CRONOPIOS, 40.000 años pintando, por Rafael Hortal





La mujer y el hombre siempre han utilizado la pintura para plasmar su huella contemporánea. El arte es apasionante, y pasión es lo que le falta a la Inteligencia Artificial, que sólo se basa en la creatividad humana.

Pablo Ramos, a sus 32 años, es un hombre tranquilo y amable. Se gana la vida posando desnudo, estático, como a él le gusta para evadirse hacia un mundo espiritual. Es muy reclamado por escuelas de arte, pintores y escultores particulares que ven en su cuerpo la perfección actualizada del Hombre de Vitruvio. La genética de su familia de Cali —ciudad conocida por tener las mujeres más lindas, dicen— y las horas de gimnasio hacen que el cuerpo de Pablo sea espectacular.


—Dígame —respondió al móvil.

—¿Es usted Pablo Ramos?

—Sí.

—Soy Lucía, me han dado su teléfono en la academia de arte de San Fernando, aquí en Madrid. Me gustaría contratarlo para unas sesiones de pintura del natural.

Acordaron la tarifa y a los dos días se presentó a la cita en la lujosa casa de Lucía en el barrio de Salamanca. Era una señora de 45 años declarados, que llevaba una bata blanca manchada de pintura. Dirigía junto a su marido una galería de arte contemporáneo.

Le indicó una postura de espaldas a ella, apoyando la mano derecha en la pared.

—Pablo, cuando necesite descansar avíseme. Si no le importa yo también me voy a desnudar para pintar.

—No tengo ningún problema. Tutéame, por favor.

—¿De dónde eres?

—Nací en Colombia, pero después del naufragio dejé mi tierra y vine a España.

—¿Naufragio?

—Era pescador, permanecí un mes en un islote de las Galápagos.

—¿Conoces “Relato de un náufrago” de tu paisano Gabo?

—Claro, claro, ya lo había leído antes de naufragar, me dio esperanzas, ja, ja, ja. ¡Cómo es la vida! El marinero pasó de héroe a villano.

Al rato, Lucía se acercó a Pablo sugiriéndole que descansara, le ofreció un vaso de agua. Dejó que observara su cuerpo desnudo esperando una reacción, pero Pablo estaba acostumbrado a todas las situaciones imaginables y nunca daría el primer paso; era un profesional del posado. Lucía se acicaló el pelo con coquetería y sus pechos se elevaron. Le propuso continuar con el posado y acarició su espalda indicándole que debía curvarla un poco más para marcar los músculos.

—Voy a poner música relajante, ¿te gusta Ólafur Arnalds?

—No lo conozco, pon lo que quieras.

Pasados unos minutos, a Pablo le extrañó que Lucia permaneciera en silencio, pero escuchaba ruidos por debajo de la música. La llamó, y al no obtener respuesta decidió girarse.

—No, por favor, Pablo, no te muevas… es mi marido, que me está ayudando a pintar.

—Lucía, no tengo ningún problema en que os excitéis mirándome y folléis, pero eso se avisa.

—Te pagaré el doble —dijo Lucía entre los gemidos que ya no ocultaba.

—Me llamo Juan, espero que seamos amigos —continuaba moviendo las caderas con más velocidad.

El caballete en el que se apoyaban cayó al suelo, el matrimonio desnudo terminó embadurnado de pintura sobre el lienzo roto. Juan continuaba erecto y sonriente.

—Perdónanos. Es la primera vez que lo hacemos, el sexólogo nos recomendó probar cosas nuevas.

—Tranquilos, me ha pasado de todo. Podría escribir un libro con mis experiencias, sería un Best Sellers.

—Supongo que te habrás acostado con muchas clientas —le dijo Lucía con picardía.

—Hay de todo. El mes que pasé solo en el islote me dio para reflexionar, nunca he tenido pareja estable. En realidad, me da igual el sexo, me gustan las personas, ya sean hombres o mujeres.

—Eres pansexual. Tienes un amplio abanico de posibilidades —apostilló Juan.

—¿Te parece bien que quedemos dentro de una semana a la misma hora? —Lucía continuaba desnuda, lo acompañó a la puerta.

La segunda sesión fue en el amplio salón de casa. Lucía le pidió que posara de frente a ellos, con las manos en la espalda y el cuerpo curvado. El matrimonio desnudo pintaba al unísono. Juan propuso:

—Pablo ¿qué te parece si abrazas a Lucía y os pinto a los dos en el sofá? — Pablo hizo un gesto de aprobación.

Así comenzó un dúo amoroso que se amplió a trío. Una hora después, exhaustos, se relajaron tomando una copa de champán.

—Ha sido una experiencia maravillosa, Juan lleva toda la vida con esa fantasía. Además, Pablo, sabes que llevamos el caballete y el lienzo roto a ARCO y lo hemos vendido muy bien. Los críticos dicen que es un homenaje a las pinturas rupestres sexuales, que cierra el ciclo del arte conceptual mundial de toda la Historia del Arte. Ja, ja, ja.

—Algún porcentaje me corresponderá, ¿no?

—No, lo siento, como dijo Gabo sobre el náufrago que le contó su historia y le pidió dinero por las ventas de la novela: “Es la primera vez que uno de mis personajes reclama su parte”




“Pasión roja” acuarela de Antonio Pellicer


Detalle del mural de danza rupestre y sexual del Barranco de los Grajos. Cieza

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