El silencio preñado, un poema de Rumi, por Pilar Garrido
El silencio preñado
I
Ven, recitémonos poemas el uno a otro,
por medio del Alma,
diciendo cosas secretas para los ojos y los oídos.
Sonriamos como un jardín de rosas,
Sin labios ni dientes.
Conversemos con pensamientos,
sinlenguas ni labios.
Nombremos todos los secretos
del mundo, hasta el final,
sin abrir nuestra boca,
como intelecto divino.
Algunos sólo pueden comprender
escuchando y mirando a las bocas.
Mantengámonos fuera de su tienda.
Nadie habla en voz alta a sí mismo.
Ya que nosotros somos uno,
hablemos así.
¿Cómo puedes decir a tu mano “toca”?
Ya que todas las manos son una,
hablemos así.
Las manos y los pies saben lo que quiere el Alma.
Cerremos nuestra boca y hablemos con el Alma.
El Alma conoce el destino, paso a paso.
Si quieres, te daré ejemplos.
Kun (el divino mandato divino): “¡sé!”, “¡cobra existencia!”
Tal es la divina orden creadora general que inaugura el devenir de todos los seres engendrados en el cosmos (kawn), su acceso al mundo, el dominio de la existencia efectiva, desde la dimensión de la pura posibilidad. Así, Dios da existencia a todas las criaturas del universo por medio de Su Palabra: ¡Sé esto! ¡Sé aquello! Cada cosa es, pues, en el momento en que Dios la nombra y le ordena que sea por medio del kun específico que le corresponde. El Orden del cosmos está, por tanto, fundado en la Orden de Dios. Es la Palabra divina la que nombra, ordena a las cosas que sean y organiza los grados y disposiciones del ser. Esta divina Palabra original, el imperativo kun, es el principio generador y unificador del orden de la manifestación, de la palabra proferida. La diversidad de las palabras o nombres articulados -que son los diversos seres del mundo- está, pues, inherentemente unificada por la unidad primordial intrínseca de la Palabra engendradora, atributo de Dios en tanto que Hablante. Toda la existencia es, entonces, un solo discurso. El mundo está así unificado por la Palabra: una cosmovisión unificada es una logovisión unificada.
La Palabra, el Libro y el Cosmos
La Palabra divina se manifiesta en el Libro revelado. Esta concepción es la condición de posibilidad que subyace a toda la exégesis sufí (vertiente esotérica e iniciática del Islam) de las letras. La Escritura Matriz primordial se manifiesta y se actualiza en el Libro escrito y recitado, pero también se manifiesta en el Libro del universo, el Libro revelado de la creación que muestra los signos de los horizontes (āfāq), y se manifiesta asimismo en la interioridad del microcosmos humano. El hombre, como refleja Ibn Masarra en su Epístola de la Interpretación (R. al-I`tibār) es el hermeneuta (mu`tabir) que interpreta los signos de estas tres dimensiones del Libro, contemplando las correspondencias que entre ellas se establecen. Como Sahl en su escrito sobre las letras o Ibn `Arabī en diversos pasajes de su obra, Ibn Masarra afirma al comienzo de la Risālat al-I`tibār que el cosmos entero es un Libro cuyas letras constituyen el discurso divino. Esta correspondencia -a un tiempo identidad y diferencia- entre la Palabra divina, el Universo y el Libro, es el trasfondo de toda hermenéutica en el sufismo, lo cual puede decirse también de otras corrientes esotéricas tanto en el Islam como en las otras religiones del Libro.
Las letras de la revelación en lengua árabe
Ibn Masarra, como Tustarī o Ŷa`far al-Şādiq entre otros autores musulmanes anteriores a él, y como Ibn `Arabī y tantos otros más tarde, investiga en particular el simbolismo de las letras árabes, dado que son las letras en que providencialmente se ha articulado la revelación islámica, que es su ámbito de estudio fundamental. Se entiende, aunque el autor no lo explicita, que la revelación restaura el carácter providencial y original de la lengua árabe que le sirve de soporte.
Si, por un lado, la lengua común se presenta como lenguaje convencional -es decir, el resultado de la evolución, de la creatividad humana y del acuerdo entre los hablantes-, por otro lado, la lengua árabe se presenta también como lengua original misteriosa y vehículo privilegiado de la palabra revelada. Ambas visiones de la lengua no están radicalmente opuestas y coexisten, de hecho, en una vivencia ambivalente de la lengua, así como la historia lineal cronológica y el tiempo cualitativo e interior del alma coexisten en la vivencia religiosa de la profecía.
Las letras como principios de todas las cosas creadas
Según Ibn Masarra, que remite a este respecto a la autoridad de Sahl al-Tustarī, las letras son los principios de las cosas (uşūl al-ašyā), el origen de su constitución.
Las letras que componen los nombres no son simples elementos convencionales del lenguaje ordinario, sino los principios matriciales providenciales por medio de los cuales se origina el mundo. Las letras son pues, en realidad, la Materia Prima - consustancial a la Palabra divina- de toda creación.
Unión de contrarios
En la tradición islámica, y aún más en el sufismo, no se puede entender nada si no se le sitúa en relación a la Unidad. Dios es la realidad que da origen al universo. Macrocosmos (el universo, exterior) y microcosmos (el ser, interior) tejen una urdimbre siempre interrelacionados y están en una continua dialéctica de armonía interior y exterior. Multiplicidad y unidad. Creador y creatura son necesarios. Como hemos ido viendo es característico del pensamiento islámico, y más especialmente en su vertiente esotérica, la dinámica/dialéctica de que las cosas se entiendan por medio de sus cualidades opuestas. Así, las cualidades que se muestran en la cosas no son lo mismo que las propias cosas, pero la única manera de hablar de éstas es hacerlo cómo se nos aparecen de modo comparativo. El mejor camino dentro del lenguaje simbólico para la comprensión es la analogía porque nos hace partícipes de lo esencial y nos aporta también lo específico de cada cosa. Hay numerosos opuestos que forman parte de nuestra experiencia diaria y que se explican mutuamente. Sería tan sencillo como mirar el mundo que nos rodea y a nosotros mismos; y podemos hablar de cielo y tierra, la noche y el día, la luz y la oscuridad, pasado y futuro, arriba y abajo, sutil y denso, unidad y multiplicidad, espíritu y cuerpo, varones y mujeres, voz/palabra y silencio.
Si nos detenemos en el ejemplo del espíritu y el cuerpo nos servirá también para entender por analogía el par de contrarios que queremos “degustar” aquí que son la palabra y el silencio. Hemos explicado la palabra, esa logovisión del universo para llegar hasta aquí, para llegar al silencio. Ese silencio sin el cual no sería posible la palabra proferida, por ser ambos una pareja de contrarios indispensables y posibilitadores. Cada palabra tiene su secreto (que podemos entender como silencio) específico y también cada silencio es evocador, está preñado de sentido, de significación. Voz y silencio, manifestación y ocultación, cuerpo y espíritu. Estas parejas están estrechamente relacionadas de manera que la verdadera realidad de cada una se explicaría sólo bajo la unión de ambos contrarios, en el intermundo del encuentro y, a su vez, con la puesta en comunicación entre ellas.
Formarían un matrimonio indisoluble la voz del silencio y el secreto de la palabra, como el cuerpo y el espíritu, como lo manifiesto y lo oculto. El silencio, el cuerpo y lo manifiesto participan de la palabra, el espíritu y la manifestación, y viceversa, en un incesante baile de unión de aparentes opuestos.
Si nos referimos al espíritu y el cuerpo, actualmente muchas personas piensan que el cuerpo es una cosa real y concreta y que el espíritu es otra cosa distinta, inefable y etérea, e igualmente acontece con el silencio. Parece que el silencio no tuviera cabida o existencia porque no es voz, no muestra de manera aparente una estructura física, pero los textos tradicionales, aunque nosotros nos referiremos a los islámicos, no conceptualizan el espíritu y el cuerpo como cosas distintas y concretas. Sino que entienden/conciben el espíritu y el cuerpo como conjuntos de atributos que hay que describir en reciprocidad, así como la palabra y el silencio. Cuando los textos clásico dicen “cuerpo” están implicando el “espíritu”, aunque no haga falta si siquiera mencionar la otra parte de la pareja. El cuerpo no tiene ser real sin el espíritu, igual que éste no puede entrar en nuestra conciencia sin aquél. Sólo puede entenderse el cuerpo como el opuesto o, mejor expresado, como el complemento del espíritu, no como algo independiente. Así la palabra (la voz) sería el cuerpo del silencio, y éste a su vez sería el espíritu de la palabra. Sólo cobraría existencia el silencio como contrapartida de la palabra, como espíritu de la palabra. El silencio se actualizaría o materializaría mediante la palabra, la recitación, la voz. Silencio y palabra son complementarios y caminan unidos en el orden de la existencia, dentro del microcosmos del ser y en correspondencia con el macrocosmos de la naturaleza, del mundo. Podemos hablar de un silencio corpóreo, sensible, en acto y de una palabra espiritual, suprasensible, en potencia. Acto y potencia de palabra y silencio ambas actualizables en las dos direcciones, silencio hablante, palabra callada. Quietud y vacuidad en la existencia y la vivencia.
De la misma manera cuando el pensamiento islámico nombra a Dios lo suele tratar en términos de opuestos, mediante esta dinámica conciliadora de contrarios. Se le entiende como dotado de muchos pares de opuestos que se complementan mutuamente: es bello y majestuoso, amable y riguroso, misericordioso y colérico, vivificador y mortificador, etc.
La misma existencia de Dios se inserta dentro de la dialéctica de unidad y multiplicidad. Cuando se habla de Dios en relación con la creación, se describe a ambos por cualidades opuestas. Así, se opone o complementa a Dios y el mundo como creador y creado, conocedor y conocido, proveedor y mantenido, rey y reino, eterno y temporal, etc.
La misma existencia de la palabra implica la existencia del silencio. Sólo se puede entender el silencio en relación con la palabra. A partir de esta comprensión desde los opuestos es un reconocimiento de las cualidades o atributos (como en la Ciencia de los más bellos Nombres de Dios y sus atributos) de la cosa manifiesta, de la palabra. Estamos ante un silencio hablante, un silencio preñado. Muchos autores islámicos han hablado sobre la palabra y el silencio, sobre la importancia de la actualización del silencio mediante la voz y sobre el secreto de la palabra mediante el ser interior, pero he elegido un poema de Rumi que canta a la voz y al silencio (palabra) de una manera magistral y nos ilustra y ejemplifica todo lo explicado de una manera poética, simbólica y vivencial.
Muy interesante
ResponderEliminarProfunda reflexión de Rumi sobre el silencio, que yo la expresaria como la plenitud de la palabra. Me ha impactado aquel texto que dice "Dios da existencia a todas las criaturas del universo por medio de su palabra:¡sé est! ¡Sé aquello!". Lo cito en un trabajo que titulo "Ciudadanos de Universo" y en mi libro EL GRITO DEL SILENCIO (Editorial PPC, Madrid).
ResponderEliminarMaravilloso.
ResponderEliminarGracias por compartirlo. La lírica árabe es una herramienta educativa que no siempre se utiliza con el alumnado en ESO y Bachillerato, lo cual supone un error en la enseñanza de la literatura.
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