EL VERDE GABÁN. Amorcillo sin fechas ni carcaj, por Santiago Delgado



En Cástulo, hay, completo y restaurado, en el nivel de suelo de cuando entonces, un mosaico precioso. Lo llaman el Mosaico de los Amores. La temática fundamental, claro, es la amorosa. En seis lunetos, que, a modo de orla, enmarcan los dos motivos principales, se desarrolla el mismo asunto con variante: un Cupido, niño, naturalmente, ha dejado su flecha y carcaj detrás de él, y persigue o juega con diversas aves, un pavo real, una paloma, etc. O sea, el autor nos está diciendo que lo que le gusta a Cupido, niño al fin y al cabo, es el juego, no la penosa obligación de disparar flechas a los corazones desprevenidos. El doble símbolo del arco chiquito y el carcaj de juguete quedan sueltos detrás del niño amoroso. Y son, para él, como los deberes escolares de los niños restantes, compas suyos de generación y pupitre.


Donde esté un pajarillo que se preste a colaborar en las diabluras de Cupidito, que se quiten Romeos y Julietas, Tristanes e Isoldas o, mismamente, Dulcineas y Quijotes. Eso no es jugar. Es un deber mitológico, como el de Sísifo, aunque no lo parezca. ¿O es que creen que da gusto disparar flechas sobre niñas pavas y chicos bitongos para que la especie humana se siga reproduciendo? No, hombre; no. Irle hurtando al pavo real las sabrosas uvas, que el Cupidín travieso hace pender de su mano, es mil veces cien mejor que afinar puntería y lanzar la flechita. Y, eso, para que, alguno de los candidatos a penar de amor, se agache en el momento preciso, y la flecha le vaya a parar al cuore de algún viejo verde o señora de edad. Y, entonces, todos: “¡Cupido, cabrón, joputa, malaje!” y otras cosas así que un niño no debe escuchar.

Así que, bravo por este mosaico que nos recuerda, desde hace dos milenios largos, que Cupido es niño, antes que diosecillo del amor y eso. Por eso, el musivario de Cástulo et moi vamos a regalarle a Cupido, unos Juegos Reunidos Geyper, caja grande (el que no sepa, haber nacido antes), por si se olvida para siempre de su terrible armamento mitológico.

Comentarios

  1. Genial… y necesario, amiga Rosa. Alguna vez había que librar al niño de tanta responsabilidad… y dejarle actuar como niño.

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