EL VERDE GABÁN. El hidalgo que perdió la sonrisa (y III), por Santiago Delgado




Al final, fue rescatado. Los ahorros, tan discutidamente conseguidos por sus hermanas, con una vida con resquicios a la honorabilidad convencional, más lo que pusieron los mercedarios, y la que terminaron de poner dos mercaderes valencianos en el mismo puerto argelino, consiguieron al cabo de cinco años volverlo a casa. Pronto se le va esperanza de sonreír de nuevo. Le niegan pasaporte para México. Y sus comedias, perfectamente clásicas, respetando las tres unidades, tiempo, lugar y acción, aburren. Ha llegado Lope, con sus comedias que son, en realidad, novelas dramatizadas, y llenas de halagos al público y otras mezquindades escénicas. Empieza a escribir las Novelas Ejemplares, con argumentos centrados en personajes, cuando menos, singulares. Tampoco triunfa. Busca trabajo como recaudador de impuestos para la Armada Invencible, él, que no sabe multiplicar. La sonrisa perdida se aleja más de su rostro. Dos veces es encerrado en prisión. No sabe hacer balances, y curas y sacristanes lo acusan de querer cobrar impuestos a la Iglesia, por hacer pesquisa fiscal en sus negocios particulares, que no curiales. Su banco quiebra. Escribe en las ventas, burdeles, pensiones y portales de toda la España andaluza y manchega. Cierta vez da en novelar a un fulano loco que conoce en Argamasilla de Alba. Termina la novelita ejemplar, pero sucede uno de los milagros de la Historia del Mundo: el personaje le habla al autor. Y sale el verdadero Quijote, el de la segunda y tercera salida. Es un autorretrato. Cervantes inventa la novela moderna, escribiendo un autorretrato trascendido. El comportamiento de su editor acabó por hacerle perder la esperanza de encontrar su perdida sonrisa. Muere para el siglo, no para la eternidad. (fine)


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