CRONOPIOS. El colgante IX. El hechizo, por Rafael Hortal
Carole les comunicó que las investigaciones de la policía seguían dos supuestos: Alizée habría conseguido escapar y estaría escondida en las montañas o había sido capturada por los terroristas de Boko Haram. El portal de noticias Sudán Tribune indicaba que el grupo terrorista estaba operando en Sudán.
—Creo que debemos comunicarlo a la prensa internacional, harán presión para que el gobierno tenga interés en encontrarla —dijo Alain.
—El colgante fálico la protegerá —aseguró Bea.
—Por favor, Bea, esto es muy serio —le contestó Alain.
—Alain, si tú no crees me da igual, voy a intentarlo. Fascinus es la encarnación del falo divino, “fascinar" deriva del verbo latino "fascinare", que significa hechizar a través del poder mágico del fascinus o del gran pene erecto.
—¿Has hecho un hechizo de protección?
—Por supuesto. Recuerda por qué estamos aquí. He descifrado algunos secretos de la caja la sacerdotisa Shepenupet II, hija del primer faraón kushita Pianjy.
—Lo sé, Bea, todas las culturas adoran el falo divino, pero son creencias no ciencia.
—Chicos —dijo Carole—. Utilicemos la magia y la tecnología para protegerla. Si está escondida la encontraremos, y si está retenida, negociaremos su liberación. Creedme, hay mucha gente indagando.
Khalid intentaba vender los camellos rápidamente. Cualquiera podría encapricharse de la chica blanca y comprarla antes que él. Reservó su mejor camello y vendió los otros tres por 3.000 €. Aunque perdió dinero en la venta sabía que Alizée valía mucho más y obtendría ganancias. Esperaba una gran recompensa por salvarla. No podía ir directamente a la policía porque la corrupción era generalizada y correrían peligro los dos. Al atardecer entró en la haima para comprarla. Sólo una mujer negra y Alizée permanecían atadas.
—Toma los 3.000 €. Me llevo a la blanca.
—Ahora vale 4.000 €. —El vendedor había notado demasiado interés por su esclava.
Alizée reconoció la voz de Khalid e intentó disimular que lo conocía. Un atisbo de esperanza animó su rostro.
—No merece tanto la pena, entonces es posible que me lleve a esa. —Khalid señalo a la esclava negra—. Enséñamela bien. —Pensó en la frase que dijo Alizée cuando se despidieron en las montañas Nuba: “Las mujeres libres no son para hombres débiles”—. Aprovechando que el vendedor levantó a la mujer y le quitaba la túnica, Khalid sacó un gran cuchillo y rebanó el cuello del vendedor, que cayó al suelo intentando taponar su sangre. Khalid, con un gesto hizo callar a las mujeres, pero el portero entró y tuvo que atravesarle el corazón. Con un gesto le indicó a Alizée que no delatara que ellos dos se conocían.
—Os liberaré a las dos, pero vendréis conmigo, no quiero dejar testigos del asesinato. Poneos las ropas de los hombres.
Las dos mujeres desnudaron a sus verdugos y se vistieron con sus ropas y turbantes. Consiguieron llegar hasta el camello que quedaba y emprendieron la marcha saliendo del mercado sin levantar sospecha. La única posesión que le quedaba a Alizée era el colgante fálico escondido en su vagina.
—Buenos días, chicos. Han detectado conversaciones entre un mediador del grupo terrorista Boko Haram y los mercenarios de Warner. Parece que han distribuido a las niñas y mujeres en diferentes sitios —dijo Carole.
—¡Tenemos que actuar! ¿Dónde vamos? —preguntó Alain.
—Vosotros a ningún sitio. No queremos complicar más las cosas. Ya tenemos bastante con buscar a una mujer.
—¿Querrás decir a todas las mujeres y niñas capturadas? —increpó Bea.
—Por supuesto. Estamos en ello.
—¿Se puede saber de una vez quién coño eres tú? —Bea estaba cabreada.
—¿Y por qué tenemos que hacerte caso? —añadió Alain.
—Porque soy vuestra única solución. Tenéis que quedaros en el hotel esperando noticias, yo tengo que salir con el grupo de turistas.
Los minutos se hacían interminables. Bea llamó a Peter a Londres. Le preguntó si en las noticias habían hablado de una matanza en las montañas Nuba.
—¿Estáis bien? Han dicho que mataron a cuatro cazadores alemanes por esa zona.
—Alain y yo estamos en un campamento en Meroe, cerca de las pirámides de Sudán, pero no sabemos nada de Alizée. No comentes nada hasta que te lo digamos.
—De acuerdo, voy a indagar por las agencias de noticias internacionales, a ver que averiguo.
—Alain, coge tu gorra, agua y las linternas. Vamos a las pirámides —le dijo Bea.
—¿Para qué? Hace mucho calor. A esta hora no hay nadie.
—Mejor.
Bea y Alain forzaron la entrada de la pirámide principal. La arena del desierto cubría su base. Descendieron hasta la sala de los conjuros; en las paredes había relieves de Amanishajeto, una reina y sacerdotisa, amante de las joyas y de las evocaciones. Allí la temperatura era agradable, aunque el aire estaba enrarecido. Bea desnudó a Alain y lo tumbó sobre una piedra cúbica que en otros tiempos sirvió para las ofrendas. Embadurnó lentamente el pene con un ungüento hasta que alcanzó su máximo esplendor.
—Siempre pensando en el sexo —le increpó Alain.
—En esta ocasión es por Alizée.
—Vale… y siempre pensando en brujería.
—Tu pene tiene que permanecer erecto.
—Imposible, como me sigas acariciando así eyacularé.
—Puedes correrte todas las veces que quieras, pero conseguiré que mantengas el pene erecto toda la noche para que lo que tú llamas brujería surta efecto. El colgante fálico protegerá a Alizée.
Fascinus
Continuará…
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