CRONOPIOS. A todo trapo, por Rafael Hortal





Espronceda nos habla en su poema “La canción del pirata” de la importancia de la libertad navegando en un velero bergantín. Es sublime navegar a vela; a veces lo vivimos a través de la literatura, como en el poema “Las Argonáuticas” de Apolonio de Rodas (siglo III a.C.), donde el barco Argos era capaz de hablar. Sentimos la calma chicha o navegamos a todo trapo en el ballenero Pequod persiguiendo a Moby Dick. A bordo de La Hispaniola buscamos tesoros, pero descubrimos la codicia humana. En “Capitanes intrépidos” aprendemos a convivir durante meses con los pescadores y regresamos siendo mejores personas.

La literatura también se ha ocupado de veleros reales, como el bergantín Beagle, que, con Charles Darwin a bordo, pasó el cabo de Hornos en 1832 mientras escribía “El origen de las especies”. Julio Verne, en 1879, se basó en una historia real para escribir “Los amotinados de la Bounty”. Patrick O’Brian nos enseña en una serie de novelas las destrezas de la Marina Real Británica durante las Guerras Napoleónicas; véase la versión de “Master and Commander”, considerada como una de las mejores películas de acción, en la que Russell Crowe maneja con destreza la fragata Surprise.




En nuestra Costa Cálida tenemos bonitos barcos a vela que podemos admirar, fotografiar e incluso navegar en ellos, como los que participan en la VII Edición de Cartagena Vela Clásica: El Cid es una goleta construida en 1992 de 17 metros de eslora, en la que tuve el placer de navegar a Ibiza y Formentera disfrutando de la brisa y el silencio, que se rompió una noche por los estruendos de la tormenta que nos envolvió con sus relámpagos iluminando fugazmente la oscuridad y observando lucecitas blanco azuladas en los mástiles por la ionización de las moléculas de aire. “No te preocupes, es el Fuego de San Telmo”, me dijo el capitán. Continué preocupado, aunque confiaba en la destreza de Chema Alcaraz, que nos sacó de la tormenta sin naufragar. Recordaba los cuadros de William Turner, que magistralmente pintaba la fuerza de la naturaleza en los naufragios.

Else es el velero ketch áurico de la asociación naturalista ANSE. Navegué con su director, Pedro García, tuvimos la fortuna de avistar y grabar delfines mulares que nos acompañaron con sus acrobacias durante media hora.

A bordo de la goleta Saint Christopher, de 1935, capitaneada por Antonio Lorente, realicé los reportajes para el diario La Opinión, posteriormente ampliados para editar el libro “Navegando por la Historia de la Costa Cálida”.




La goleta Niña Luisita, de 1932, acaba de llegar a nuestra costa capitaneada por su armadora, la condesa Marzia Tagliaferri, que ha conservado intacto el diseño del velero, por eso la goleta está declarada Patrimonio Vivo del Mediterráneo. Mide 21 metros de eslora y 4,32 de manga. Es una goleta de aparejo bermudiana, su palo mayor está en la popa y mide 20 metros.

Marzia habla castellano con acento argentino, vive en la goleta, antes en Barcelona y ahora en Murcia. Me comenta que esta Región le gusta porque con pocas horas de navegación puede encontrar rincones maravillosos, además la goleta es muy cómoda, hasta en uno de sus cuartos de baño tiene bañera. Le pregunto por la historia de la familia: “Mi padre, Pierluigi Tagliaferri, era genovés, y como tal, amante de la navegación; se enamoró de mi madre, Cristina Ripamonti, en Argentina, y en 1971 compraron esta goleta con la que pasaban largas temporadas navegando solos, después con sus tres hijas; yo soy la menor y mantengo el barco como fue construido y decorado hace 91 años. Esta goleta es mi vida, mis recuerdos, nos compenetramos, mi cuerpo está adaptado a ella, hemos pasado muy buenos momentos recorriendo el Mediterráneo, también momentos de pánico, recuerdo siendo muy pequeña ver la cara asustada de mi madre cuando nos atrapó una gran tormenta; nos metió a las tres hermanas en el camarote hasta que consiguieron refugiarse en un puerto de Córcega”.

Marzia me enseña fotos familiares. Su padre murió demasiado pronto, y su madre continuó navegando con las tres hijas, ahora la mayor es fotógrafa, la segunda es músico y Marzia es pintora y escritora.




Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.

Espronceda










 
Marzia y Rafael en el salón comedor de la goleta.



Marzia con su madre en la goleta




Goleta Niña Luisita de 1932

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