Nada más que aliento, poema de Rumi, comentado por Pilar Garrido
Ni cristiano, ni judío, ni musulmán, ni hindú,
ni budista, ni sufí, ni zen. De ninguna religión
Ni sistema cultural. No soy del este
ni del oeste, ni he surgido del mar
ni de la tierra. Ni natural ni etéreo,
ni compuesto por ninguno de los elementos. No existo,
no soy una entidad de este mundo ni del siguiente.
No desciendo de Adán y Eva ni
de ninguna historia de los orígenes. Mi lugar no tiene ubicación, un rastro
de lo que no lo tiene. Ni cuerpo ni alma.
Pertenezco al Amado. He visto que los dos mundos
son uno, y a ese uno he ido y lo conozco.
Primero, último. Exterior, interior. Sólo ese aliento
que respira existencia humana.
Existe un camino entre la voz y la presencia
por donde fluye la información.
Ante el silencio disciplinado, se abre.
ante el hablar errático, se cierra.
En las confesiones del Libro la palabra tiene un carácter simbólico. Las lenguas son consideradas lenguas simbólicas en cada tradición escrituraria. Así, la relación entre significante y significado no sería arbitraria, sino simbólica. Estamos ante un sentido epifánico del lenguaje. Cada lengua pasaría a ser la expresión de un modo de Ser, es decir, la expresión del Ser mismo y la recepción de esta revelación es un perfecto círculo hermenéutico atemporal (dentro también de la noción de tiempo circular y cualitativo). La esencia de la lengua como instrumento de comunicación es siempre unificadora y posibilitadora, nunca reductiva ni plana. Cada lenguaje, cada palabra, cada letra están preñados de significación, una significación tanto polivalente como unitiva.
Las lenguas entre las “gentes del Libro” se basan en el principio hermenéutico esencial de la Presencia de Sentido. Cada palabra pronunciada que configura el lenguaje es una participación en la lengua común adámica, una lengua común y metafísicamente fundada de la que todos participamos y formamos parte dentro de una pluralidad y una especificidad de ese lenguaje entendido como donación, como apertura esencial al sentido y a su comunicación. De manera que esa lengua originaria del hombre es una entrada especial a esa donación ontológica de sentido. El intérprete será el que cifre y descifre los símbolos específicos de la lengua con un trasfondo común mediante la analogía, herramienta/método indispensable en la hermenéutica, que le permite encontrar lo común de todas las lenguas, y el trasvase de significados.
El mundo entero está sembrado de símbolos y la lengua árabe es la lengua por excelencia de la Revelación. El silencio que significa algo más que la interrupción de los sonidos o buscar el reverso del lenguaje oral, posee, contradictoriamente, una poderosa dimensión comunicativa y una extraña capacidad para facilitar la entrada en el mundo del espíritu, el pensamiento y las artes. Es, tanto como el habla, una forma de conocimiento, la llave que permite introducirse en la complejidad de la conciencia.
Desde el silencio puede analizarse otra perspectiva de la conducta humana, interpretar críticamente la cultura y explicar de un modo sutil y poco habitual toda construcción metafísica.
Este silencio al que nos referimos que está en su núcleo es aquel que se basta a sí mismo para conseguir que nada tenga finalidad o explicación. Es lenguaje a punto
de intervenir, una espera del nombrar. Ese silencio es pura interpretación, transposición simbólica.
Del mismo modo que el silencio da lugar a la reflexión, la vacuidad, la quiescencia, y el ‘interpretar para sí mismo’. Así, interpretar o reflexionar es hacer que algo “pase” desde su expresión y su manifestación –palabra, voz- a su significado y su interiorización –silencio, secreto-. Si tenemos en cuenta este matiz, el mu`tabir es el hermeneuta que realiza este tránsito, el intérprete que traslada el objeto de su consideración de un plano a otro, de lo sensible a lo inteligible, de la expresión a su significado, dándole sentido ‘para sí mismo’, es decir, en la intimidad de su corazón y para su propia maduración.
Fuente: Rumi, Uno magnificente, Madrid: Mandala, 2001.
Un tema complejo el del pensamiento y la expresión. Enhorabuena
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