EL ARCO DE ODISEO. Fantasía desechable, por Marcos Muelas


Las luces dejan de parpadear, en las calles se abandonan los árboles que han presidido estas fechas y empiezan los eternos listados de futuros propósitos de año nuevo. Y es que, la Navidad, ya toca su fin. Una época ligada a la fantasía. Un retorno a la niñez. Días en los que nos reunimos con la familia y amigos para intentar disfrutar de esa felicidad tan publicitada, comemos juntos e intercambiamos regalos. 


Días de tradiciones. Las horas corren mientras nos deleitamos haciendo un repaso de la ya mítica Mary Poppins y otros clásicos de Disney cargados de magia y fantasía. 

Los que antaño fueron niños, ahora son padres que intentan inculcar el apego que sintieron por estas joyas y por un momento, ellos mismos experimentan una regresión a su infancia, donde disfrutan de esas películas como hicieron el primer día.


En estas historias aparecen seres fantásticos. Seres que a los pequeños protagonistas no les cuesta asimilar su existencia. Por su parte, el personaje adulto hará todo lo posible por descreer lo que ve, haciendo grandes esfuerzos para buscar una explicación lógica a lo que acontece. Pero analicemos la cuestión, ¿cómo no vamos a creer en la fantasía? Hemos crecido leyendo a Julio Verne y disfrutando las películas de animación y creo que no nos ha ido tan mal.¿En qué momento creemos que crecer y madurar significa ahogar a la fantasía?  ¿No nos damos cuenta que utilizamos a nuestros hijos para dejar escapar la fantasía que hay dentro de nosotros? ¿Acaso no inventamos cuentos donde predominan mundos mágicos repletos de seres imaginarios para ayudarles a dormir?

La fantasía, claramente, es necesaria en nuestras vidas. De hecho, está más cerca de nosotros de lo que nos gusta reconocer. Existe en cada persona que ayuda a los Reyes Magos en sus compras. Esa magia que ayuda a arrancar una sonrisa sea cual sea la edad del afortunado que recibe ese ansiado presente.



 El libro de Urizen, William Blake (1794)



Podemos encontrarla en obras maestras del cine como “La Vida es Bella” donde Guido Orefice, un personaje lleno de ingenio y positividad interpretado por Roberto Benigni, crea un mundo de fantasía para ocultar a su hijo los horrores del campo de concentración donde son confinados. Otro padre, Edward Bloom, en la inolvidable “Big Fish” de Tim Burton, narra una fantástica juventud plagada de aventuras a su hijo, que al llegar a adulto se niega a creer. ¿Y qué decir de clásicos como “La historia interminable” de Michael Ende? “Me gustaría saber, se dijo, qué pasa realmente en un libro cuando está cerrado. Naturalmente, dentro solo hay letras impresas sobre el papel, pero sin embargo… Algo debe pasar, porque cuando lo abro aparece de pronto una historia entera. Dentro hay personas que no conozco todavía, y todas las aventuras, hazañas y peleas posibles…” Esto es pura fantasía.


Recordemos también la literatura fantástica que nos ha regalado grandes autores como George R.R. Martin, J.K. Rouling, J.R.R Tolkien y otros genios cuyos mundos de fantasía nos han hecho disfrutar a niños y a mayores.

Comentarios

  1. Cuanta verdad en tus palabras. Siempre digo que mis hijas son la excusa perfecta para volver a hacer y creer las mismas cosas que en mi niñez. Un privilegio que se nos da por momentos de volver a ilusionarnos con cada pequeña cosa que de adultos damos por cotidiano e insulso.

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  2. Qué maravillosa forma de transmitir y redactar esta profunda verdad!!! Me siento completamente identificada yo, cuarentona, sin necesidad de que sean fechas señaladas y siempre que puedo, no necesito ninguna excusa para aprovechar el momento de volver a sumergirme en ese mundo de fantasía al que me lleva mi imaginación, que nunca he perdido y sigo desarrollando desde mi niñez... Gran regalo para el ser humano que se preocupa y lucha por seguir soñando, en un mundo a veces muy triste y frío... Gracias por tus palabras querido amigo, eres grande!!

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  3. Maravilloso artículo!! Si hay alguien que crea y siga fielmente la fantasía, esa soy yo. Soy una mezcla entre Mary Poppins con sus mundos de colores y Ellie (Up) con sus inagotables las ganas de vivir aventuras. ¿Por qué nos empeñamos en vivir la vida imponiendo esa imagen hiperrealista? Yo, en mi nube, vivo mucho mejor. El romanticismo, los sueños, las vivencias... Con fantasía son eternamente mejores.
    Nunca dejéis de soñar.
    Enhorabuena Marcos M. por esta preciosa reflexión.

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