EL VERDE GABÁN. Las mocedades de don Quijote (el Quijotillo), entrega 24, por Santiago Delgado




Luisa era lista como ella sola. Y aprendía raudo y veloz. A veces, tenía la sensación de que ya sabía ella, de antemano, lo que yo le explicaba y que sólo por cariño dejaba pasar como que yo se lo esclarecía. Llegamos al latín enseguida. Y empecé a explicarle el Pater Noster. Bastaron tres veces para que se lo aprendiera. Yo bien sabía que no se debía a mi virtud docente el hecho de que ella aprendieran de esa voraz manera; sino a su condición de natura, que era asaz sabia de las cosas de mundo. Y que, sólo sucedía que no sabía que sabe. El verdadero sabio debe pasar por el mundo como la hermana mía aquélla: Luisa: sin dejar notar que sabe. Incluso, aunque no seamos sabios, hay que pasar por el mundo sin dejar notar que sabemos. Empero, Sancho, hijo, tampoco hay que alardear de ignorante, que es la mayor de las soberbias. Todo esto lo aprendí, mientras enseñaba a Luisa de las cosas menores del mundo, como las cuentas, las escrituras o los catecismos. El conocimiento, si no lleva sabiduría es como nada, como fronda pintada en un lienzo al que aún el maestro pintor no ha acomodado el tronco. Las cosas mayores son la condescendencia, la afabilidad no afectada y la sonrisa sincera hacia quien nos atiende. El Trívium y el Quadrivium, sean bien hallados en los scriptoria de los conventos y monasterios, donde ya habita la virtud. O debe de habitar, que no me cabe duda de que habrá cenobios tomados por el diablo, que no duerme, ni toma asueto en su tarea de cercenar el bien donde lo hallare.

A mí, el pobre cura de Villanueva me enseñó entre maldades el saber que tenía, pero, acaso mi ángel de la guarda, me expurgaba de noche las cizañas de las mieses de la bartolomeica cosecha. Y, así, no me atrapó en sus redes, el diablo que fuere, que con él en la rectoría del pueblo cohabitaba. Y he dicho pobre, aunque él, en sus internos fueros, se considerase rico; pero que no lo era en los haberes de su conciencia, que tenía negra como la piel de su amigo, el del averno y orco. La riqueza verdadera la da la honra, que es esencia que siempre hay que estar limpiando y afilando, como el soldado su pica. La honra no es descanso, es alerta que no cesa.


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