EL VERDE GABÁN. Las mocedades del don Quijote, (entrega quinta), por Santiago Delgado.





Siguió todo más luego, adelante en el tiempo, y llegó la hora en que mi antepasado Gonzalo Quijano, que había devenido castellano, que no astur, como el hijo de Regila, bajó de la Montaña, tres centurias ha en nuestros días, con la hueste de sus deudos y vasallos, todos ellos cristianos viejos, para servir al rey Alfonso VIII, cuando la famosa Batalla de las Navas de Tolosa, en las colindes del Andalucía y de La Mancha misma. Tan fuertemente luchó aquel mi abuelo, que en compensación el rey Alfonso, descendiente directo de Pelayo, le hizo dación de la finca, y Señorío en la que me crie y he vivido desde siempre, y de la que salimos tú yo en busca de aventuras que fagan mejor al mundo, un fasto día de aquel año de gracia. Tras él vinieron bravos varones y fermosas mujeres, honra y prez de las quijanas armas. 

Mas, pasando los tiempos, luego de la efeméride de las Navas, ocurrió que hubo en Castilla gran pendencia interna. El bastardo real, Don Enrique de Trastámara, disputó el trono al legítimo Don Pedro, apodado el Cruel. Sucedió que, en el Campo de Montiel –cerca de la hacienda familiar mía– pelearon cuerpo a cuerpo ambos infantes. Entonces, el francés Beltrán de Duglesquino, ayudó, con sus brazos y manos propios, al de Trastámara, diciendo aquello de “Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”, pues que desde las Francias había venido este Duglequino, mercenario del bastardo pretendiente. En resultado, el legítimo, y cruel, monarca murió en la ocasión. Aquel bravo antepasado mío, que viviera aquellos momentos históricos para Castilla, Don Gonzalo asimismo también llamado, como el de las Navas, fue de los primeros en rendir pleitesía al nuevo rey, de lo que obtuvo grande y beneficiosa renovación de sus mercedes. 

Es de veracísima memoria que este Don Gonzalo tuvo 40 hijos, entre bastardías y legitimerías, pues era fama que tenía gran voz que encantaba a las féminas. Canoro y semental, ayudó no poco a repoblar La Mancha toda. No te espante, pues, advertir que las mis facciones y visages de cara se repitan al norte y al sur del Guadiana, por los Llanos manchegos. Yo, por contraste, non conozco fijo, ni tampoco fija, aunque amorcillos tuve cuando estudiante en Alcalá. Nadie que haya fecho fornicio con fembra placentera, puede decir que más nunca padre fue. 


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