PUNTO DE FUGA. Lecciones de vida, por Charo Guarino

 



Siguiendo la línea de intensidad con la que se ha iniciado y prosigue este 2024, la semana que hoy acaba ha venido marcada por distintas actividades culturales en las que me he visto implicada, bien como agente, con un magnífico equipo detrás (pues casi todo es siempre resultado de una cadena de actores que se complementan para alcanzar un objetivo), bien como mera espectadora. Soy consciente del enriquecimiento que en ambos casos han supuesto para mí tanto a nivel personal como intelectual, y al mismo tiempo lamento que muchos no hayan podido o querido aprovechar las circunstancias que se le brindan de forma gratuita con no poco esfuerzo. Ciertamente compensa el agradecimiento de aquellos de los que recibo comentarios positivos. Tal vez baste con que un solo individuo sea consciente del valor de determinados actos. Aunque no es imprescindible que además lo manifieste, desde luego resulta un estímulo muy conveniente para continuar sin tener la sensación que alguna vez acecha de estar predicando en el desierto.

El lunes se produjo mi esperado y gozoso reencuentro con la poeta navarra Marina Aoiz, a la que he tenido ocasión de conocer más en profundidad estos días, y que ha venido a resucitar vivencias y circunstancias vitales íntimas que parecían estar esperándola para salir a la luz y ofrecerme nuevas pistas para conocerme un poco más a mí misma, un aprendizaje que dura toda la vida y que recoge el aforismo griego que según Pausanias estaba inscrito en el templo de Apolo en Delfos, y que podemos traducir a nuestra lengua como «Conócete a ti mismo». El obsequio que me trajo Marina, tan detallista, me sirvió para evocar el recuerdo de mi abuela Isabel, quien en sus visitas, para que siempre fueran dulces, alternaba esos riquísimos caramelos rellenos de piñones que acabo de descubrir que son originarios de Tafalla con las cestitas con frutas de Aragón o las naranjas o limones de caramelo con sus deliciosos gajos ácidos cubiertos por un celofán transparente. 

Invitada a la cuarta edición del Curso «El Mundo Clásico en las Ciencias y las Artes» que organiza por estas fechas desde 2021 la sección murciana de la Sociedad Española de Estudios Clásicos, Marina nos ilustró con una ponencia con el poético título «El murmullo del mundo», en la que rindió homenaje a sus maestros, en especial a José Manuel Briceño Guerrero, uno de los pensadores más influyentes en América Latina, Premio Nacional de Literatura en Venezuela en 1996, cuyo Seminario de Mitología Clásica en la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Los Andes frecuentó con gran aprovechamiento, y al día siguiente, tras un viaje relámpago a Cartagena con el tiempo justo de ver rápidamente el magnífico teatro romano y dejarnos acariciar por la brisa marina, participó en el Ciclo «Literatura y Periodismo» del aula de Palabra y Pensamiento del Vicerrectorado de Responsabilidad Social y Cultura que coordino hablando sobre el arte de la palabra en lo cotidiano y lo extraordinario, supliendo a los periodistas y escritores Antonio Parra y Antonio Lucas, que por tercera vez se han visto imposibilitados para acudir a la cita pospuesta en otras tantas ocasiones, y que esperamos puedan hacerlo pronto por fin. 

Mientras tanto el artista plástico y escritor Antonio Gómez Ribelles presentaba en el Museo Ramón Gaya su libro El castigo del exiliado, que me perdía a mi pesar por carecer del poder de la bilocación.

La noche del lunes me ofreció una fantástica velada poética, con un emotivo recital por parte de Marina Aoiz en el Café «El Sur», dentro del ya clásico ciclo «Lunes literarios» coordinado por el poeta y periodista Alberto Caride que cuenta con un buen número de fieles seguidores.

También el lunes Santiago Delgado iniciaba en la Fundación Cajamurcia, un interesante Ciclo de Conferencias que ocupará todo el mes de febrero precisamente sobre otro navarro: «Jerónimo de Ayanz (1553-1613), soldado, regidor de Murcia e inventor», al que ha dedicado su última novela (Ayanz, el inventor, editada por la Real Academia Alfonso X el Sabio), que presentará el martes próximo a las 19:30 en Gran Vía 23.

La fragilidad del ser humano, junto a la resiliencia y la solidaridad se me ha hecho evidente también estos días de forma especial: en la indisposición momentánea de nuestra Vicerrectora de Investigación, María Senena Corbalán, mientras presentaba el martes la puesta en marcha del Portal de Investigación de la Universidad de Murcia-Dialnet CRIS, o el accidente del pintor Pedro Cano justo antes de su Ponencia en la Fundación Cajamurcia dentro del Aula de Cultura coordinado por el periodista Manuel Madrid, que resultó en una herida con sutura de diez puntos «en la mano de pintar», como lamentaba el incombustible pintor, que seguro que muy pronto estará otra vez como nueva y dispuesta a ofrecernos aún muchas y fantásticas obras maestras. Ambos prosiguieron con el acto, dando ejemplo con su actitud, que demuestra un compromiso consigo mismos y con los demás digno de encomio. 

El jueves por la tarde no pude asistir a la inauguración de la Retrospectiva de la obra fotográfica de María Manzanera en la sala de exposiciones del Museo Arqueológico de Murcia por la coincidencia con una no menos grata actividad, la de asistir online a la entusiasta y documentada ponencia del paisajista Vladimir Rivero acerca de las plantas en el imperio romano dentro del ya mencionado curso de la SEEC. En esos momentos la fatalidad se cernía sobre la ciudad de Valencia: un pavoroso incendio ocurrido la tarde del jueves en dos edificios del barrio de Campanar (calle Poeta Rafael Alberti con Maestro Rodrigo) acabaron arrasados dejando diez fallecidos, entre ellos una joven pareja con dos niños de tan solo tres años y quince días respectivamente. La crueldad de la muerte ha segado sus vidas, haciéndonos reparar de nuevo en la fragilidad de la existencia y su condición efímera. De la ciudad levantina, de su Facultat de Geografia i Història, volvía nuestro querido Decano, José Antonio Molina Gómez, dejando en ella la belleza de sus palabras, siempre poéticas y sabias, sobre el ensayo —tan magistralmente cultivado por él particularmente en sus dos últimos libros, La memoria de las sirenas (2022) y La habitación secreta (I Premio de Nuevo Periodismo, 2023), ambos publicados en M.A.R. Editor— en una conferencia titulada «Tiempo, tradición y recuerdo» a la que me hubiera encantado asistir.

La tarde del 23F, día que fue crucial en España hace 43 años, en el que estuvimos cerca de sufrir una involución crítica, me trajo otro regalo: junto a mis amigas Paquita y Diana y en compañía de mi padre realicé una salida para practicar ‘hanami’ a las afueras de la ciudad de Cieza, contemplando la floración de sus frutales mientras respirábamos el aire puro y fresco bajo unas nubes mágicas que por momentos ocultaron el sol, e incluso dejaron caer unas milimétricas gotas de lluvia que dejaron su leve huella en la luna delantera del coche. Nos despidió a nuestra partida, en medio de un cielo intensamente azul aún iluminado por la luz del sol que iba tiñendo con su filtro dorado el ocaso, una luna rotunda y luminosa (la llamada luna de nieve, una de las dos minilunas de este 2024, denominada así por alcanzar la máxima distancia a la tierra, que supera nada menos que los 405.000 Km); última luna llena de este invierno inexistente, bellísimo heraldo de la primavera, que si las lluvias acompañan reventará esplendorosa. 

Motivos de alegría, como el encuentro con mis queridas amigas Clemen y Mari Carmen, el intercambio de confidencias, la empatía y complicidad, buenas noticias a nivel personal sobre cuestiones médicas que me suponen un gran alivio, o Gala Hernández López, hija de Patricio Hernández y Lola López Mondéjar, premio César (el premio más importante del cine francés) a mejor cortometraje documental por «La mecánica de los fluidos» se han combinado con las vivencias que he referido y que a grandes rasgos han constituido los hitos que han jalonado la última semana.

Por otra parte, mientras tristemente prosigue el enfrentamiento bélico entre Israel y Palestina con el ataque del 7 de octubre de 2023 como casus belli, hoy se inicia el tercer año de la guerra Rusia-Ucrania. Conflictos armados que provocan horror, estupor, impotencia… hasta que la costumbre añade a las anteriores emociones la resignación y la conformidad desangran a la Humanidad y la enfrentan en estériles e inútiles luchas fratricidas, generadoras de odio y dolor en las que intervienen las potencias mundiales movidas por oscuros intereses. Pero también hoy se cumplen los 10 años de la muerte de Paco de Lucía, y Nueva York se vuelca en celebrar la existencia de este virtuoso de la guitarra. Su primer solo, a la edad de once años, conservado en una grabación que nos permite ser testigos de su extraordinario arte se escucha públicamente por primera vez en este día.

La historia continúa ofreciéndonos de forma simultánea y alterna razones para la alegría y el pesar, y lecciones a través de ejemplos de comportamiento que imitar o de los que alejarse, en una búsqueda de la armonía en la que cada uno de nosotros tiene un papel insustituible y la oportunidad única e intransferible de intentar que nuestro paso por este mundo deje la mejor de las huellas posible.

Por lo que a mí respecta, en tanto habito en él procuraré disfrutar de instantes robados a la vorágine del tiempo que nos engulle con lecturas tan gratas y sugerentes como Códigos del instante, de Marina Aoiz Monreal, mientras recreo sabores de mi infancia con un caramelo de Tafalla. Infinitamente agradecida.




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