EL ARCO DE ODISEO: Mary Shelley, Frankestein o el moderno Prometeo, por Marcos Muelas



Mary Wollstonecraft Godwin nació en Londres en el seno de una familia acomodada a finales del siglo XVIII.

Corría el año 1816 cuando el destino quiso que Lord Byron, el escritor William Polidori y Percy Shelley, decidieran pasar juntos el verano en Ginebra. Percy trajo consigo a su joven amante, Mary, que aunque aún no estaban casados, asumió el apellido de Percy para convertirse en Mary Shelley.

Juntos pasarían un olvidable verano sin saber que este hecho acabaría revolucionando el mundo literario. El clima de la época estival no quiso acompañar. Los días se vieron plagados de constantes lluvias que les obligaron a permanecer en el interior del hogar. Lejos de desanimarse, pasaron el tiempo envueltos en amenas conversaciones. Alrededor de la chimenea,  Lord Byron deleitaba a sus invitados con relatos de fantasmas y otras historias de terror. En un momento dado, Byron retó a los presentes a escribir un relato de este género.

Mary esbozó las primeras líneas de su relato y lo compartió con el resto del grupo. Todos quedaron embelesados con su corta historia y le instaron a que la convirtiera en una novela. Jamás habría imaginado que esta acabaría convirtiéndose en un fantástico clásico del terror. 

Dos años después, con tan solo diecinueve años, Mary Shelley publicó “Frankenstein o el moderno Prometeo” que terminó  convirtiéndose al fin en el clásico imperecedero. La obra es considerada por muchos como la primera novela de ciencia ficción moderna.

Recientemente sentí la necesidad de revisar este clásico literario.

Pensé en lo mucho que se ha explotado “el monstruo de Frankenstein” durante años. Mi recuerdo sobre la novela se tergiversaba y no recordaba qué parte pertenecía a la novela y cual se le había atribuido posteriormente. Cuando hablamos de Frankenstein, inmediatamente atribuimos erróneamente el nombre al monstruo y no a su creador. Enseguida nos vienen a la mente esas imágenes del gigante deformado y lleno de cicatrices que nos ofrece el cine.

Recordamos esas escenas en blanco y negro, donde un apasionado científico afincado en un castillo da vida a un cadáver gracias al prodigio de la electricidad del rayo. Imágenes de una frenética tormenta invaden nuestras mentes. En épocas más recientes, el cine y la televisión, han usado a “Frankenstein” (al monstruo, que no al creador) deformando la historia hasta dejarla irreconocible.

Para mi sorpresa, al volver a leer la novela, no he encontrado ni castillos ni cadáveres reanimados por la fuerza vital de una corriente eléctrica. Y por supuesto, tampoco hay ningún científico paseando furtivo por el cementerio a la búsqueda de materia prima fresca para crear un monstruo.

Pero eso no hace menos atractiva a esta obra. Lejos de encontrar una novela de terror, nos vemos inmersos en una historia cargada de un mensaje filosófico.

La trama discurre alrededor de Víctor Frankenstein, un joven procedente de una familia acaudalada. Víctor abandona el hogar familiar para acudir a la universidad donde obsesionado por conocer los secretos de la vida se enfrasca en arriesgados experimentos. Como resultado, obtiene una grotesca criatura de grandes proporciones. Su creación le crea tal pavor que huye abandonando al ser deforme tan pronto la vida habita en él.

El protagonista narra la creación de su criatura en primera persona, sin profundizar en los detalles de su logro para evitar que nadie se aventure a imitar su pecado.


La criatura, carente de raciocinio en sus primeros momentos de vida, huye sin rumbo. Víctor, espantado por lo vivido, caerá en un estado febril que durará semanas. Cuando se recupera lo suficiente, al no haber rastro de su creación, intenta atribuirlo a una ensoñación por su enfermedad. Pero, el monstruo acabara volviendo a su vida cargado de reproches y venganza.


Desde su nacimiento, la criatura había sufrido el desprecio de los hombres que juzgándolo por su aspecto intentaron acabar con él. Escondido, pudo espiar a la gente y de forma autodidacta aprendió a hablar y a leer. Conforme aumentaba su intelecto, pudo tomar conciencia del abandono de su creador.

Víctor, que le había otorgado la vida, lo había abandonado deforme y desorientado en un mundo que lo despreciaba y le obligaba vivir oculto. Abatido por su dolor y la soledad decide vengarse de Víctor atacando a su familia antes de aparecer ante él. Tras reprocharle su existencia le exige que cree una nueva criatura, esta vez una mujer, para que se convierta en su compañera. Víctor, aterrorizado por la maldad de su creación se verá en la encrucijada de crear un nuevo monstruo o enfrentarse a la furia de su primera creación. “Cada hombre tiene su mujer, y cada animal tiene una compañera… ¿y yo tendré que estar solo?”


En esta novela vemos muchas referencias tanto bíblicas como mitológicas. “Recordad que soy vuestra creación… yo debería ser vuestro Adán… pero, bien al contrario, soy un ángel caído”,  llega a increparle. Víctor, al igual que Prometeo que robó el fuego a los dioses para dárselo a los hombres, comete el pecado de intentar imitar a Dios al crear vida de la nada. Al igual que el titán mitológico, Víctor será castigado por su arrogancia atormentado por su propia creación.


“¡Creador insensible y despiadado! Si no puedo inspirar amor, causaré terror; y principalmente a vos, mi enemigo supremo, porque sois mi creador”.


No os perdáis la verdadera historia de la criatura de Frankenstein, cuya soledad y desprecio de los hombres acabó convirtiéndose en el monstruo.






Comentarios

  1. Como siempre un placer leerte. He de confesar que no he leído la obra original y me he dejado llevar por la filmografía que se ha hecho de ésta novela. Después de leer tu blog estoy deseando coger el libro y adentrarme en esta fantástica historia que, por lo que comentas, es mucho más profunda de lo que a priori nos han hecho ver con las películas.
    Gracias por hacerme sentir una renovada ilusión por la lectura.

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