Mar adentro, por Gedi Máiquez


Vivía en la incertidumbre infinita de decidir cuándo sería el momento de terminar con la vida que ya no le pertenecía. Se sentía un impostor engañado por sí mismo, donde sus gritos ahogados pedían salir a raudales a un mundo desconocido y atrayente como el canto de una sirena. 


La culpa, la pena, ambas las había hecho suyas, eran sus acompañantes solitarias que marcaban sus días y sus noches anhelando un pasado que no volvería. Atrás estaban quedando días donde la ilusión por un nuevo comienzo le daba sentido a la vida o al menos eso quería creer, pero ahora todo se tambaleaba en su interior rugiendo como una tormenta que sabe que a su paso todo será destrucción pero también renovación. 


Su mirada era limpia e inteligente, enmarcada en un difuso círculo violáceo que cambiaba de intensidad como un termostato que indica la temperatura de la tristeza. Sus ojos traicionaban el silencio de su voz y las noches de insomnio lo convertían en un ser lejano, a veces inalcanzable, como casi de  otro mundo, ese que se había creado para aislarse de la nostalgia que lo atenazaba sin avisar. Sólo una leve sonrisa, franca y a la vez misteriosa adornaba un rostro armonioso, muy alejado de los convencionalismos estéticos que esclavizan las modas y que lo hacía bello en su imperfección.


Esa noche no eran necesarias las palabras, solo sentir lo que le estaba ocurriendo cuando la vida  en unos de sus arrebatos caprichosos lo llevó a contemplar la mar. La encontró en calma, serena, apenas un susurro en medio de la oscuridad que lo hipnotizaba en su movimiento elegante de olas, rompiendo  acompasadas como un baile de suaves caricias.


Se sumergió en su azul, y a pesar de faltarle el aire necesitaba seguir nadando en las profundidades que lo habían llevado a su interior. Se aferró a ese momento como la tabla de salvación que encuentra el náufrago en su desesperación por seguir a flote, cuando apenas queda un mínimo de esperanza y se sostiene moribundo, sabiendo que ese instante de paz  lo acompañaría siempre. Dejarse llevar mar adentro  no importaba, él ya no era el mismo.

Comentarios

  1. Carmen Quesada Cánovas15 de abril de 2023, 3:05

    Qué importante es a veces dejarse llevar mar adentro, aún cuando se corra el peligro de hundirse y morir ahogado. Pero sólo por la esperanza de una orilla distinta, donde el sol brille pero no queme, no haga daño,. Un espacio donde una encuentre paz tranquilidad, vida, sólo por eso merece la pena arriesgarse. Qué bien expresado Gedi!!!!!

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  2. El mar, refugio de tantas cosas. cuantos de nosotros vivimos a diario en un "mar de dudas", qué sería de nuestras vidas sin el mar, nos proporciona equilibrio, paz, nos aporta energía, la necesaria para afrontar los retos que se nos presentan en la vida, sólo luchadores y luchadoras saben que tras la tormenta viene un nuevo día cargado de sorpresas y de buenos momentos que aún nos quedan por compartir. Gracias por el artículo, siempre es un honor poder leerlos.

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