EL VERDE GABÁN. Coche y carro (España e Hispanoamérica), por Santiago Delgado



A todos los españoles nos choca que en toda la América de habla española se llame carro a lo que en la península llamamos coche. Hasta el XV y parte del XVI, en España se llamó carro a todo artilugio con ruedas tirado por mulas o caballos. La cosa comenzó su divergencia en el siglo del César Carlos, aquí llamado Carlos V, aunque era el primero. Bien, pues la cosa sucedió en las Guerras de Flandes. Los alemanes ya distinguían entre coksi (o algo así) y carro. Coksi era carro pensado para transportar personas. Carro, o su equivalente en alemán, era para mercancía, karren, creo; con étimo romano. Bueno, pues había un pueblo de Hungría, casi toda la vida Imperio Austro-Húngaro, llamado así: Kocsi, fonetizando la cosa en español actual. Y en él algún industrioso señor se puso a fabricar carruajes para personas, se entiende que pudientes. Y, al igual que decimos un rioja por un vino criado en La Rioja, en todo el Imperio austrohúngaro, dieron en llamar kocsi al carro de personas fabricado en Kocsi.

Y, ¿cómo pasó a España la palabra? Pues está muy claro: por los Tercios españoles que junto a muchos mercenarios y patriotas alemanes, lucharon por toda Europa Central. No era lo mismo desatascar del barro en la Centroeuropa del XVI, un carro lleno de bolas de piedra para los cañones del Emperador, que el ligero carruaje  donde viajaba Don Juan de Austria. O un Farnesio o Lope de Figueroa. Los soldados españoles aceptaron la variante sajona-magyar del invento. Y la fonetizaron, y la escribieron, así, como se escribe y suena hoy: coche. Y cuando se iban retirando de las milicias, y volviendo a las Españas, sin quererlo impusieron la denominación de coche a los vehículos de tracción animal destinados a personas. O sea, coche es un castrensónimo, si se me permite el horroroso voquible. 

 

A finales del XVI, nada menos que Cervantes usa la palabra “coche” en el Quijote, para aludir al carruaje –con señora dentro– escoltado por el Vizcaíno, de dudosa habla castellana, el de las espadas en alto. Y Cervantes no estuvo en Flandes. Su biografía bélica no sale del Mediterráneo. Don Miguel consagra la palabra. Un dato más que va haciendo pasar de castellano a español. 

En América, la Hispana, no se llegó a distinguir nunca persona-mercancía en los prototipos de carruaje. Y, claro, sin los veteranos de las guerras de Flandes, que eran muy terruñeros, y no hicieron las Indias, pues no tuvieron motivo para distinguir ambas cosas. Carro para mercancías y carro para personas.







A mí, lo de kocsi, y su procedencia húngara, me recuerda en todo al húngaro Sándor Kóscsis, aquel legendario jugador del Barcelona de mi época de niño coleccionista de cromos de futbolistas: Tejada, Kubala, Kócsis, Suarez y Czibor. Sí, luego llegó Evaristo, vale. Kócsis remataba de cabeza de manera formidable y certera. Y, es de suponer que su apellido tuviera el mismo origen geográfico que el industrioso señor que, allá por los tiempos de la Caída de Constantinopla, dio en la idea de separar la fabricación de carruajes según fuera para mercancías o personas; en principio, personas de nivel, como el Austria y los demás. O fuera él mismo, el jugador del Barça, descendiente directo de aquel laborioso menestral del XV magyar.

Comentarios

  1. Enhorabuena por el artículo. Creo que el seguido aquí es el procedimiento más apropiado para exponer estudios sobre etimologías: acompañarlos de historias o anécdotas reales narradas de forma amena y elegante.

    ResponderEliminar
  2. Gracias, Perico. Cada toponimo es una novela.

    ResponderEliminar
  3. Muy buen artículo. Ciertamente, qué amena lección de etimología. Gracias Santiago!

    ResponderEliminar
  4. Me ha encantado tu lección de etimología, "coche" siempre me pareció una palabra extraña para el castellano y efectivamente tiene origen extranjero. Muy interesante!!!

    ResponderEliminar
  5. A todos, muchas gracias por la atenta lectura.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario