Epístola a Diana, por Francisca Moya


 Tu vetula amica, antes compañera y maestra, te envía a ti, querida Diana, la salud que deseas y que pronto tendrás.


Durante estos días en que apenas nos comunicamos, tus obras están conmigo; las he puesto todas juntas, como buenos hermanos, y me hablan de ti. Me he acordado de que, cuando estabas en la Universidad de Bérgamo, conversábamos sobre la cuestión de los libros como hijos, y de que me enviaste bibliografía. ¡Cómo me hubiera gustado ir a Bérgamo! También me he acordado de un comentario magistral que hiciste de una sátira de Horacio en quinto de carrera. No sabía yo entonces de tus obras literarias, ni de tu enorme inteligencia para pintar “como tú sabes” la realidad. Eres única y extraordinaria, y de ti se enorgullecen quienes te conocen y te quieren. 


Tú, Diana, has sabido transmitir la belleza y la verdad, y tus personajes nos hacen pensar y nos ayudan a ser mejores, porque tú eres καλὴ καὶ ἀγαθή, estás llena de amor y sobreabundas en generosidad. Debes de estar muy satisfecha porque son muchos los estudios dedicados a tu obra. Todos insisten en lo mismo: “eres única”, “eres tú”, sea en Polifonías, Eva a las seis, Eco de cenizas, Esposa y viceversa, Espérame en el cielo… o, mejor, no, Africa L., De mutuo acuerdo o el concierto del hombre con un abrigo pegado al cuerpo, La Argentinita, Obsession Street, Lucía, La antesala, Morir de amor, Menudencias, Lapidarius, El viaje de Dou, Casandra…Todavía me faltan algunos títulos, y, desde luego, lo que tienes en prensa. Para mí eres una de las mejores, por no decir el número uno de las dramaturgas -y dramaturgos- de este siglo. Lo vieron los expertos que juzgaron tus primeras obras y lo confirman los que alaban las últimas. ¡Que palabras más preciosas te dedican, qué elogios tan justos! No puedo poner aquí sus nombres, sé que los tienes en tu corazón, pero quiero mencionar a algunos, por ejemplo, a Domingo Miras, que comenzaba su estudio de Polifonías diciendo “Hace falta mucho valor para reunir en un único espacio a las cuatro grandes heroínas de la tragedia griega” -le hiciste en Televisión Española una magnífica entrevista-, o José Henriquez, que ve claramente cómo tú querías denunciar una serie de abusos sociales de los que las mujeres, las míticas y las reales, somos víctimas; cómo me gusta, creo que a ti también, lo que dice Greta Trautmann al comentar Africa L.: “La construcción de la obra demuestra el genio dramático de de Paco; el juego de palabras, el uso de máscaras, movimientos, y en una escena onírica varias proyecciones ofrecen puro deleite para el público”, y cómo pone de relieve el poder de seducción de tu dramaturgia… No puedo cansarte con cosas que sabes, y tampoco no voy a decirte que hay algunas personas muy sabias y queridas que conocen y aman más que nadie tu teatro. En fin, no sé tampoco si lo sabes, pero yo sí sé que no presumes de nada, que no te das importancia, aunque, como es humano, te agrada que tus “hijos” sean leídos y, sobre todo, conocidos en el escenario de los Teatros. Ha sido y será como tú deseabas; no solo se han representado tus obras en España, sino también en escenarios de Europa y América. Y, como no sueles hablar de ti, pocos saben que estás recibiendo Premios desde tus inicios; sí, sí; me acuerdo de cuando supe que te habían dado nada menos que el Premio Calderón; luego, creo que luego, llegaron el Premio Palencia, el Premio Literario de la Universidad de Sevilla, Modalidad Teatro, el I Premio Irreverentes de Comedia, el ser “nominada” en los Premios Max, o el Premio que te dieron el año pasado en New York. Como dices siempre, tu teatro no sería el mismo si no fueras filóloga. Hoy he escuchado a los libros que hablan de tu faceta como dramaturga, pero se podría decir -y se dicen- las mismas cosas o mejores de ti como persona, e igual como filóloga. Las Musas te aman, Diana. Gracias por ser como eres, gracias por tu amistad.

Tengo que acabar. Lo hago con un gran abrazo. Sursum corda! Tuya. Pac.  

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