sin alma o peor aún, el fruto del mayor de los pecados. Nuestro pecado original no podía ser redimido, o al menos reducido, con el bautismo. No, el pecado que se nos impuso fue el de nuestros padres y su condena, quedó ligada a nosotros para siempre. Una bola y una cadena invisible atada de por vida a nuestros pequeños tobillos. Pero su peso era totalmente real y tantas décadas después, aún nos arrastra. A mi padre nunca l...